Yislen sí que tiene razones de sobra para no ir a la escuela; aún así, su persistencia es ejemplar.
La primera: vive a tres horas de camino a pie, entre la montaña, del centro educativo de Bajo Bley.
La segunda: el maestro que el Ministerio de Educación Pública (MEP) les asignó los abandonó sin avisar desde setiembre del año pasado aduciendo que esta zona es de difícil acceso. Sin embargo, este docente, de apellido Morales, cobró el salario que no se ganó en siete meses de dejar sin clases a Yeslin y una treintena de alumnos indígenas.
Aun así, la pequeña, de nueve años, baja todos los días para recibir una hora de clase de Lengua y Cultura, la única materia que les imparten desde que su maestro los abandonó.
Y la tercera razón para no ir a la escuela: ninguno de sus papás la puede acompañar en su ruta a través de la montaña. Tiene que bajar sola desde el monte, y cruzar el río, llueva o haga calor.
Tres razones suficientes para dejarlo todo. Aún así Yislen no deja de asistir a clases de primer grado, aunque tiene 9 años. Va con su salveque, su blusa escolar y cuadernos donados por algún desconocido. Y no ha faltado un solo día a lecciones, contó el profesor de Lengua y Cultura, Elmer Díaz López.
Los alumnos indígenas de Alto Telire son así de persistentes a pesar de que todo está en contra de ellos.
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Una de las estudiantes,de 16 años sigue yendo a clases con un embarazo en estado avanzado, contó Susana Ávila, médico de familia de la CCSS.
Es una joven que, como muchas de su edad en esos territorios indígenas, vive en unión libre, están embarazadas o con hijos.
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Falta un comedor escolar, aunque hay una treintena de alumnos registrados que necesitan alimento todos los días.
Tampoco hay comida para compartir en el recreo.
También necesitan medias, pero de futbolista, de talle alto para que los proteja del roce del hule de la bota.
Y claro que necesitan comida, para ellos y sus familias, porque acuden a la escuela mal alimentados. Tres de cada cuatro niños no tienen ni el peso ni la talla para su edad. Padecen de desnutrición crónica.
Entre ellos, el hermano de Yislen, un bebé de escasos meses de nacido, quien tuvo que ser puesto en observación por los médicos de la CCSS varios días por deshidratación. Como su hermana, él está desnutrido.
Necesitan también máscaras para pescar en el río Telire o en los afluentes que desaguan aquí.
Es tradición salir de la escuela a pescar. Ellos pescan bobos como parte de su dieta y es lo que llevan a su casa al salir de clases. Estos pescados forman parte de la escasa proteína que consumen junto a la yuca, plátano, palmito y frijoles que siembran sus padres.
La médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, Susana Ávila, y un grupo de colegas de la CCSS están recogiendo estas ayudas para los niños de Telire y sus familias.
El equipo de la CCSS volverá a Alto Telire en mayo. Entrarán el 30 de ese mes y saldrán el 10 de junio.
Para entonces, esperan recoger estas donaciones que servirán de mucho a familias como las de Yeslin o como la de la joven embarazada que sueña con seguir sus estudios.