Cuando Ginette Avilés fue nombrada como directora de la Escuela Julia Acuña de Somarribas, en el Salto de Liberia, la "miseria" en la que se encontraba ese centro la hizo llorar.
Ella llegó a ese centro educativo en el 2012 y cuenta que allí "no había nada".
Los servicios sanitarios eran letrinas, no había ni una grabadora ni equipo de sonido para cantar el Himno Nacional. Las condiciones de infraestructura eran "deplorables" y sus alumnos no pensaban en un futuro: querían aprender a leer y escribir para "poder trabajar de peones y cocineras".
Lejos de seguir llorando y lamentándose, Avilés, quien es guanacasteca, se enrolló las mangas y comenzó a trabajar en la escuela la cual tiene 160 niños.
"Cuando vine, los chiquillos de cuarto grado tenían 16 y 17 años y no sabían leer. Empecé a gestionar con ONG's porque pensé que los niños de las escuelas rurales deben tener las mismas oportunidades que escuelas de la ciudad. Pero aquí la escuela estaba muy dejada, era muy triste", contó la directora.
Empezó por buscar ayuda para cambiar el paisaje el centro educativo. Logró que el Gobierno de Japón le diera los fondos para construir el gimnasio el cual costó $120.000.
"Luego le vendí al idea a unos amigos de Bélgica de una ONG de que los niños debían conectarse con el mundo, por eso nos ayudaron con el mobiliario para tener una sala de cómputo, el cual costó unos $6.000 y nos hicieron la oficina de la dirección, poco a poco el paisaje fue cambiando", contó la educadora.
El Ministerio de Educación Pública (MEP) le donó ¢56 millones para remodelar la infraestructura del centro educativo. Transformó las aulas, los pabellones, se rehízo la instalación eléctrica, se colocaron ventiladores en las aulas y contruyó la batería de baños.
Su labor la hizo merecedora, en el 2012, del Premio Mauro Fernández Acuña. Este premio es el máximo galardón que el Gobierno otorga cada año a un educador costarricense.
Cambio total
Cambiar el paisaje de la escuela era apenas la parte más "fácil" del trabajo de Avilés. Los niños no pensaban en tener un futuro y esa era una idea difícil de cambiar, ya que el ejemplo lo aprendían de sus padres, ahí estaba la raíz del problema.
"Empezamos a dar talleres a las madres, empoderándolas, les subimos el autoestima y la posibilidad de un futuro, porque a las personas de aquí no les importaba nada, solo querían que sus hijos salieran de sexto para que fueran peones o cocineras, y aportaran dinero a la casa. En las zonas rurales son muy machistas, todo el trabajo de los niños se lo dejan a la mujer.
"Trabajé en cambiarles la mentalidad a las madres para que supieran que ellas tienen voz y voto y no solo estar a cargo de los chiquillos, ellas tenían que saber que podían ir a trabajar, les conseguiamos trabajos, de empleadas domésticas, ni modo, pero salían de sus casas y tenían un ingreso propio", contó la educadora, que añadió que lograron dar los talleres a más de 50 madres de familia.
El mismo trabajo lo hizo con los alumnos, les inculcó que ellos podían ir al colegio y luego a la universidad.
Buscó asesoría de la Universidad de Costa Rica (UCR) para que llegaran a capacitar a los niños en cómo hacer una huerta. Hoy, parte de las lechugas,rábanos, culantro, perejil y chile dulce, que sale de la huerta, se consume en el comedor estudiantil.
"Estudiar aquí es muy bonito, hay muy buenas maestras, ayudamos al medio ambiente, hasta tenemos huerta. Lo que yo aprendo aquí lo llevo a mi casa, se lo enseño a mi mamá. Aquí nosotros empezamos el día con una oración, acomodamos el aula, la limpiamos y luego comienza la clase", dijo muy orgullosa Luna Alpízar Saravia, estudiante de cuarto grado de la escuela.
El pasado jueves, Avilés recibía un entrenamiento, junto con otros funcionarios, para hacer funcionar un purificador de agua, que se va a usar en el comedor escolar, el cual les fue donado por una ONG estadounidense, llamada WaterStep.
"Nuestra escuela es amigable con el ambiente, el año pasado recibimos una bandera azul cinco estrellas. Hoy somos una escuela modelo. Las cosas se pueden hacer si hay una buena gestión", dijo la guanacasteca, quien contó que aún le falta mucho por hacer allí.