Ocho estudiantes de quinto año del Liceo indígena de Shiroles se enfrentarán el 3 de noviembre a las pruebas de bachillerato. También lo harán los 25 alumnos del Colegio Científico de Alajuela.
El primer centro, localizado en las montañas de Talamanca, se ubicó el año pasado en los últimos diez lugares en la promoción de bachillerato; el colegio alajuelense fue el primer lugar.
Ellos harán los mismos exámenes, pero se preparan en condiciones muy desiguales.
En el Liceo de Shiroles, no hay colegio. Su población de 125 estudiantes recibe lecciones en ranchos sin luz ni paredes, en medio del barro y esquivando el sol que les pega en la cara y las goteras que mojan sus útiles.
De sus 13 docentes, solo seis tienen el bachillerato en la materia que imparten.
El caso es muy diferente en el liceo alajuelense. El requisito mínimo que se les pide a los profesores par dar clases allí es tener la licenciatura. Su población de 60 alumnos recibe lecciones en aulas equipadas con proyectores y pizarras interactivas. Aquí, el apoyo familiar es fundamental para salir adelante.
No solo reciben la teoría de las fórmulas químicas, sino que las practican en el laboratorio de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) que está al lado.
“No estamos siendo tratados como iguales. La aplicación, en el 2010, del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas, establece que los profesores de estas zonas deben ser nativos del lugar. Este proyecto era noble, pero no se implementó bien.
”Hay egresados de quinto año preparando para bachillerato a décimos, que eran sus compañeros el año anterior”, contó Moisés Pereira, director del Liceo de Shiroles, quien añadió que, en el 2014, de 13 alumnos que hicieron las pruebas, solo cuatro pasaron.
Otros factores. La situación en este colegio es similar a la del resto de los centros de indígenas, donde también se suman los problemas de poco de violencia intrafamiliar y mucha pobreza.
En el 2014, de las 20 secundarias con los resultados más bajos en bachillerato, seis pertenecen a poblados aborígenes de la zona sur y cinco al cantón de Talamanca. De los 857 colegios a escala nacional, 36 son de poblados indígenas.
A pesar de que por muchos años estos centros se han ubicado en los últimos lugares de bachillerato, con notas de entre 40 y 60, el Ministerio de Educación Pública (MEP) “no tiene certeza de lo que en ellos ocurre”.
“No hay evidencias fácticas de qué factores influyen en las calificaciones. Podría estar influyendo que, como el español es el idioma oficial en este país, y para los estudiantes el español es su segunda lengua, esto incida en los bajos resultados”, expresó Pablo José Mena, del Departamento de Evaluación del MEP.
Debido a los que los bajos resultados en bachillerato impiden a estos jóvenes poder optar por la educación superior, 40 alumnos de la Universidad de Costa Rica (UCR) les dan un “empujoncito” por medio de tutorías.
El director de Extensión Cultural de la UCR, Euclides Hernández, explicó que, en los dos años que lleva el plan, han ido a 11 colegios y han trabajado con un número cercano a los 300 alumnos.
“El objetivo de las tutorías es incidir en que estos jóvenes vean el ingreso en la educación superior como un proyecto de vida alcanzable. Actualmente, solo 45 alumnos indígenas estudian en la UCR”, dijo Hernández
Embarazo adolescente. El año pasado, cuatro estudiantes del Liceo indígena China Kichá, en Talamanca, hicieron las pruebas de bachillerato. Todos eran padres de familia; solo uno de ellos pasó. Este año, dos alumnos van a hacer los exámenes; los dos también son padres.
“Aparte de la responsabilidad familiar, en este colegio no hay luz, no hay biblioteca, se inundan las aulas. Solo pedimos las mismas oportunidades que los otros colegios. Nos mandan a la guerra, sin darnos armas”, dijo Gamaliel Molina, profesor de Inglés.
En este colegio, los alumnos de quinto año hasta hace tres meses tuvieron profesor de Biología. Mientras tanto, ellos estudiaban solos con el libro.
Lejanía. Dos horas camina el alumno Isaac Céspedes, quien es padre de familia, para llegar al Liceo Palmera, ubicado en Bajo Chirripó, Talamanca.
Él debe cruzar varias quebradas para llegar hasta su colegio, donde el ausentismo es otra de las causas que inciden en la baja promoción de bachillerato.
“Muchos cruzan ríos para llegar aquí. Si llueve mucho, es muy riesgoso que los pasen, entonces no vienen. Además, por un gran aguacero se deben suspender las clases”, contó el director de este centro, Jeyner Mata, quien agregó que este año siete alumnos harán las pruebas nacionales.
La infraestructura del centro está en mejores condiciones; sin embargo, hace dos años no tienen luz porque se dañó el panel solar que se la suministraba.
“Yo desearía poner un proyector para explicarles la materia. A ellos les encanta, pero no puedo; lo que hago es traerles dibujos hechos por mí”, dijo la docente de Biología Lariza Vega.
La motivación y preparación a pocos días de las pruebas nacionales se siente muy diferente en el Liceo de Shiroles y en el Colegio Científico de Alajuela.
“No estoy lista. En Mate necesitamos tutores porque tenemos muchas dudas, pero no hay quien las dé. La preparación para bachi ha sido muy corta”, dijo la alumna del Liceo de Shiroles, Rebeca Molina, quien es madre de un niño.
Por su parte, Valeria Gómez, del colegio alajuelense, ya quiere que sean las pruebas.
“Me siento estusiasmada y muy preparada. La clases aquí son muy buenas; si uno tiene una duda, manda un correo al profe y él, a cualquier hora, contesta. Los laboratorios ayudan mucho a que no se nos olvide nada”, contó Gómez, quien obtuvo 747 puntos en el examen de admisión del Instituto Tecnológico.