La Leona, Corcovado. Wilson Ramírez Vega se paró sobre una piedra en una de las orillas del río Madrigal, en el Parque Nacional Corcovado, miró varios segundos la arena y la vegetación alrededor y sentenció: “Si usted me deja trabajar un mes en este lugar, yo le saco hasta ¢100 millones en oro”.
“¿No estará exagerando?”, le pregunté.
“Yo sé por qué se lo digo”, expresó con voz serena mientras,de cuclillas, tocaba el agua.
Cuando uno escucha el relato de vida de este exorero con ocho años de ser guadarparques, entiende la razón de su autoridad para hablar sobre el tema.
Así como en Corcovado hay túneles para la extracción de oro con nombres como El Churchy y El Efraín, también hay uno muy famoso llamado El Wilson.
Sí, se trata del mismo Wilson que ahora vela por la protección del parque en la estación de La Leona, la entrada más utilizada por los turistas para adentrarse en la selva.
Años atrás –dice– se habría enorgullecido por haber descubierto uno de los sitios donde todavía la gente sigue sacando oro.
Antes y ahora. Wilson justifica lo que hacía allá por los años 80 como un asunto de necesidad. Él recuerda cuando caminaba hasta 18 horas llevando 50 kilos de peso en la espalda y jalando un tuvo de PVC de 50 metros para orear.
Más de 20 años después, si bien no critica del todo a los oreros, lamenta el daño que hacen, tanto como el que él produjo alguna vez.
“Llegaba a las 10 de la noche, pegaba cinco ‘barrenazos’ (hacer agujeros en la tierra), ponía dinamita... ¡Pa! ¡Pa! ¡Póngale huyendo! Y ya luego trabajaba cuatro o cinco horas”, relató hace unas semanas el hombre de 53 años, padre de cinco y dueño de un espeso bigote.
“En El Balín –otro túnel– dinamitaba y al día siguiente oreaba, pero en El Wilson trabajaba todo el día, de 7 a 4 de la tarde... podía pasar una semana en la montaña y salía sábados y domingos; incluso, tenía peones”, continuó.
Producto de lo que sacó, Wilson compró varias parcelas en Puerto Jiménez. En 1985, fue uno a los que el Estado indemnizó con un terreno de cinco hectáreas para que dejaran la orería.
“Hoy no hay oro de hambre (buscarlo para comprar de comer)”. Esa es la diferencia que Wilson ve entre extraer oro en los 80 y hacerlo hoy. Ahora –dice– mucho de lo que se saca termina en drogas.