El 13 de octubre se cumplirán 30 años de que el expresidente Óscar Arias Sánchez ganara el Premio Nobel de la Paz.
Fue un martes de octubre de 1987, a las 7 a. m. hora costarricense –2 p.m. hora de Oslo, Noruega– cuando se anunció el galardón con el cual el comité de los Nobel reconoció los esfuerzos del entonces mandatario para alcanzar el acuerdo Esquipulas II, que puso fin a décadas de conflicto armado en Centroamérica.
“Es el día más feliz de mi vida”, fue una de las primeras declaraciones que dio el entonces presidente costarricense entre abrazos, risas y lágrimas de felicitación de sus allegados.
El premio, de $335.000, sirvió para crear la Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano que en la actualidad continúa promoviendo acciones en favor de la democracia, el desarme, la igualdad de género y la desmilitarización.
Arias se unía así a la exclusiva lista de hombres y mujeres de todo el mundo Nobeles de la Paz, que se comenzó a escribir en 1901.
Entre sus predecesores están el polaco Lech Walesa (1983), la Madre Teresa de Calcuta (1979), el presidente norteamericano Theodore Roosevelt (1906), y el defensor de los derechos humanos Martin Luther King (1964).
El costarricense se convirtió en el cuarto mandatario galardonado hasta ese momento con ese premio en el mundo. A la vez, fue el cuarto latinoamericano en recibirlo y el primer centroamericano a quien se le reconocieron sus esfuerzos en pro de la paz.
El Nobel le llegó a Costa Rica cuatro años después de que el país fuera nominado por primera vez.
En 1983, la abolición del ejército y la inversión histórica en salud y educación fueron consideradas como razones para que el país optara por el premio. Unos años después, la nominación de Costa Rica también incluyó la proclama de Neutralidad del presidente Luis Alberto Monge Álvarez (1982-1986).
Localizado por radio
La noticia le recibió Arias en la playa junto a su familia. Había ido a pasar unos días libres, consignó este diario el 14 de octubre de 1987.
Estaba en una finca de un familiar, en Bahía Ballena, al sur del país, cuando su hermano Rodrigo Arias Sánchez –entonces, ministro de la Presidencia– lo contactó para contarle la designación.
Costó ubicarlo por radio. Eran épocas sin celular, WhatsApp o redes sociales. La comunicación finalmente se logró a las 8:10 a. m. del 13 de octubre, e inmediatamente el mandatario se trasladó hasta San José con toda su familia: su entonces esposa Margarita Penón, y sus hijos Silvia Eugenia (con 12 años en aquella época) y Óscar Felipe (7 años).
En su residencia, en Rohrmoser, San José, donde siempre ha vivido, lo esperaban su mamá, Liliam Sánchez, y el expresidente José Figueres Ferrer.
Aquel fue un martes intenso, según registraron las crónicas periodísticas.
La agenda de Arias estuvo llena de entrevistas y llamadas telefónicas hasta las 9 p. m. Unos 500 telegramas de felicitación procedentes de todo el mundo llegaron hasta sus manos.
El editorial de La Nación del 14 de octubre, resume aquel logro: “Los costarricenses celebramos este galardón con orgullo y espíritu de unidad, pues si el Premio Nobel exalta a un patriota, nuestro Presidente, e inscribe su nombre en el álbum de luz de los apóstoles de la paz, el nombre de Costa Rica, otrora vilipendiado por una campaña infame del régimen sandinista, cobra renovado lustre y esplendor”.
Plan de paz
Egil Aarvik, presidente del comité noruego, calificó a Arias como el “arquitecto principal del plan de paz”, que solo unos meses antes habían firmado cinco presidentes centroamericanos.
El 7 de agosto de 1987 fue el histórico día del cese el fuego en la región, bajo la sombra del acuerdo Esquipulas II, en Guatemala.
El acuerdo contemplaba la amnistía para los rebeldes y un programa de reconciliación. La firma mereció otra portada de este diario, en donde se distingue a los cinco mandatarios del istmo, encabezados por Arias.
En su discurso de aceptación del Nobel, el jueves 10 de diciembre de 1987, Arias increpó a las potencias mundiales que en aquellos años alimentaron uno de los conflictos armados más sangrientos: “Apoyen las fuerzas de paz y no las fuerzas de guerra en nuestra región. Envíen a nuestros pueblos arados en lugar de espadas, azadones en lugar de arpones. Si ellos, para sus propósitos, no pueden abstenerse de acumular armas de guerra, entonces, en el nombre de Dios, por lo menos deberían dejarnos en paz”.
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Segundo mandato tras fallo de Sala
“Voy a pensarlo nueve meses”. Fue la declaración de Óscar Arias que consignó La Nación el 5 de abril del 2003, un día después de que trascendiera el histórico fallo de la Sala IV que revivió la reelección presidencial.
El exmandatario (1986-1990) --con 62 años en esa época-- estaba en Puerto Rico, donde le habían conferido un doctorado honorario de la Universidad de Georgetown, cuando recibió la noticia.
“Voy a considerar volver, esperemos por lo menos unos seis a nueve meses para tomar una decisión”, manifestó .
Lo que en principio fue solo una intención se concretó en las elecciones del 2006, al enfrentarse junto a otros 13 candidatos en la carrera hacia la presidencia de la República.
Su principal contendor fue Ottón Solís, del Partido Acción Ciudadana (PAC), de quien solo lo separaron 18.169 votos de diferencia tras el recuento final que emitió el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) más de un mes después de las votaciones.
La decisión de la Sala, tomada por cinco de los siete magistrados, fue catalogada como una de las más importantes en toda la historia de este órgano constitucional.
Quienes votaron a favor de la reelección, consideraron que la prohibición lesionaba los derechos fundamentales a ser electo y a elegir.
El fallo del órgano constitucional declaró con lugar las acciones interpuestas por los abogados Rubén Hernández y Edgardo Picado.