La temporada de incendios forestales 2013 ha sido la más devastadora de la última década, con 55.603 hectáreas (ha) arrasadas por el fuego en todo el país.
Comparado con el 2003, este año las llamas destruyeron 22.821 hectáreas más; un aumento del 70% en una década.
En cada una de esas hectáreas caben dos canchas de fútbol, por lo que más de 111.000 canchas cabrían en un área devastada que representa el 1% del territorio.
Según datos de la Comisión Nacional sobre Incendios Forestales (Conifor), este año se atendieron 162 incendios. De estos, 103 sucedieron en áreas silvestres protegidas y 59 en fincas privadas y en otros terrenos que son propiedad de instituciones estatales.
Muchos de estos incendios fueron desencadenados por el hombre, con quemas para limpiar el terreno de pastos (18% de los incendios), preparar lotes para la agricultura (17%), por vandalismo (15%) y por cacería (8%).
La mayor parte se dio por cambio en el uso del suelo (30%) debido a la presión por extender la frontera agrícola y urbana. Esto obliga a la gente a talar el bosque para destinar esos terrenos a otras actividades, y la herramienta para “limpiar” es el fuego.
Este tipo de “limpieza” es más frecuente en la Región Huetar Norte y Tempisque.
“¿Las razones? En el 2012 y 2013, el ganado repuntó y esto generó presión por extender la frontera agrícola; también está el tema de desarrollo turístico”, explicó Luis Diego Román, coordinador de Conifor.
La Ley Forestal y el Código Penal sancionan con pena de cárcel de uno a tres años a quien provoque un incendio forestal. A quienes hagan quemas sin permiso, la ley los sanciona económicamente con penas de 10 a 200 días de multa.
Impacto. Aunque los incendios forestales fuera de áreas protegidas fueron solo 59, su potencial destructivo alcanzó las 51.592 hectáreas: el 93% de todo el terreno quemado este año. La mayor pérdida se dio en bosques secundarios (13.126 ha), pastos (9.936 ha), pastos arbolados (9.045 ha) y sabanas naturales (2.556 ha).
“Estos bosques conforman el área de amortiguamiento para los parques nacionales. Lo preocupante es que el paisaje se va fraccionando cada vez más, con los consecuentes problemas para la vida silvestre porque los animales tienen cada vez menos áreas donde alimentarse, migrar o tomar agua . A mediano y largo plazo, eso será un gran problema ”, advirtió Román.
Muchos de estos terrenos han sufrido incendios en otros años. Por tal razón, ante una exposición constante al fuego, los bosques van perdiendo su capacidad para recuperarse naturalmente.
“Dependiendo de la intensidad calórica del incendio, el suelo pierde componentes químicos que son favorables a la regeneración del bosque”, explicó Román.
Además de todo este daño, se debe contabilizar la fauna silvestre que muere calcinada al no poder escapar de las llamas. Es el caso de tortugas, serpientes y anfibios, entre otros.
Otra consecuencia es que, ante la carencia de vegetación y con la llegada de las lluvias, se propician procesos de erosión que derivan en deslaves y deslizamientos.
En el mediano plazo, esa erosión depositará sedimentos en las cuencas bajas de los ríos, aumentando el riesgo de inundaciones.
“A todo eso hay que sumarle el impacto socioeconómico causado por los incendios en cuanto a las pérdidas de cultivos”, dijo Román.
Cambio climático. Este año, las regiones más afectadas por incendios forestales fueron la Chorotega, Pacífico Central y Huetar Norte.
“El fenómeno de El Niño produjo un déficit de lluvias durante la época lluviosa 2012, lo cual hizo que la temporada 2013 se iniciara casi un mes antes y finalizara a mediados de junio”, aclaró Román.
Según los escenarios de riesgo ante cambio climático elaborados por el Instituto Meteorológico Nacional (IMN), esas son las tres regiones más vulnerables a sufrir una disminución en las precipitaciones y, por tanto, a ser secas.
Los meses secos en estas regiones coinciden con la generación de sistemas de alta presión en el Caribe norte, que producen fuertes vientos, los cuales se propagan por las llanuras sancarleñas aprovechando los espacios existentes entre las montañas y los volcanes de la cordillera volcánica de Guanacaste.
Así las cosas, la combinación de condiciones secas más la presencia de fuertes vientos favorecen que el fuego se propague con facilidad.
Aunque aún están por venir los meses más lluviosos (setiembre y octubre), Román se muestra preocupado porque la falta de lluvias este año repercutirá en la temporada del 2014.
Conifor solicita a las personas no realizar quemas sin los respectivos permisos, en horas no adecuadas y sin medidas preventivas. Las condiciones naturales están dadas; la idea es que las personas no sean la chispa que propicie el fuego.