Ir a un centro comercial para recibir clases es algo difícil de imaginar. Los 93 estudiantes que se matricularon en el nuevo Colegio Técnico Profesional de La Carpio son los únicos quienes saben lo que es ir a lecciones a un local, que antes fue una tienda o un consultorio médico.
Bien lo dijo una vez el filósofo chino Confucio: “Donde hay educación no hay distinción de clases”. Esa es la leyenda que está en un pequeño rótulo hecho a mano, el cual se ubica en la puerta de una improvisada aula del incipiente centro educativo.
El CTP de La Carpio abrió sus puertas este año en 10 locales alquilados en el centro comercial Plaza Uruka (La Uruca). El colegio está en el segundo piso. En el ala izquierda hay tres aulas, dos oficinas, unos locales vacíos y una agencia de viajes.
En el ala derecha, hay más recintos vacíos, oficinas administrativas del colegio, otras dos aulas, una empresa de logística y un espacio que será el comedor del centro de enseñanza.Los pasillos permanecen silenciosos, quietos, como es común en un oficentro.
A las 9:00 a. m. es el primer recreo; pero estos 93 alumnos no se percatan de que es hora de salir porque no tienen timbre. El director pasa, aula por aula, anunciando a los estudiantes que pueden tomar su descanso.
Los muchachos salen de las aulas —cinco locales pequeños, con 25 pupitres cada uno y con aire acondicionado— y se sientan en los pasillos. En lugar de ir a una soda a comprar comida, bajan a la farmacia de la primera planta que hace las veces de “soda” y allí les venden refrescos y algunos alimentos empacados.
Los docentes se quedan en las bancas de los pasillos comiendo frutas en tazas de plástico. No tienen sala de profesores, pero tampoco los alumnos tienen uniforme oficial, ni escudo ni comedor ni soda ni cancha de fútbol ni gimnasio ni sala de actos cívicos. No tienen nada de eso.
Pero algo sí tienen en este colegio: ganas de surgir, de estudiar y de salir adelante.
Humberto Valle, tiene 17 años, vive en La Carpio y fue uno de los jóvenes que decidió dejar su antiguo colegio para matricularse en el único grupo de décimo que tiene el CTP de La Carpio.
“Es una oportunidad muy bonita, por fin tenemos un colegio en La Carpio”, relató Valle.
El CTP de La Carpio solo tiene tres grupos de sétimo con 25 estudiantes cada uno y uno de décimo con 18 alumnos.
¿Cómo abrieron? Nelson Navarro, director del colegio, abrió la matrícula el 2 de febrero: “Los cuatro profesores que tenía y yo, fuimos a La Carpio a pegar afiches y repartir volantes para que los vecinos supieran del CTP y vinieran a matricular a sus hijos en la institución”.“Nosotros empezamos sin aulas, ni pupitres. Tuvimos que acondicionar los locales comerciales para dar clases, buscar mesas y algunas cosas que nos pudieran servir. Pero ahora, los estudiantes cuentan con aulas de lujo”, comentó Navarro.
El Ministerio de Educación Pública (MEP) abrió el colegio este año y paga ¢3,5 millones cada mes por el alquiler de los 10 locales en el centro comercial.
Nuevo edificio. El CTP de La Carpio no estará por siempre en los locales de un centro comercial. El Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) donó un terreno en el que se construirá el nuevo edificio del centro educativo para el 2018.
Eduardo Pineda, director del Fideicomiso del MEP, comentó que el inmueble tendrá varios niveles y será apto para 750 estudiantes. Actualmente, esperan obtener los planos para la obra mediante una donación.
Mientras en el MEP avanza la maraña burocrática de trámites para empezar la construcción del colegio, en Plaza Uruka los 93 jóvenes —75 de sétimo y 18 de décimo— se mudan con camisas blancas lisas y pantalones azules cada día para recibir lecciones.
El colegio todavía no tiene uniforme oficial, pero lo va a tener pronto. También tendrán un escudo que será seleccionado mediante un concurso, según contó el director del CTP de La Carpio.
Walner Lorío, vecino de La Carpio, dejó la Unidad Pedagógica José Fidel Tristán (Pitahaya) para estudiar la única carrera técnica que imparten en el CTP de La Carpio: Operación y Administración de Aduanas.
“Creo que es una gran oportunidad; es un colegio en un barrio conflictivo que no tiene muchas oportunidades para estudiar y crecer”, contó Lorío.
Las historias y las expectativas de salir adelante se repiten en cada uno de los muchachos del nuevo colegio de La Carpio.
“Vamos poco a poco; ya casi esperamos habilitar el servicio de comedor. Yo creo que arrancar un colegio de cero es una gran experiencia”, concluyó Nelson Navarro, director del colegio.
El recreo de las 9:00 a. m. ya casi se termina. Poco a poco, los estudiantes regresan a sus escritorios para seguir en clases. El pasillo del centro comercial nuevamente se torna silencioso. Al fondo solo se escucha la escoba de la conserje, la impresora de una oficina y la profesora de francés dice: ‘Aujourd'hui est mardi’.