Martes 4 de marzo. Eran casi las 9 a. m. de un día más. Antonio Álvarez Desanti se dirigía a su oficina en barrio Dent, cuando su asistente le pasó un mensaje al teléfono celular: “mañana Semanario publicará encuesta política”.
“Llegó la hora de la verdad. Hoy se revela la foto, no hay más que podamos esconder”, recuerda Álvarez que dijo para sí mismo.
En el comando de campaña de Liberación Nacional no querían ver encuestas publicadas.
“Sabíamos que iban a ser desfavorables. Preferíamos que no hubiese encuestas mientras sacábamos agua del bote”, recordó el exjefe de campaña durante una conversación con La Nación este jueves.
Resultados adversos. Tras enterarse de que el Semanario Universidad publicaría una encuesta de la Universidad de Costa Rica (UCR) al día siguiente, y sin conocer los números, Desanti llamó a la firma Cid-Gallup. Días antes, el Partido Liberación Nacional (PLN) le había encargado a esa casa encuestadora un estudio a nivel nacional de 1.202 personas, que debía estar listo el miércoles 5.
Álvarez buscó los resultados preliminares. La respuesta de Cid Gallup fue avasalladora: en el mejor de los casos resultaría un 70% de intención de voto para Luis Guillermo Solís y 30% para Johnny Araya. El estudio indicaba que el liberacionista perdería la elección en todas las provincias; prácticamente todas las variables analizadas eran desfavorables.
Casi al mismo tiempo, Álvarez tuvo acceso a otra encuesta, de Demoscopía. En este caso, el resultado era peor, 75% de apoyo para Solís y 25% para Araya. El jefe de campaña también habló con el periodista Ricardo Castro, quien le facilitó otro estudio que Borge y Asociados hizo entre el 11 y 20 de febrero para la revista política Poder .
Esa medición le daba al opositor Luis Guillermo Solís opiniones favorables del 75,9% y desfavorables de 14,8%, muy por encima del candidato oficialista, quien recibió 37% de criterios buenos y 53% de apreciaciones negativas.
“Sabemos que entre todas las mediciones, las encuestas de la UCR siempre han sido las más negativas para nosotros. Yo me pregunté: ‘Si estos son los resultados que tenemos, ¿cómo van a ser los del Semanario Universidad ?’”, recordó Álvarez al reconstruir los hechos.
Giro inesperado Esa misma mañana, a las 9:30 a. m. , Álvarez mostró los números al comité de imagen en la casa de campaña, en la Sabana.
Estaban los periodistas Armando Vargas y Leah Netzer, el asesor Danilo Morales, Rodrigo Garnier, vicepresidente de la agencia de publicidad Garnier BBDO, y el diputado independiente Luis Fishman.
El equipo concluyó que debían cambiar el tono de la campaña por uno más confrontativo. “No era una campaña de trapos sucios, sino algo donde marcáramos diferencia con el Gobierno”, dijo Fishman.
El comité también le pidió una cita urgente a Araya. El candidato recibió a Antonio Álvarez y Armando Vargas en su casa, pasado el mediodía.
Hasta ese momento, Araya estaba optimista. Era consciente de que seguía en desventaja frente a Solís, pero había recuperado la ilusión, tras pasar días malos luego de la elección del 2 de febrero.
El apoyo de las Iglesias evangélicas, una semana antes, le dio un golpe de entusiasmo, contó Álvarez. Pero esa alegría se apagó en la sala de su casa, cuando conoció los resultados de las encuestas.
Ahí, por primera vez, lo escucharon hablar de abandonar la campaña. “Qué problema, qué problema. En estas condiciones yo no expongo al Partido. No vamos a tener recursos, las contribuciones se van a venir al suelo. Vamos a dejar al Partido en quiebra y tener un resultado electoral humillante. Yo prefiero no seguir adelante”, dijo Araya, según contó Álvarez.
Los tres analizaron alternativas para recuperar apoyo electoral, pero rápido se quedaron sin ideas.
“Más publicidad? ¿Una propuesta electoral distinta? ¿Cuál? Ninguno de los tres veía viable atacar al Gobierno. Eso no iba a generar nada. Entonces, ¿cuál es la alternativa?”, narró Álvarez.
“Nos parecía que (la salida) era una opción viable. Analizamos la situación y concluimos que la propuesta era la más conveniente. Pero ahí no se definió. Él (Araya) dijo que lo iba a consultar con alguien más, creo que familiares. Acordamos hablar en la noche”, prosiguió el exjefe de campaña.
Decisión secreta Con esa carga encima, Araya salió a dar una conferencia de prensa a las 3 p. m., donde anunció el plan de vivienda de su eventual gobierno. Luego fue a Alajuelita. Ahí, mientras hablaba a la gente en el salón comunal de Concepción, barajaba en silencio la posibilidad de abandonar el barco.
Pasadas las 9 de la noche, Araya llegó a la casa de Antonio Álvarez en Lomas de Ayarco, Curridabat.
Para entonces, el resultado de la encuesta del Semanario Universidad era público y confirmaba la tremenda caída del verdiblanco, que recibió la intención de voto del 21% de los consultados, frente a un 64,4% para Luis Guillermo Solís.
“Ahí prácticamente tomé la decisión”, reveló Araya a La Nación 24 horas después de irse.
Los dos terminaron al filo de la medianoche en casa de Armando Vargas, afinando la estrategia para comunicar su retiro. Vargas escribió el discurso que el candidato pronunció en el hotel Corobicí.
A esa hora, la cúpula del Partido y el comando de campaña desconocían la determinación de Araya de retirarse de la contienda electoral.
Casi a la 1 de la mañana del miércoles, Álvarez tomó el teléfono y le informó lo ocurrido a Rolando González, gerente de la campaña. González recién llegaba a su casa de una gira en Siquirres y la noticia le cayó como agua fría, especialmente porque horas antes conversó con Álvarez sobre las encuestas y este no le mencionó la posibilidad del retiro. “Le dije a Antonio que no compartía la decisión, pero comprendía”, narró el futuro diputado.
Ese mismo miércoles, temprano en la mañana, Araya informó de su decisión a su familia. “A mi hermano (Rolando) no le consulté, nada más le conté. A mis hermanos, en realidad los tres han estado muy cerca, muy solidarios”, afirmó.
A las 8:30 a. m., en la casa de campaña, Álvarez informó a los candidatos a la Vicepresidencia, Jorge Pattoni y Silvia Lara, que su líder había decidido dejar de batallar. Fue en ese momento cuando el secreto comenzó a romperse.
“Es una decisión que para mí es difícil consultar. Si lo hago, voy a encontrar la mitad que dicen que sí, la otra mitad que dicen que no. Yo tenía la responsabilidad de valorar en mi fuero interno los factores que estaban en juego y yo siento que era la decisión correcta. Para mí fue muy significativo el hecho de conocer el mismo día cuatro encuestas diferentes”, dijo Araya.
Tras reunirse con su comando de campaña y con los 18 diputados electos, Araya se trasladó al hotel Parque del Lago, en Paseo Colón, donde informó al Directorio político liberacionista que se quedaba sin candidato. La reacción fue “violenta”, afirmó Álvarez.
“Muy agresivos. La primera reacción de ellos fue, ‘que sigan los vicepresidentes’. Pero el tema no era que se iba solo Johnny, se iba el Partido. Su reacción fue: el Partido tiene que seguir en campaña. Pero yo les dije: ‘¿Qué significa eso? ¿Van a hipotecar el Balcón Verde?’".
“Liberación Nacional es un partido muy caro, requiere mucho dinero. El partido tiene que cubrir las necesidades de los dirigentes como ellos esperan. ¿Quién va a poner esa plata? El candidato ya no va a estar recogiendo fondos. Las ayudas se habían caído a un nivel donde podíamos sacar la campaña de forma austera. Pero con esta última encuesta se nos iba a poner cuesta arriba. Hay una realidad”, manifestó Álvarez.
Para entonces, la prensa ya había anunciado la salida de Araya. No había marcha atrás.
“Una campaña política es como subir al ring. Si el candidato no está listo para subir, no se le puede subir a la fuerza”, dice Álvarez, obviando que, en este caso, el candidato fue quien bajó, luego de estar en el cuadrilátero por más de un año. Colaboró el periodista Aarón Sequeira