Chiriquí, Panamá.- La crisis migratoria que vive la región desborda la capacidad de atención de las autoridades panameñas, que mantienen a más de 2.000 cubanos en la zona fronteriza con Costa Rica y prevén el arribo de al menos 1.200 más.
Según datos del Servicio Nacional de Migración de Chiriquí, facilitados a La Nación , los albergues abiertos en las cercanías de Paso Canoas hospedan a casi 1.200 hombres, 700 mujeres y 100 niños.
Varios centenares más se encuentran distribuidos en tres hoteles cercanos que funcionan como albergues. Los atiende el Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc).
Todos están a la espera de una solución que les permita seguir su camino hacia Estados Unidos, ya sea pasando por Costa Rica y el resto del Istmo, o por vía aérea.
No obstante, la administración de Luis Guillermo Solís decidió no recibir más cubanos en diciembre, por la crisis que se produjo cuando Nicaragua les cerró la frontera en noviembre y casi 8.000 quedaron varados.
Tanto Costa Rica como Panamá lograron acuerdos con el resto de la región para sacarlos por vía aérea evitando Nicaragua, pero una vez terminados los operativos, llegaron muchos isleños más procedentes de Ecuador, como lo hicieron miles de migrantes desde el 2012.
Ángela Buendía, directora del Sinaproc, afirmó que el trabajo voluntario y la cooperación de varias instituciones panameñas han permitido atender a los miles de cubanos, pero advirtió de que la situación no es sostenible: “Ningún país está preparado para los oleajes migratorios, y más cuando son de una manera desmesurada e incontrolable”.
En el 2012, Ecuador suavizó los requisitos para el ingreso de cubanos, lo que abrió la ruta a cubanos que intentan aprovechar las facilidades migratorias que les ofrece, en Estados Unidos, la Ley de Ajuste Cubano, de 1966. Esta les permite entrar legalmente si lo hacen por tierra o mar.
Desde Ecuador hasta la frontera México-Estados Unidos, los migrantes emprenden un recorrido plagado de estafas, robos, amenazas y coimas.
Situación complicada. Uno de los albergues está en un complejo de bodegas y predios de camiones. Está atestado de migrantes que esperan recostados en colchones dentro de tiendas de campaña.
La policía panameña les brinda alimentación básica, agua y baterías sanitarias. El escenario es similar a un campo de refugiados. La atención implica el uso de los recursos previstos para atender emergencias.
Organizaciones sociales, Cruz Roja y grupos religiosos, como la pastoral Cáritas, apoyan al Estado. Sin embargo, el malestar crece en las poblaciones cercanas a los citados centros, en vista de que la presencia de los migrantes cambia el ambiente local.
El manejo de la población cubana en Panamá no es sencillo. Los migrantes llegan cansados y tensos luego de atravesar Ecuador y Colombia.
“Ha habido problemas de indisciplina. Ellos refieren que han venido por pasos difíciles, están a la defensiva y les cuesta entender que el país les está brindando ayuda”, razonó Buendía.
Basta caminar unos minutos entre las tiendas para que los cubanos empiecen a pedir una salida. “Estamos agradecidos con el pueblo panameño, pero a ver cuándo nos pueden dar una solución porque mira las condiciones en que estamos”, decía a voz en cuello, Jorge Luis Delgado, quien salió de La Habana hace poco más de un mes.
Los cubanos están dispuestos a salir “a como sea” de Panamá, aunque reconocen que, si bien no están donde quieren, las autoridades los tienen protegidos.
Las autoridades panameñas apuestan a una solución negociada entre naciones. Esta podría empezar a gestarse en la reunión convocada por Costa Rica para esta semana. El presidente Solís declaró que la migración continúa aunque Ecuador, por presión tica, les impuso una visa de $400.
Añadió que muchos se habían asentado en Ecuador y empezaron a moverse, además de que influyen hechos como el ocurrido hace cuatro semanas en Colombia, donde un gobernador decidió otorgarles salvoconductos para llegar a la provincia panameña de Darién.