Mercedes Peñas no se pondrá el clásico traje de primera dama ni hoy ni mañana; tampoco después del 6 de abril.... en caso de llegar a serlo. ¿Primera dama? Saca una risa incómoda con solo oír el concepto.
Su nombre surgió unas cuantas veces en campaña política, mas su identidad se limitó al misterio. La pareja de Luis Guillermo Solís no salió a la luz pública sino hasta el 5 de marzo, en la conferencia que dio el candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC) tras el retiro de su contrincante, Johnny Araya.
Por debajo de la mesa, la politóloga fue la clave para que Solís compactara su plan de gobierno. Desde la retaguardia aconsejó, dio opiniones técnicas y analizó estrategias.
¿Ayudará a algún sector específico? ¿Impulsará proyectos de bien social? ¿Y las becas? Eso está “en veremos”. Peñas decidió no dar detalles desde hace meses. Eso, tajante, lo mantiene. Moldeará el rol de primera dama si llega a ocuparlo.
Eso lo tienen claro Solís y dos de los hijos de él, Diego y Beatriz, quienes aclaran que “hasta ella renegaría ese puesto pero, de serlo, sería la persona indicada”.
Peñas nació el 17 de noviembre de 1968 en Madrid, España, y 21 años después –un agosto– puso un pie en Costa Rica por primera vez. No se fue ni planea irse; los madrileños ya cuestionan su acento.
Luis Guillermo Solís fue su profesor; dio un seminario mientras ella, en sus veintes, cursaba una maestría en la Universidad para la Paz (UPAZ). El ir y venir político los hizo coincidir un día, otro más, y hoy suman nueve años en unión libre. Ella con 45 y él con 55, se turnan el cuido de su hija Inés, de 7 años. Aunque no viven en esa misma casa en Montes de Oca, los otros cinco hijos de Solís (Mónica, Cristina, Beatriz, Diego e Ignacio) los ven, visitan y son refuerzo en campaña.
Mercedes está a la cabeza de Demuca, una fundación en pos de fortalecer el desarrollo local, de municipios e instituciones en Centroamérica y el Caribe. Por gajes del oficio, conoce este país de lado a lado.
Es rígida pero sensible; su familia coincide. A la entrevista, en la terraza de su casa, lleva lápiz y libreta aunque no es deber suyo tomar apuntes. Ríe; sabe que su rol no le deja más alternativa que someter algo de su intimidad al foco público, ya sea ahora o más adelante.
Para ella, la menor de tres hermanos, “no hay nada más difícil”.
¿Y ahora? Pocos creyeron que Luis Guillermo Solís llegaría tan lejos en estas elecciones.
Ella misma lo asimiló, poco a poco, tras el inesperado gane en la convención interna del PAC en la que Solís que fue pintado como tercero en la lista... en el margen de error. Al tiempo que brotaban las encuestas –esas que dejaban a Solís fuera del ojo público– y mientras él parecía tomar en debates la silla más lejana, su compañera topaba con cientos de fanáticos rojiamarillos en mercados, calles y carros.
Apostó con cuñadas: el PAC pasaría a segunda ronda con el 33% de los votos. Total, sacó el 31%. Al ser la única que apostó tan alto, lamenta no tener a mano el papel de prueba. Pero el súbito auge de Solís no la sorprendió tanto como lo hizo su mensaje de texto, de las 10 a. m. del 5 de marzo, en el que advertía sobre el retiro del candidato del partido Liberación Nacional , Johnny Araya.
Ella reconoce que esta “atípica y agotadora” campaña sacó a relucir el ingenio, humor, creatividad e ilusión pero, además, el voto meditado. Le maravillan las elecciones infantiles y lo consolidado de la democracia en Costa Rica.
Cree en un papel de mujer muy distinto al de hace 20 años (es por eso que la típica “primera dama latina” no parece convencerla).
Admite que se las ingeniaría para acabar con la escueta participación política femenina que impera por falta de oportunidad.
Trayectoria. Hace 23 años, cuando tenía 21 y el título de Ciencias Políticas en mano, Mercedes Peñas llegó a este país para especializarse en Integración, Cooperación, Desarrollo y Paz, en la UPAZ.
Dos años después, consiguió empleo como asistente en la Dirección de Relaciones Externas del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). Luego hizo consultorías con la Organización de las Naciones Unidas y la Unión Europea, trabajó con la fundación Rainforest Alliance y desde 1997 labora en Demuca.