El 2 de abril del 2016, José María Figueres confirmó que quiere volver a ser presidente de la República a partir del 8 de mayo del 2018. Desde el mismo momento en que anunció su precandidatura, los cuestionamientos por su pasado lo han perseguido y lo llevaron a perdirle perdón al país. Figueres intenta vencer los anticuerpos que sigue arrastrando.
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El 9 de noviembre, el diálogo con José María Figueres Olsen empezaba fluido en la sala de la casa de su madre, Karen Olsen, en Curridabat. El piano de cola, una guitarra acústica, el retrato de doña Karen y el antiguo estudio de Pepe Figueres enmarcaron la escena en la que el precandidato del Partido Liberación Nacional (PLN) le sirvió el café mañanero a un equipo de La Nación.
Mientras ofrecía galletas, Figueres comentó que estaba triste pues acababa de morir un amigo íntimo suyo. Tan rápido como asomaron las lágrimas en sus ojos cambió de tema para defender su tesis de que, en el Siglo XXI, el azúcar será lo que el tabaco fue para el Siglo XX: una droga que, según él, la sociedad va a proscribir.
También tuvo tiempo para comentar los resultados de las elecciones presidenciales de Estados Unidos que la noche anterior dejaron al mundo boquiabierto y con espasmos al revelar que Donald Trump va a ocupar la Casa Blanca por los próximos cuatro años.
Dos días antes de ese shock mundial, Figueres también había hecho lo propio para sorprender al país al publicar un video en el que le pidió perdón a aquellos que se habían sentido defraudados con sus actuaciones del pasado.
Era, hasta este momento, el último movimiento que había hecho en el ajedrez de la política el expresidente de la República (1994-1998), quien en abril pasado abrió el juego al anunciar que se enrollaría las mangas para retornar al ruedo electoral a perseguir la candidatura verdiblanca, ahora rumbo a las elecciones presidenciales del 2018.
Su decisión reta todas las probabilidades pues ninguna encuesta se ha diferenciado de las otras al ponerlo como el político peor calificado del país, sitial que solo le ha disputado a lo largo del 2016 el presidente de la República, Luis Guillermo Solís Rivera.
Figueres no se veía con el ánimo para contestar preguntas de nadie. Su actitud era sombría. Pero la primera consulta lo espoleó.
—¿Por qué un político pide perdón?
—Porque todos somos humanos y en algunas oportunidades nos equivocamos o hacemos sentir a las personas cercanas de una mala manera o inclusive hasta llegamos a violentar la confianza que tenemos en relaciones con otras personas y lo más natural ante esas cosas es pedir que lo perdonen a uno, explicar las cosas. Yo quiero liderar un equipo de personas que le vuelva a poner norte al país y que lo haga con con transparencia.
La respuesta era una repetición de la que ofreció el 22 diciembre del 2011, cuando regresó a Costa Rica después de 11 años de radicar fuera del país. Durante ese lapso tuvo que hacerle frente a los cuestionamientos por el Caso ICE-Alcatel, en el se que se le investigó por haber recibido $906.000 por una consultoría que le pagó una firma costarricense contratada por la empresa francesa de telefonía, Alcatel. Él insiste en que ese dinero lo ganó legalmente y que lo que reportaron los medios dista de los hechos.
Su respuesta hubiera sido una copia perfecta de la de hace cinco años a no ser porque en aquel momento, mientras sus pulmones se acostumbraban de nuevo al aire del terruño, Figueres descartó la posibilidad de volver a aspirar a la Presidencia. Hoy el panorama es otro.
El hijo de don Pepe Figueres, el caudillo de la revolución del 48, quiere volver a Casa Presidencial.
Una de las razones que lo impulsaron a cambiar su decisión, explicó, fue la “estrepitosa” derrota que sufrió el PLN en los comicios del 2014, cuando Luis Guillermo Solís venció a Johnny Araya por más de un millón de votos de diferencia en la segunda ronda.
“La campaña presidencial del 2014 me dejó, como lo hizo con la gran mayoría de los liberacionistas, con una profunda tristeza y, más que tristeza, desazón. Para un partido que puede escribir con letras de oro lo que ha hecho por el bienestar y el desarrollo de Costa Rica, que ha estado en todas las luchas por mejorar nuestro país, que siempre tuvo un norte claro, la campaña del 2014 fue una tremenda desilución, y me sentí en la obligación moral de aportar un grano de arena a la reconstrucción de Liberación”, justificó.
Fue así como a finales de diciembre del 2014 decidió aspirar a la presidencia del Comité Ejecutivo del partido, puesto que ganó en febrero del 2015.
Según Figueres, a la primera persona que le comentó sus intenciones de recuperar el poder de la estructura del partido fue al expresidente Óscar Arias (1986-1990 y 2006-2010).
Relación tensa
Alega que le contó a Arias porque siempre le ha guardado agradecimiento por haberlo designado como su ministro de Comercio Exterior y de Agricultura durante su administración 1986-1990 y porque siempre se han llevado “muy bien”.
No obstante, desde el momento en que Figueres anunció que deseaba la presidencia del PLN, su relación con Arias se atilintó para no aflojarse durante el resto del año que termina.
El Nobel de la Paz lo acusó de que deseaba hacerse con el control del partido para usar ese puesto como trampolín político, pero el precandidato negó que durante su estadía en el cargo y durante las elecciones municipales de febrero pasado comentara sobre sus intenciones de volver a ser presidente del país.
Y cuando Figueres renunció a la Presidencia verdiblanca el arismo lo atacó con el argumento de que estaba “dejando tirado” al partido y que habían advertido de que utilizaría el máximo cargo ejecutivo del PLN para apuntalar sus aspiraciones electorales.
Después, la tensión no aflojó. Durante el 2016, Óscar Arias le pidió dos veces a Figueres en público que abandonase sus intenciones de ser presidente otra vez para que una nueva generación de políticos representara al partido en el 2018.
En la última de esas ocasiones, el 5 de setiembre, Arias argumentó que solo los dictadores se aferran al poder, declaración que dibujó una sonrisa en el rostro de su rival político, quien rechazó con vehemencia su solictud de alejarse del panorama electoral hacia las próximas elecciones.
“Me parece que en mi relación don Óscar hay una cosa generacional, yo recuerdo los grandes amores pero también las grandes diferencias de opinión que tuvieron don Pepe y don Óscar, para mí dos personas cercanas, pero que al ser de dos generaciones distintas veían las cosas a veces un poco diferentes. En parte, mi relación con don Óscar está también marcada por las diferencias generacionales”, contó mientras sorbía un trago de café.
Los meses pasaron y Arias, al final, anunció que no aspiraría a la candidatura liberacionista, hecho que consolidó temporalmente a Figueres como el único peso en la lucha por la nominación verdiblanca hasta que el diputado Antonio Álvarez Desanti confirmó que se le enfrentará en la convención del PLN.
Pelea con las encuestas
El clima no es halagüeño para Figueres rumbo a ese proceso.
Las encuestas tampoco han sido amistosas con José María Figueres en el 2016 y no lo dan por ganador de la elección primaria verdiblanca, que se realizará el 2 de abril próximo.
El precandidato ha enfrentado esa enemistad con comentarios directos que han cuestionado la veracidad de los resultados de las mediciones de opinión.
En la mayoría de las que se han publicado a lo largo del año, Figueres aparece como el político más impopular y como el peor calificado por los consultados.
En mayo, el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica publicó una encuesta en la que el 41,2% de las personas contestó que no votarían por Figueres al planteárseles la pregunta de por cuál de los expresidentes vivos nunca votarían.
Pero él se resiste a sucumbir ante los pronósticos negativos y echa mano de la retórica para revertir su mala imagen.
“Para los que me quieren eliminar con ‘encuesticas’, fallan estrepitosamente las encuestas en el Brexit (referéndum que dictó la salida del Reino Unido de la Unión Europea) y en las elecciones en España”, escribió en su perfil de Twitter el 27 de junio.
Como dándose a sí mismo ánimo, ha dicho varias veces que su recorrido hacia la candidatura y hacia la presidencia de la República no es una carrera de 100 metros, sino, un maratón de 42 kilómetros, por lo que no le preocupa lo que se diga en este tramo del camino.
Accidente de precampaña
Pero los imprevistos se empeñan en impedir que Figueres haga esa travesía con tranquilidad.
El 14 de noviembre, convocó a la ciudadanía a un “contestatón” en el capitalino Cine Magaly, para aclarar las dudas sobre sus actuaciones en casos como ICE-Alcatel y el cierre del Instituto Costarricense de Ferrocarriles (Incofer).
Recién empezaba la actividad cuando una mujer se levantó de su butaca y, frente a más de 300 personas, lo acusó de haber dejado en el abandono a su nieto de 12 años, hijo de Aharón Cordero, quien nació fruto de una relación amorosa “pasajera” entre Figueres y Lidiette Fonseca, cuando el precandidato tenía 18 años.
El aspirante pidió a su abogado, Mario Soto, que se hiciera cargo del asunto, que engrosó la lista de pendientes por aclarar durante la precampaña.
“¿Cree que el liberacionismo ya lo perdonó por lo ocurrido en el caso ICE-Alcatel, don José María?”, prosiguió la entrevista en la sala de doña Karen esa mañana del 9 de noviembre.
Al cabo de algunos segundos el precandidato contesta.
“Nadie es un billete con la cara de don Pepe para caerle bien a todo el mundo. No aspiro a eso, cuando pido perdón por la forma en que hice sentir a muchas personas es porque no me gusta hacerle mal a nadie. No tengo cálculo al pedir perdón. Siempre he dado respuestas”.
“¿Y no lo asustan los fantasmas de hechos del pasado que han revivido durante esta precampaña?”, se le cuestionó.
“Ya pasé por donde asustan. No le tengo miedo a los fantasmas”, contestó, lacónico, en el epílogo de una entrevista en la que se esmeró por dejar en claro que el afán por la reelección no deja espacio en su cabeza a la la derrota electoral.
Su objetivo es conquistar en el 2018, contra todos los pronósticos.