Se llama Kevin Casas Zamora y fue protagonista de uno de los mayores incendios políticos de la historia reciente de Costa Rica, con el TLC como combustible.
Era ministro de Planificación y vicepresidente de la República, con un futuro prometedor. Pero escribió al presidente Óscar Arias un memorando inaudito para aplacar el ‘no’ al TLC y acabó pagándolo. Se tuvo que ir. Salió del país a dedicarse a tareas académicas y luego a ejercer como secretario de Asuntos Políticos en la Organización de Estados Americanos (OEA), cargo de confianza del secretario general.
Ahora, siete años después, parece haber hallado razones para romper su autoexilio. “Quiero volver a la política”, dijo el miércoles pasado en una pausa durante un congreso sobre asuntos electorales, organizado por el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE).
Lanza críticas duras a su partido y pide reformas de fondo para el país. Detalla sus errores y por qué ve bien volver, aunque sabe que algunos no lo perdonan aún y quizás nunca lo hagan.
¿Cómo explicó en Washington estas elecciones ticas?
Fueron elecciones atípicas que revelaron debilidades y virtudes. El descontento con la clase política se canalizó por vías institucionales, lo que habla bien de nuestra cultura política, y el papel del dinero privado fue, en esta ocasión, mucho más limitado. Fue entretenido.
¿A qué atribuye el resultado de Luis Guillermo Solís?
Nunca hay una sola causa, pero en corto se puede decir que fue claro el rechazo fuerte contra Liberación Nacional (PLN) y a él se le vio como la opción responsable entre este descontento y el surgimiento de una figura de izquierda. Y un tercer factor: el sainete que se produjo antes alrededor del doctor Rodolfo Hernández (PUSC). La debacle del doctor Hernández fue como patear el tablero y las piezas quedaron en el aire y recordó a los ciudadanos uno de los aspectos más desagradables de los partidos tradicionales.
¿Se han reflejado esos factores en el gobierno de Solís?
Es temprano. Debemos esperar el informe de 100 días, al que se le ha atribuido tanta importancia y pensar que ahí se hará una mejor valoración y se verá el rumbo probable. Hace dos meses, Michelle Bachelet presentó su informe de 100 días, en el que decía que cumplió el 92% de una lista de 56 prioridades, como una reforma tributaria que da tres puntos del PIB, el replanteamiento del sistema electoral y del modelo educativo. Eso se logra cuando uno llega con gran claridad.
Parece estar diciendo que no ve resultados ni claridad en Solís.
No quiero meterme a hacer valoraciones. Es temprano y preferiría esperar al informe de los 100 días.
¿ Cuánto de lo que haga o deje de hacer Solís se puede atribuir a los actuales diputados?
Eso es crucial. Este país se volvió disfuncional desde hace tiempo y no es solo de personas. El problema es de fondo. Sé que Luis Guillermo Solís es inteligente, decente, culto y bien intencionado, pero podría haber dicho esos atributos sobre Laucha Chinchilla y ya vimos los problemas de su gobierno. Este país debe plantearse desesperadamente una reforma política que nos saque de la proliferación de puntos de veto a las decisiones.
¿Es mejor para el Gobierno tener en oposición a un PLN herido?
Tener una oposición sana siempre es importante; ayuda al Gobierno a estar alerta y rectificar. Sin ella, los gobiernos se vuelven gordos y pierden reflejos.
¿Cómo califica lo que le pasó a Liberación Nacional?
Fue una debacle extraordinaria en febrero y en abril.
¿Por qué tanto rechazo?
Liberación Nacional tiene que cambiar mucho. Sus mensajeros y su mensaje y la forma de hacer política. Tiene años de andar perdido en sus formas, porque no le puede hablar a la juventud y a la población urbana. Para mí fue revelador ver la noche de la elección de la primera vuelta; tres partidos esperaban resultados en su sede y el PLN en un hotel con un gran escenario, con un montón de dirigentes bailando música chiqui-chiqui , reforzando la imagen de plaza pública.
Usted estuvo en el 2006 bailando en una de esas tarimas.
Sin duda, pero ahora ha pasado mucha cosa y el partido no se ha adaptado a ello.
¿Es peor el resultado electoral o la forma de asumirlo?
Ambos son síntomas del extravío. El partido anda muy desorientado desde hace años. Yo fui elegido en una papeleta del PLN y juro que no tengo idea de cuál es la coalición social que ha sostenido al PLN desde 1998, a pesar de que hemos ganado unas cuantas elecciones. Nos dedicamos a hacer asambleas distritales y pelear salvajemente por diputaciones, un proceso en el que solo falta que se coman a alguien.
Y usted quiere volver al partido.
Quiero ayudar a revertir eso; Liberación Nacional podría ofrecer un mensaje que nadie da al país.
¿Un mensaje electoral?
Sí. Este país necesita un partido progresista en lo social, que se tome más en serio el tema de inversión social y una reforma tributaria progresista, que es uno de los grilletes nacionales. También, un partido abierto en lo económico, que diga al país, de manera clara, que gran parte de lo hecho de los 80 hacia acá era conveniente e imprescindible. Eso no lo oiremos de boca de nuestro señor presidente. Y tercero: un partido moderno en lo cultural, que no adopte como norma mandar a su candidato a arrodillarse ante los obispos católicos para tratar de ganar una elección. Don Pepe Figueres era agnóstico y no tenía problema de decirlo y la gente no tenía problema en seguirlo. Que planteemos la necesidad de defender convencidos los derechos de las parejas del mismo sexo y debatir sobre las drogas, como otros países de la región.
¿Piensa que Solís no cree en el modelo económico del país?
La abrumadora mayoría de la dirigencia del PAC no cree necesario lo que ha hecho este país con su economía en los últimos 25 años.
¿Se siente usted perdonado por el memorando del TLC?
Eso no lo decido yo. Sí le puedo decir que he reflexionado muchísimo sobre eso. Saqué lecciones importantes y habrá gente que nunca me perdone; están en su derecho.
¿Qué lecciones?
Primero, no hay ninguna decisión política que justifique el nivel de acritud que tuvimos con el TLC. Ninguna política pública justifica los insultos que nos dijimos ni las amenazas. El TLC no era tan importante como para ir a esa guerra santa. La segunda lección es más personal: adquirir la conciencia de que en la niebla de la batalla uno puede recoger errores de juicio terribles y yo cometí uno muy grande. La tercera lección es ser más cuidadoso en juzgar a otra gente.
En su propio partido le van a recordar el memorando.
Es inevitable. Uno no puede huir de su historia. Toca poner el pecho y seguir adelante. No hay insulto que no me hayan dicho ya.
Usted es un político.
¡Ah, sí! Soy político como también académico y padre de familia. Siento la vocación de servicio público porque eso existe.
¿Es usted arista?
De ahí vengo, sin duda, pero lo último que necesita el PLN es una lucha fratricida de tendencias.
¿Puede ser letal el golpe de estas elecciones? Los partidos con una larga trayectoria cuesta mucho matarlos. Hay partidos que han muerto, pero no de la noche a la mañana. Si Liberación persiste en una lucha interna, puede acelerar su proceso de descomposición. Este regreso hará pensar a muchos que quiere ser candidato.
Enfáticamente le respondo que no. No tengo ninguna intención de ser candidato en el 2018.
Luis Guillermo Solís tampoco tenía intención hace cuatro años.
Bueno, no sé. La bola de cristal no la tengo. Sería una locura de mi parte. Yo no soy ciego y sé que debería pagar un derecho de piso.
¿Ha hablado con don Óscar Arias de este regreso suyo?
Muy por encima la última vez; le mencioné que tenía ganas de volver, pero nada concreto.