Barrantes: falta pastoral misionera ES EL RIESGO. "Mi mayor miedo es que el administrador mate al pastor", confesó monseñor Hugo Barrantes, próximo arzobispo. Edad: 66 años. Años de sacerdocio: 40. Años de episcopado: 4. Monseñor Hugo Barrantes está a muy pocos días de asumir las riendas del arzobispado de San José, en lugar de monseñor Román Arrieta. En conversación con este diario, da a conocer parte de los cambios que planea ejecutar, se refiere a la situación actual de la Iglesia y los desafíos. Estamos en un momento de cambios en la jerarquía de la Iglesia: nuevo obispo en Tilarán, usted asumirá el arzobispado y la Conferencia Episcopal tiene otro presidente. Estos relevos, ¿traerán cambios de fondo en las políticas de la Iglesia Católica? Un largo servicio en la Iglesia, aún de personas valiosas y capaces, como los obispos que acaban de ser jubilados, sin restar méritos en absoluto, trae desgaste. Todo cambio abre nuevas perspectivas y pienso que sí puede darse un dinamismo con estos cambios. Teólogos y sociólogos de la religión opinan que la arquidiócesis no ha tenido una pastoral clara y definida durante varios años ¿Cuán cierta es esta afirmación? Debemos superar el modelo de una pastoral conservadora para pasar a una pastoral misionera. Hemos estado manejando mucho la pastoral desde un concepto de cristiandad que ya no funciona, que supone que todos aquí son católicos y resulta que ese es el gran engaño. Se ha aplicado una medicina que ya no funciona. ¿Por qué han fallado los intentos de una pastoral bien definida? Como pastor, creo que muchas veces se decide desde arriba, desde el escritorio y el verdadero proceso es iniciar de abajo hacia arriba. Un obispo no puede gobernar por decretos. ¿Su principal reto es lograr una pastoral urbana? Urbana con un acento profundo misionero y buscar al alejado; por eso insisto en el término de que hay que echar la Iglesia a la calle. ¿Cómo lo va a lograr, cuando hay una percepción de que los obispos están alejados del pueblo y, en algunos casos, son poco conocedores de los conflictos de sus diócesis? Cuando un obispo tiene una arquidiócesis de 1,8 millones de habitantes y más de 300 sacerdotes, se pierde contacto con los fieles. Por eso creo en delegar funciones y rodearme de un equipo de colaboradores, que es lo que pienso hacer. ¿Considera que el poder en la arquidiócesis estaba centralizado? Puede ser, pero mi personalidad no es así. Soy amigo del diálogo y la consulta. Se necesita delegar muchísimas funciones, de manera que cada día sea menos funcionario para ser más pastor. A propósito de las crisis que se han dado con sacerdotes, ¿considera que se debe ser más estricto a la hora de seleccionar seminaristas? Ya decidí tener un contacto permanente con los muchachos en los diversos niveles, no con la masa de estudiantes. Pienso asistir a los escrutinios, donde los grupos de formadores opinan sobre los futuros sacerdotes. ¿Se ha quedado rezagada la jerarquía de la Iglesia en relación con nuestra sociedad? Pienso que se ha dado algo de eso y es por un complejo que tenemos los ticos de creer que todo anda bien y nos creemos la joya de Centromamérica, y eso también ha llegado al clero. Esto ha hecho que el clero entre en una actitud pasiva, sin creatividad... como vemos que todos los domingos el templo se llena. ¿Son los ritos muy rígidos y poco vivenciales, aburridos? Es uno de los retos que le voy a proponer a la Vicaría de Liturgia. Hoy, la gente no está movida por elementos intelectuales o normativos, sino por lo afectivo y simbólico. Necesitamos lo que se llama una nueva estética de la Iglesia, que el mensaje del sacerdote hable a la vida. ¿Cuál es su mayor temor al asumir el cargo de Arzobispo? Temo que la organización misma me trague, me da mucho miedo que el administrador mate al pastor. El consuelo que tengo es que lo puedo lograr en la medida que delegue funciones.