Paso Canoas y David. A las diez de la noche del miércoles pasado, 986 migrantes cubanos dormían en un albergue habilitado por el Gobierno panameño en Paso Canoas, frontera con Costa Rica, a la orilla de la carretera Interamericana.
Sumaban una noche más a los meses de espera por alguna medida que les permita seguir su viaje hacia Estados Unidos; pero ellos no son los únicos que le meten presión a la crisis migratoria de la región.
A la misma hora, a 200 metros del albergue cubano, un microbús blanco se detuvo al lado de las oficinas de Migración de Panamá. Ocho africanos, de diversas nacionalidades, se bajaron del vehículo y empezaron a caminar hacia el lado costarricense del pueblo, sin que nadie los detuviera.
Ya en Costa Rica, los africanos se pararon en una esquina, frente a la sucursal del Banco de Costa Rica (BCR). Quien los viera creería que esperaban un autobús, pero cinco minutos después, dos jóvenes se les acercaron y les hablaron. Entonces, los africanos empezaron a caminar.
“¿El hotel Alpina?”, preguntaba uno con palabras enredadas, apenas entendibles, mientras procuraba llegar al alojamiento.
Para la 1:30 a. m., tres horas y media después, la cifra de africanos que desfilaron esa noche por las calles de Paso Canoas ascendía a 150, según pudo observar un equipo de este diario. Se movían directamente hacia hoteles ubicados en una misma cuadra.
No portan documentos ni acarrean grandes equipajes, y el poco español que saben es para decir que tienen hambre y carecen de dinero.
“Aquí no nos quieren dar papeles”, dijo uno en referencia a Costa Rica, y alegando que para entrar a Panamá, sí se los dieron.
Tanto la Dirección General de Migración como la Policía de Fronteras hablan de al menos siete naciones de procedencia: Congo, Níger, Nigeria, Senegal, Costa de Marfil, Ghana y Somalia.
Su llegada al continente americano se da en situaciones precarias, utilizando redes de tráfico de personas.Casi todos cruzan el Atlántico ocultos en barcos cargueros desde distintos puertos de España y Portugal, ante la imposibilidad de entrar a Europa, donde la oleada migratoria se desborda y mantiene en alerta a las autoridades.
Otros abordan los buques portacontenedores en costas africanas, con la esperanza de llegar a Estados Unidos, pero terminan mucho más al sur. Tanto los primeros como los segundos arriban principalmente a puertos de Brasil, Colombia y la región de las Guayanas. Desde allí, inician su viaje terrestre hacia el norte sea por Perú, Ecuador o Panamá.
El viaje por mar se da en las peores condiciones; escondidos en contenedores, tirados, en el mejor de los casos, sobre colchonetas, con poca agua y comida.
Cientos de hombres, e incluso mujeres embarazadas y niños, transitan en los cargueros al no tener la posibilidad de entrar a la zona Euro y terminan cruzando por los países de la región. De ahí que en el término técnico con el que las autoridades los llaman es migrantes extracontinentales.
Complicado. Allan Rodríguez Vargas, coordinador de la Unidad de Refugio de la Dirección de Migración, asegura que la situación “es complicada”. “Hemos tenido un incremento propiamente en frontera. Están ingresando en cantidades importantes y tratan de explorar varias posibilidades para seguir su camino hacia Estados Unidos”, declaró.
Los que todavía tienen recursos procuran escabullirse de los controles migratorios para continuar con coyotes que siguen operando en la zona fronteriza, al parecer, conectados por los traficantes de personas que traían a estos migrantes desde los países de Suramérica.
El funcionario explicó que otros solicitan refugio porque ya no tienen dinero para cruzar el país. De ahí que optan por pedir alguna ayuda del Gobierno.
“Nosotros, el día martes, atendimos a 68 personas que estaban anotadas, y ya había entre 70 y 100 personas más anotadas para la próxima semana”, agregó.
También se han identificado pequeños grupos provenientes de países asiáticos como Irán, Bangladés y Nepal.
La directora de Migración de Costa Rica, Kattia Rodríguez, afirmó que la situación debe atenderse de manera regional, pues una sola nación es incapaz de solucionar el problema. “Los flujos migratorios siguen estando presentes en nuestro país. Debemos recordar que somos una zona de paso, no solo de cubanos, sino también de extracontinentales; de ahí que las respuestas que tenemos que buscar no deben limitarse a Costa Rica, sino en conjunto con los demás países de la región”, afirmó Rodríguez.
En México, por ejemplo, la cifra de africanos indocumentados detenidos subió de unos 500 a más de 2.000 entre el 2013 y el 2015, la mayoría era de origen somalí.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) señaló en su informe del 2013 un “incremento de la cantidad de inmigrantes irregulares que habitan Mesoamérica. Ello debido a factores como el incremento en el flujo migratorio, la alta porosidad de las fronteras, la complejidad y los altos costos de los procesos de regularización”.
Mezcla de factores. Costa Rica enfrenta esta oleada extracontinental cuando acaba de resolverse la crisis de los casi 8.000 cubanos que quedaron varados aquí desde finales del año pasado, y con la presión de otros 2.000 isleños que se aglomeran ahora en Panamá.
“Reconocemos el fenómeno, y tanto lo reconocemos que realizamos la convocatoria en San José para analizar la realidad que vive la zona. Hay un problema reconocido por los Estados, y requiere de un tratamiento regional”, declaró sobre el tema el presidente de la República, Luis Guillermo Solís.
El mandatario dijo que hay que diferenciar la migración extracontinental de la cubana, pues los isleños vienen con documentos, recursos y la posibilidad de radicarse en Estados Unidos.
Confirmó que muchos africanos se niegan a identificarse y a mencionar su origen para no ser deportados.
Según Solís, si son aprehendidos, los llevan a un centro de detención y son puestos a las órdenes de las autoridades. No obstante, advirtió de que “hay mecanismos a los cuales pueden recurrir para garantizar su estadía, los cuales no siempre llevan a una solución rápida”. Citó el ejemplo de los haitianos que entraron de la misma forma y llevan años viviendo aquí.
Los africanos, añadió el presidente, cruzan la agreste zona del Amazonas y el resto de países por medio de redes de traficantes, lo que calificó como una actividad ilegal “más rentable que el tráfico de drogas”.
Solo en el caso de los 3.500 cubanos que habrían preferido irse de Costa Rica con coyotes hacia Estados Unidos antes de que la región acordara una salida a la crisis, se estima que ellos habrían pagado unos $3,5 millones.
En este contexto es que el Gobierno convocó a una reunión de urgencia, el martes 12 de abril, para que se analicen soluciones.
A la cita están convocados vicecancilleres, jefes de entidades migratorias y otros funcionarios de Estados Unidos, México, Centroamérica, Panamá, Colombia, Ecuador y Cuba.
Las autoridades no tienen la capacidad para frenar a los migrantes que cada noche burlan los puestos fronterizos panameños y costarricenses, en busca de los coyotes que los lleven al norte de América.
En Costa Rica, ni los números están claros. Por ser una población indocumentada, no existen registros de cantidad ni de identidad. Tampoco hay seguridad de que digan la verdad en cuanto a su procedencia, aseveró el encargado de los trámites de refugio.
El problema es visto de cerca por Estados Unidos. “Compartimos la preocupación por el gran número de personas que se están trasladando de un país a otro. Cabe la posibilidad de que haya personas peligrosas que pasen por ahí, quieran hacerle daño a nuestro país, y se estén ocultando como migrantes”, dijo a La Nación el jefe del Comando Sur, el almirante Kurt Tidd.
En otros países, el paso de africanos no está exento de problemas. En agosto del 2013, el diario El Tiempo, de Colombia, daba cuenta de que una red encabezada por dos sudafricanos, había movido a más de mil africanos por la costa atlántica.El 26 de febrero de este año, el rotativo Panamá América reportó declaraciones del director del Servicio Nacional de Fronteras de ese país, Cristian Hayer, quien reconocía que los africanos han estado utilizando rutas clandestinas para pasar de Colombia a Panamá, a través de la selva del Tapón del Darién.
Mientras tanto, cada noche, los africanos siguen apareciendo por obra y gracia de los coyotes en las calles de Paso Canoas, dirigiéndose a hoteles y luego cruzando el país con rumbo al norte.