Cutris. San Carlos. La idea de salir del barro con algunas onzas de oro en la mano despertó la fiebre de decenas de coligalleros que invaden las fincas donde se cobijó el proyecto minero Las Crucitas, en Cutris de San Carlos.
Furtivos, de madrugada o a pleno día, escondidos por la vegetación, estos hombres venidos de otros rincones oreros del país, se agazapan en el fondo de las quebradas de los cerros que hasta el 2010 la transnacional canadiense Infinito Gold intentó explotar a cielo abierto.
Hasta aquí llegan en busca de fortuna, valiéndose del aislamiento, invadiendo el antiguo proyecto minero, donde ya han abierto 25 puntos de extracción en el corazón del poblado de Crucitas, un rincón del país que se hunde en el barro a 107 kilómetros de San José. Es el último poblado del distrito de Cutris, fronterizo con Nicaragua a la altura del río San Juan.
Greivin Rodríguez, administrador de la hacienda, que ahora se dedica al ganado bajo el conglomerado de ocho propiedades denominado Finca Ganadera Vivoyet, lleva dos meses batallando, según cuenta, contra los invasores que pretenden sacar a escondidas el oro que Infinito Gold no pudo por la vía legal.
Tanto la Fuerza Pública como la Policía de Fronteras han puesto a las órdenes de la Fiscalía unos 50 coligalleros, explicó.
El administrador del complejo ganadero que hoy ocupa las 805 hectáreas donde estuvo la compañía estima que la Policía es clave. Muchos de los coligalleros andan armados “y dispuestos a todo”, narró Rodríguez, quien es consciente de que estas personas no reconocen el marco de legalidad que eliminó la concesión minera en el 2010.
Contaminación y peligro. El proyecto minero Las Crucitas se inició en 1993 con una serie de estudios técnicos. Se determinó que los dos cerros, dentro de la propiedad de 805 hectáreas, podían darle a la canadiense Infinito Gold entre 800.000 y 1,2 millones onzas de oro.
La cancelación de la concesión minera, luego de sentencias de la Sala I y del Tribunal Contencioso Administrativo en el 2010 y el 2011, le ponía un candado legal a la extracción de oro de los cerros ubicados a cuatro kilómetros al sur del río San Juan, en el límite con Nicaragua.
Pero en esta región no cuenta ningún estudio de la Secretaría Técnica Nacional Ambiental (Setena) ni fallos de tribunales de la República; tampoco hay medidas preventivas ni estudios de impacto ambiental, agregó Ramírez, mientras mostraba restos de herramientas que quitaron a los coligalleros dos semanas atrás.
Además de armas, los coligalleros llegan con cantidades importantes de mercurio, un metal que, en forma líquida, les permite atrapar el oro que está en el lecho de las quebradas.
El domingo 14 de mayo, la Policía de Fronteras detuvo a un grupo de cinco oreros que portaban 1.889 gramos (casi dos kilos) de mercurio.
La jefa de la Dirección de Geología y Minas del Ministerio de Ambiente y Energía, Liliana Busquini, indicó que les preocupa la falta de conocimiento sobre la toxicidad del mercurio, que ingresa de forma ilegal desde Nicaragua, y procede de una mina clausurada en México.
El comisionado y director de la Policía de Fronteras, Allan Obando, aseguró que hacen todos los esfuerzos posibles porque la polución con mercurio es un riesgo para la población y el ambiente.
A los pobladores de Crucitas también les preocupa y atemoriza la situación, sobre todo si se toma en cuenta de que las fuentes de agua de los cerros del complejo Vivoyet abastecen a la comunidad y a su escuela.
Sin embargo, el mismo temor a represalias hace que los vecinos prefieran no identificarse, aunque agradecen la presencia de la Policía para desalentar el ingreso de coligalleros.