Este es un hombre vestido de traje entero y sandalias inseparables que va a llorar en dos ocasiones durante la entrevista en la Casa Presidencial y pedirá perdón por ello. Es calvo de familia, como su papá; mide 1,67 y tiene manos de boxeador, salvo por un anillo de oro que recuerda su maestría en administración en la Universidad de Stanford, California.
Este es el hijo menor del caudillo Pepe Figueres. Este es el hijo del hombre que abolió el ejército de Costa Rica, el personaje del siglo XX. Este es heredero de ese carácter intrépido, impulsivo, casi volcánico, dicen los que lo conocen.
Y esta es una entrevista con Mariano Figueres Olsen, el jefe de la inteligencia del Estado en Costa Rica y, aún más importante, el guardián y amigo fiel del presidente de la República, Luis Guillermo Solís.
En el bolsillo de la camisa se asoma el ‘vapeador’ inseparable con el que venció a los cigarrillos que consumía desde los ocho años. Debajo de su saco gris lleva la pistola semiautomática Sig Sauer, su marca preferida en el mundo de las armas. También lleva cargadores de munición al lado de la placa que lo identifica como jefe de la Dirección de Inteligencia y Seguridad (DIS), el mismo organismo que lo espió con fines políticos, asegura él.
Además lleva los tirantes para que tanto aparato no le baje los pantalones, aunque todos –incluido Edén Pastora– dicen que los lleva bien puestos, como su papá.
Mariano Figueres cumplió ya su año como director de la DIS, jefe de la Unidad Especial de Intervención (UEI) y responsable de la seguridad del hombre con quien trabó amistad verdadera comiendo chifrijos en el bar Cordero’s en Tibás centro, hace unos 14 años.
Es el “hermano” de Luis Guillermo Solís desde que ambos estaban en el Partido Liberación Nacional (PLN), es el hermano biológico del exmandatario José María Figueres y actual presidente de este partido. Es el hijo del hombre cuya cara está en el billete de ¢10.000 y en la taza que usa para beber té verde.
Es el quinto hijo reconocido de don Pepe Figueres, nacido el 11 de abril de 1960 en un ambiente abundante en política y pólvora, recuerda ahora este hombre que se declara experto en seguridad aunque nunca ha estudiado nada de ello. Nada. Ni en el Colegio Lincoln, ni en los cursos de bachillerato por madurez, ni en la maestría que hizo en Stanford con dinero de la empresa familiar y de su abuelo materno.
Tampoco fue a la academia militar de West Point en Estados Unidos, como sí lo hizo su hermano José María en 1979. No, Mariano andaba entonces la frontera con Nicaragua en un grupo sandinista dirigido por Edén Pastora, que lo recuerda como un muchacho valiente y frío.
Ese hombre valiente y resuelto, ahora con 55 años pero brioso como en aquellos tiempos, es la mano de confianza del presidente de la República, el que le cuida las espalda y el encargado de la reforma legal de la cuestionada DIS y hasta coordinador de la única encerrona de ministros hecha hasta ahora, en Turrialba. “Para que lleve el látigo”, dijo entonces Solís. Lo suyo va más allá de la seguridad. Aporta confianza, lealtad y consejo político. “Es de las personas más inteligentes que conozco”, dijo el mandatario otro día.
Figueres era parte del triángulo de cercanía del mandatario con el ministro de la Presidencia, Melvin Jiménez (destituido) y el diputado Víctor Morales Zapata, con quien compartía patrones como su simpatía por la izquierda, haber sido dirigente opositor al Tratado de Libre Comercio (TLC) en el 2007 y provenir de tierras políticas ajenas al Partido Acción Ciudadana (PAC).
Mariano Figueres pasa la mayor parte de su tiempo en Zapote, aunque la DIS está al otro lado de la ciudad, en La Sabana. Prefiere estar a la mano de Solís para cualquier emergencia en seguridad, en coordinación de giras o en lo que sea. Para eso es su “hermano”, como le llamó de manera pública el actual mandatario el 5 de marzo del 2014, cuando era candidato y su rival electoral Johnny Araya anunciaba su retiro de la campaña y lo obligaba a una reunión de crisis con el círculo de más confianza.
Ese día estaba, por supuesto, Figueres entrando y saliendo, chupando ansiosamente el aparato de vapor porque dos días atrás se había fumado el último Rex de su vida. Se suponía que él no iba a ocupar puesto alguno en el gabinete, pero Solís se aferró a un pequeño resquicio en su promesa. Ser jefe de la DIS es ser equipo de gobierno, pero no gabinete estrictamente, insisten ahora.
Cambiar la lucha
Fue una sorpresa aquel anuncio en el primer día del gobierno. Aún con la banda presidencial puesta y cientos de invitados merodeando aún por el Estadio Nacional, Solís necesitó solo 12 segundos para presentar a Mariano, como quien olvidaba contar algo irrelevante.
“Me acaban de dar la información adecuada. Con suma complacencia anuncio la designación del señor máster Mariano Figueres Olsen como nuevo director de Inteligencia y Seguridad del Estado. Muchas gracias”.
Así obligó a Mariano Figueres a dejar la mítica finca La Lucha en manos de la menor, Kirsten y pasar a la actividad política en primera línea, de saco y corbata.
Le encomendaba dirigir el mismo organismo de inteligencia estatal que en el pasado ha sido cuestionado por ejercer como policía política en tiempos del TLC, por ejemplo. “Yo tenía tranquilidad. Yo no pensaba venir. Estaba seguro que la noche de las elecciones me iba pa’ La Lucha, pero a última hora el presidente me insistió”.
– Cuesta creer que a usted le sorprendiera ese llamado. Usted conocía bien a don Luis Guillermo y sabía que iba a pedirle estar a su lado.
– Le digo con todo respeto una cosa: ¡vieras cómo me afecta que duden de mí!, como hace algunos días (publicaciones de este diario sobre su intervención para incluir al empresario Karl Single en una misión comercial a China). Ya voy a llorar. ¡Qué hijueputa! Yo no soy llorón, lo que pasa es que soy apasionado. Mi tranquilidad es estar trabajando en la Lucha y que nadie tenga derecho de dudar de mí; eso lo perdí al ser funcionario público. No me gusta ser visible”.
Ahora es quizás el director más visible en la historia de la DIS. Es comprensible para alguien que lleva al apellido Figueres. Tal vez sería notorio aunque tuviera un cargo menos en la Presidencia, y tal vez lo haría gustoso. Porque lo suyo no son las pasarelas ni las cámaras, insiste.
El 8 de mayo de 1994, cuando su hermano mayor tomaba el poder en el viejo Estadio Nacional, él estuvo en la gradería de sol con los invitados no especiales y 20 años después estaba ahí mismo, pero aplaudiendo a su compadre Luis Guillermo, un rato antes de ser anunciado como jefe de la inteligencia estatal.
“No tengo títulos de seguridad, pero sí de administración y en su momento vimos bien el replantear la estructura de la DIS. Mi conocimiento en seguridad es empírico, de toda la vida. Yo nazco en la Guerra Fría, el 11 de abril de 1960 en una familia sumamente política, con un padre que fue un hombre de acción y de posiciones y eso causaba situaciones tensas alrededor de su seguridad y sus desplazamientos. Yo mamé política y seguridad desde que nací”, cuenta en una sala fuera de su despacho. Una mesa equipada con micrófonos y un teléfono central, como para reuniones de crisis, es el escenario de la conversación con concedió el 13 de marzo del 2015.
Aquí se sienta con léxico popular y su discurso de político sobre la seguridad, sobre la participación ciudadana y sobre la desigualdad social como disparador de la violencia en las calles. Dice que añora un país sin armas en manos de ciudadanos, pero también defiende el derecho de una persona a defender a su familia, si es necesario con violencia armada. “Eso es muy humano”, reflexiona después de decir que sí, que sería hermoso que el país que abolió el ejército aboliera también las armas.
Él sabe de qué habla. Se familiarizó con las armas desde pequeño y le encantan. Le gustaron aún más desde que, siendo niño, su mamá Karen Olsen prohibió regalos de pistolitas.
Practicaba tiros apuntando a lo que fuera allá en la finca. Asegura que no le temblaba el brazo cuando se fue a la guerra sandinista, como guardaespaldas del Comandante Cero . Usaba un fusil pesadísimo con selector de fuego y de fabricación belga, de los que había enviado Carlos Andrés Pérez u Omar Torrijos, según Pastora. “Viví toda la crudeza de la guerra”, contesta Figueres. “Esas pesadillas no se superan”, añade en silencio y viendo al techo.
Al otro lado del San Juan, Pastora también lo recuerda. “Cuándo él llegó tuvimos que ejecutar a un esbirro somocista y él estuvo viendo. Parecía de piedra, frío, frío. Yo le decía que estaba como en la sala de su casa y él se sonreía. Siempre ha sido un hombrecito, enhuevadito , como el papa .
– ¿Corrió peligro él?
– Andando conmigo en las primeras líneas de combate corría el mismo riesgo de cualquier combatiente.
– ¿Para Mariano Figueres fue necesario disparar?
– Le aseguro que enfrentó momentos difíciles, aunque por modestia no lo cuente.
– ¿Directo a personas?
– En la guerra uno las dispara y Dios las reparte.
– ¿Le temblaba el pulso?
– Mirá, Mariano es el más parecido a don Pepe. De sangre fría. No le temblaba el pulso. En la guerra o te matan o matás, hermano.
– Y él regresó sano de allá.
– Él está muy vivito, como yo, pero yo no me atrevo a decir que tengo sangre en las manos. Tuve que eliminar a los que venían a eliminarme. Si él lo hizo, fue por necesidad. Mirá, Mariano es de los hombres que uno no olvida, que la naturaleza pare cada mil años, como don Pepe, como Fidel o el Ché (Guevara).
De guerrilla a la dis
35 años después, Mariano Figueres dirige el organismo que vigila la frontera donde Nicaragua, con Pastora, amenaza supuestamente la soberanía territorial tica. Por la zona fronteriza anduvo a finales del 2014 con Luis Guillermo Solís, en una visita que otros exdirectores de la DIS consideran riesgosa, aunque Figueres sostiene que la cercanía con los soldados de Nicaragua no supuso riesgo alguno. “El Presidente es de botas en el barro y quería ver la zona de primera mano”, justifica este antiguo amigo de Pastora.
“Estamos muy atentos a lo que ellos hacen”, asegura en otra entrevista en la sede de la DIS, sentado a la par del subdirector Jorge Torres. Ambos hacen equipo. “A él se le identifica como de derecha y a mí como un hombre de izquierda, así es que hacemos buen balance”. Se coloca ideológicamente entre el Frente Amplio y el PAC, aunque desde que renunció al PLN con Luis Guillermo Solís solo ha militado formalmente en la agrupación Alianza Patriótica (AP), fundado con pocas bases y con la misión de articular, sin éxito, a los sectores que participaron en el ‘no’ al TLC.
Lo fundó junto con Rolando Araya, que en la última campaña electoral apoyó a su hermano Johnny y fue entonces adversario de Solís y Figueres. “Mariano aporta a Luis Guillermo una gran amistad, una tremenda confianza y el apellido Figueres”, opina Rolando Araya, como opinan muchos otros. Le atribuyen un tremendo sentido de lealtad para quienes cree sus amigos. Y sus amigos son los que comparten la visión política, explica el propio director de la DIS.
Es decir, hay poca relación con la familia Figueres. José María lo considera inteligente, valiente, fiel y “representante de los principios de don Pepe”, pero reacio al protagonismo. Cuando el liberacionista visitó a Luis Guillermo Solís en la presidencia, Mariano prefirió irse del edificio y en las últimas semanas parece haber vuelto a la discreción que lo reconforta. En el 2014 sí estuvo más cerca de los micrófonos defendiendo un proyecto de reforma de la DIS que pretende eliminarle los indicios de policía política y promover una cultura de inteligencia.
Esto lo explica en la entrevista en la sede de la DIS, un edificio de 2. 000 metros cuadrados, viejo y oloroso a hospital. La llamada “sala de crisis” es un espacio forrado en láminas de hierro con huecos en el techo y cuatro pantallas grandes. Ahí Mariano mira un noticia sobre una intervención policial en la zona de conflicto con Nicaragua. Entrevistan a Ottón Solís y el director de la DIS para de hablar y pone atención a ese diputado oficialista que entra más en la categoría de adversario que de amigo.
Ottón Solís lo conoce de hace años. “Es idealista, pero no es mañoso. Yo lo oí en tiempos del TLC decir que solo con la fuerza armada se apea al neoliberalismo. Es un soñador y, bueno, ha tenido cariño por las armas, sin ser tampoco intelectual como don Pepe. El aporte podría ser más emocional para el presidente que efectivo en gobierno. No creo que aporte nada al Gobierno, pero tampoco creo que sea malo”.
Mariano no es el “hermano” del Presidente como lo fue Rodrigo Arias para su hermano Óscar ni como lo fue en la Casa Blanca Robert Kennedy para su hermano John. El presidente Kennedy, por cierto, vino a Costa Rica como presidente en 1963 y fue causante de la creación de la DIS, para combatir al comunismo del momento.
Medio siglo después, Mariano Figueres está a cargo de ese organismo y dice que la misión es radicalmente distinta. Dice que quiere apoyar la democracia, estar más cerca de la gente y servir como interlocutor, sin descuidar las tareas de inteligencia para compartir redes de crimen organizado, pero jamás, jamás, jamás servir de policía política. Sabe que muchos bromean comparándolo a él con un “gran hermano” que escucha conversaciones privadas, pero sostiene que lo hacen porque saben que no es cierto.
A eso se entrega tiempo completo. Llega antes de las 6:30 a. m. a la Casa Presidencial y asegura ser el que apaga las luces. Lamenta no tener tiempo para comer y por eso se aferra a una dieta alcalina, baja en ácidos, que le permite tener energía en el día. Nunca le ha faltado energía, dicen de él. Desayuna batidos de Herbalife, come mucha fruta, vegetales, pocas harinas, sí frijoles y poca carne roja. Sí se permite “pecar” con chifrijo y whiskey.
Casi no tiene tiempo para atender a su bebé de año y medio Emiliano (por Emiliano Zapata, el revolucionario mexicano). La mamá es Carmen Geannina Dinarte Romero, viceministra de Economía. “Yo le digo ‘la doña’ y no me ando con mucha cosa”, explica Mariano con su lenguaje resuelto. Igual cuenta que perdió el espacio de hacer los ejercicios de terapia que debería cumplir para paliar lesiones viejas. ¿Heridas de qué? De muchos tipos, dice sin precisar, pero entre ellas están la de un accidente de tránsito fatal, el 30 de setiembre de 1977 a las 3:40 minutos en Cañas, Guanacaste, 50 metros al norte del puente San Miguel, en carretera Interamericana.
Amigo de sus amigos
Mariano era un muchacho de 17 años (aunque el reporte policial le atribuyó ser mayor de edad) y manejaba un Fiat a más de 100 kilómetros por hora. Iba con su amigo Jaime a una boda en Nicaragua. Llovía y en una curva patinó. Chocaron contra un jeep Toyota. El acompañante murió de inmediato y a Mariano, el hijo de don Pepe, se lo llevaron de emergencias al hospital. En el sitio quedaron unos trajes enteros, mancuernillas, loción, corbatas roja y azul y tres pares de zapatillas. También había pegada al timón una cartuchera de un arma de fuego, pero estaba vacía, según el informe de inspección judicial.
Mariano todavía traga grueso al recordar ese accidente. Es más, dice que fue el causante de que lo expulsaran del colegio Lincoln porque un compañero insultó la memoria de su amigo fallecido y tuvo que usar sus puños de boxeador en el baño. “Fue una pelea”. De nada valió el apellido Figueres; igual fue castigado y tuvo que ir a sacar su bachillerato en un instituto por madurez.
Después se fue a Nicaragua como guerrillero y como comerciante, cuenta él; luego sacó oro en la Península de Osa con 26 amigos y después ancló en las 530 hectáreas de la finca familiar La Lucha. Allí se encargó de operar la producción agrícola, sacos y mecates, y de afianzar su carácter de pueblo. Para él la felicidad eran aquellos días de la “matada’el chancho”. Todavía babea con los recuerdos de fiesta, whiskey y chicharrones.
En el gobierno de su hermano apenas tuvo funciones informales, mientras Luis Guillermo Solís dirigía la Política Exterior. El actual mandatario no era un extraño para los hijos de don Pepe, cuyo retrato cuelga hoy en el despacho presidencial.
Algunos en el PLN le llaman ‘Marianillo’, por ser menor que José María, por desprecio o por ser de pueblo. A diferencia de José María, a quien ve “tanteando las aguas para el 2018”, Mariano es piso’e tierra orgulloso. Mientras el expresidente anda en zapatos que le hacen ganar dos centímetros de estatura, Mariano va siempre en sandalias danesas (talla 39 compradas en una macrobiótica). Quiso explicar que padece de ‘patas hediondas’ y no se limita en dar detalles. Si anda en finca, botas y reloj Casio, no el Rolex que anda su hermano en los mil y un actos políticos del momento.
Con la mamá, Karen Olsen, Mariano prácticamente perdió contacto. Dice que ella le desea lo mejor, aunque “no es fácil ser madre de visiones distintas”. Solo se ven por coincidencias. “Yo soy más de afectos generados por visiones en común que por simples afectos personales. En las trincheras se forjan hermandades”, dice en otro momento de la entrevista. Habla de su “hermano” Luis Guillermo, aquel que en el 2005 hizo de vocero de su familia tras el incendio de la casa de la familia de Mariano, cuando murieron sus suegros y dos familiares lejanos, y él quedó herido. “Diay, yo no podía hablar. Muy duro, huevón. Yo estaba afectado y él me hizo el favor de frentear. Eso no lo hace cualquiera y uno no deja que cualquiera lo haga. No recordaba que él fue el que habló”.
– ¿Cómo superó eso?
– No se ha superado, vea. (Llanto). Salvador Goméz (el predicador católico) dice que uno aprende a vivir con ese dolor, pero los golpes nunca se olvidan… El director de la DIS llorando, ¡qué hijueputa!
– ¿Acaso no ha llorado en este puesto antes?
– No es la primera. He llorado cuando se ha dudado de mi honor, cuando salió Iván (Barrantes, estratega de imagen de la campaña e inicios del gobierno), cuando salió Daniel (Soley) y cuando salió Celso (Gamboa, exministro de Seguridad ).
– Vaya acostumbrándose porque los cambios son constantes en gabinete.
– Por eso yo no sirvo para la política. No sirve pa’eso.