La biografía que Wikipedia ofrece sobre Antonio Álvarez Desanti es casi idéntica a la que se puede leer en la página oficial de su movimiento político. Palabras más, palabras menos, el recuento de su vida es el mismo: dirigente universitario, abogado, empresario, hombre de familia, presidente ejecutivo, ministro, ciclista, diputado, presidente legislativo. Sin embargo, en su sitio web hay una faceta ausente que Wikipedia no pasa por alto: Antonio Álvarez Desanti, el precandidato.
La omisión no es menor, pues por encima de todos los cargos públicos que ha ocupado, a Álvarez Desanti mucha gente lo asocia con su constante aspiración a la Presidencia de la República. Su riñón liberacionista lo ha llevado en múltiples ocasiones a enfrentarse a la maquinaria del partido verdiblanco, viendo una y otra vez cómo otros fueron los ungidos para figurar en la papeleta en representación del partido de don Pepe, de don Chico, de don Daniel, de don Luis Alberto.
El 2016 no parecía ser distinto. Desanti –el país hace rato le invirtió el orden de sus apellidos– asegura que el año se inició sin mayores ambiciones políticas para él. Dice que no planeó convertirse en presidente legislativo por segunda vez en su vida, así como tampoco planeó convertirse en precandidato presidencial del PLN por tercera vez en su vida.
Buscado o no, el panorama político con que cierra el año es alentador para este liguista empedernido y ajedrecista disciplinado. Sin embargo, el 2016 también fue de golpes inesperados: biopsias, operaciones, sesiones de quimioterapia y demás tratamientos propios del cáncer, no suyos, sino de su esposa.
Donde hay orden...
El despacho del presidente legislativo, en el Castillo Azul, es espacioso e iluminado. En el escritorio hay pocos papeles y todo luce bien acomodado. Si bien algunas fotos familiares le dan un toque personal, el sello de su actual ocupante está en el orden. En medio del desmadre de papeles, cables y gente apretujada imperante en los demás espacios del Congreso, la oficina de Antonio Álvarez Desanti es un agradable remanso de feng-shui.
El lugar no siempre lució así. Cuando asumió la oficina, el 1.° de mayo, Álvarez Desanti pidió que retiraran un equipo de cómputo que ocupaba demasiado espacio y sustituyó adornos diplomáticos con los retratos de los suyos: su esposa, la politóloga y empresaria Nuria Marín; sus hijas, Adriana y Andrea, e Isabella, la nieta que desde hace seis años lo tiene loco.
Una amplia mesa redonda ocupa hoy el lugar dejado por el armatoste de computadora y ahí es donde Álvarez Desanti recibe a las visitas. Para hablar, el presidente legislativo se desprende de sus gadgets y pone atención. A sus espaldas, sin embargo, es inevitable notar la pantalla del enmudecido iPhone, que se ilumina cada vez que ingresa un nuevo mensaje de WhatsApp.
¿Seguirá así de ordenada la oficina después del 1.° de mayo del 2017? Pues mucho dependerá de los gustos de su nuevo ocupante, uno distinto a Álvarez Desanti y que, de mantenerse la rotación acordada por la alianza opositora que controla la Asamblea Legislativa, bien podría ser el primer libertario o evangélico en presidir Cuesta de Moras.
Para dicha fecha, Álvarez Desanti estará, según sus cálculos, con la vista en Casa Presidencial. Está previsto que el próximo 2 de abril los liberacionistas escojan a su nuevo ungido para aspirar a Zapote, y por primera vez desde que lanzó su nombre al ruedo electoral, Desanti es un contendiente de peso dentro de las filas verdiblancas.
Si bien el 2016 termina con una variada y colorida gama de precandidatos liberacionistas, entre los entendidos está claro que la contienda tiene dos aspirantes con opciones sólidas: Antonio Álvarez y el expresidente José María Figueres, quien no por coindidencia también forma parte de esta selección de personajes del año que termina. Álvarez Desanti admite que el contrincante liberacionista que él creyó se enfrentaría a Figueres sería el también exmandatario Óscar Arias, y que entre aquel choque de exgobernantes, él no tenía mayores opciones.
“Creía que la lucha iba a ser entre dos expresidentes y que el margen para que entrara alguien más era muy reducido. Cuando don Óscar decide no lanzarse, queda un espacio político”, explicó Álvarez Desanti una mañana a inicios de noviembre. Aún faltaban algunos días para que el anuncio de su precandidatura fuese oficial pero entre los corillos políticos ya era un secreto a voces.
Ese espacio político vacante resultó anillo al dedo para Álvarez Desanti. Sondeos de opinión mostraron que está bien parado ante los ojos de un sector del electorado y la aún eficiente estructura arista se acomodó detrás del exministro de Agricultura y Gobernación de la primera administración Arias, perdonándole que hubiese hecho casa aparte del PLN en las elecciones del 2006, justo cuando Arias alcanzó su segunda presidencia.
“El apoyo del arismo para mí ha sido fundamental. Yo no había preparado una organización y cuando esa estructura queda libre, me da una base territorial. Creo que el 90% de las personas que apoyaron a don Óscar me apoyan hoy a mí”, explicó en nuestra entrevista, cuando aún otra figura liberacionista y de escuela arista se mantenía entre los eventuales competidores a la candidatura presidencial. Coincidentemente, al día siguiente, el alcalde alajuelense Roberto Thompson declinó la precandidatura que nunca oficializó y dejó a Álvarez Desanti como único representante del arismo para enfrentar a Figueres.
Antes, ahora
En 1995, cuando José María Figueres era presidente del país, Antonio Álvarez Desanti llegó a la presidencia legislativa por primera vez. El joven diputado promocionó su aspiración, pidió votos, negoció con tiempo y a las 9:05 a. m. de aquel 1.° de mayo ya se había hecho con el cargo.
En el 2016, cuando José María Figueres aspiraba ser, de nuevo, presidente del país, Antonio Álvarez Desanti llegó a la presidencia legislativa por segunda vez. Con 57 años, Álvarez Desanti nunca estuvo entre los nombres que circularon en los medios como fichas de la alianza opositora para jefear el directorio. Dice que ante la no viabilidad de otros compañeros, él fue propuesto y que su elección vino tras un intenso proceso de negociación con otras fracciones, incluso la víspera de la votación. Fue hasta después de tres rondas, a las 2:50 p. m., que volvió a hacerse con un cargo que, asegura, ya no estaba en sus planes.
Lo quisiese o no, a Álvarez Desanti se le reconoce el haber destrabado el plenario legislativo. “Ha sido difícil pero ha habido una actitud muy positiva de todos los grupos. He aprovechado un momento en que los diputados teníamos que hacer algo, los 57 compartimos una necesidad de construir, no podemos irnos como una asamblea opaca. Eso me permitió buscar acuerdos; no ha sido sencillo pero hemos logrado establecer los criterios para acercarnos lo más posible”.
La atomizada conformación de la actual Asamblea Legislativa es una de las grandes diferencias entre el congreso que Álvarez Desanti dirigió en 1995 y el que encabeza hoy. Eso y el cambio, para bien, en los flujos de trabajo. “Hace 20 años éramos excesivamente formalistas, la correspondencia solo se leía en un momento, las mociones de orden no existían más allá que para el minuto de silencio. Ahora es flexible, podemos votar un proyecto de ley y después hablamos, cuando hace 20 años era imposible”.
Antonio Álvarez se dice satisfecho de los entendimientos alcanzados con casi todos los diputados. El “casi” le corresponde a la frenteamplista Ligia Fallas. “Con ella es con quien más me ha costado la comunicación”, dice en los términos más políticamente correctos posibles.
El gran y único “pero”
“Toño tiene la plata, tiene la experiencia, la preparación y la ventana de oportunidad. El que sea precandidato ahorita depende únicamente de cómo avance el estado de salud de Nuria”. Así me lo explicó una experimentada colaboradora liberacionista días antes de la entrevista con Álvarez Desanti, cuando los rumores de su eventual precandidatura crecían en fuerza e intensidad.
Efectivamente, fue la salud de su esposa el gran “pero” a considerar cuando la familia discutió la conveniencia de enfrascarse en una nueva contienda electoral. Marín –tan reconocida como su marido por el público debido a sus frecuentes apariciones en telenoticiarios como analista política– fue diagnosticada con cáncer este año y debió someterse tanto a un procedimiento quirúrgico como a sesiones de quimioterapia. “Cuando nos lo planteamos por primera vez (la precandidatura) el ambiente era negativo en la casa. Luego vino la operación y salió muy bien, luego vino la quimio y conforme Nuria fue saliendo tomamos la decisión de que yo me iba a lanzar. Una parte de la campaña la he tenido que hacer solo, pues ella debe por ahora evitar aglomeraciones y su participación pública ha sido reducida. La recomendación es no llevarle tensiones, por lo que evitamos los temas políticos, lo cual es difícil”.
Y es que en el imaginario costarricense, Álvarez Desanti y Marín conforman una misma entidad, un binomio político que ha jalado parejo a lo largo de las décadas, compartiendo aspiraciones y complementando talentos. La primera vez que entrevisté a Antonio Álvarez fue previo a las elecciones del 2006, cuando dejó al PLN para lanzarse sin éxito bajo su propia bandera, Unión para el Cambio. En el encuentro, Nuria Marín estuvo al lado de su esposo, respondiendo tan activamente como el candidato. Ahora, para nuestra segunda plática, doña Nuria no nos acompañó.
— ¿Qué sabor le deja el 2016?
—Provechoso en lo político, tremendamente bueno en lo empresarial, y en lo personal fue triste y doloroso ver a Nuria por lo que ha pasado. Han sido momentos difíciles.
***
Mientras la salud de su esposa sigue en mejoría, Antonio Álvarez se prepara para lo que viene. Sabe que su vida pasará por un microscopio al que no se le había sometido antes.
Álvarez Desanti pronostica que Liberación perderá la elección nacional si se presenta con Figueres como candidato; que difícilmente aparecerá un nuevo outsider sorpresa, al estilo de Luis Guillermo Solís, y que la gente volverá a buscar la seguridad de un gobierno del PLN.
De convertirse en el próximo presidente de Costa Rica, Antonio Álvarez no sabe cómo se las arreglará para seguir practicando el ciclismo. La bici es parte esencial de su ocio, así como el ajedrez. Álvarez Desanti también le ha encontrado un especial disfrute a Netflix, de cuyo catálogo es The Blacklist la serie que primero se le viene a la mente. En dramas políticos prefiere a The West Wing (“equilibrada”) por encima de House of Cards (“alejada de la realidad de la política”).
En el espacioso despacho del Castillo Azul, la puerta de madera se abre y un asistente le pregunta a Antonio Álvarez Desanti algo relacionado con el café. Su manera de dirigirse a él responde al protocolo legislativo y sin duda ese mismo título se lo daría a cualquier otro diputado que ocupase la oficina. Sin embargo, y en medio de las particulares circunstancias que marcaron su 2016, oír a alguien decirle “presidente” a Desanti es un detalle imposible de ignorar.