Belén. Al amanecer de ayer, todo marchaba según lo programado durante meses [[BEGIN:INLINEREF LNCVID20150129_0018]]para la cumbre[[END:INLINEREF]] presidencial de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
El único imprevisto notable había sido la pequeña discusión del anfitrión Luis Guillermo Solís con su homólogo vecino Daniel Ortega, porque este cedió su tiempo de discurso a un independentista de Puerto Rico, que no es miembro de la Celac.
Pero el “intercambio de opiniones”, como le llamó el canciller tico Manuel González ese día ante la prensa, resultó tener connotaciones mayores en el primer viaje de Daniel Ortega a Costa Rica en el gobierno de Solís.
Acostumbrado a ignorar protocolos y reglas diplomáticas, el gobernante de Nicaragua volvió a poner en escena al político puertorriqueño Rubén Berríos. Quiso meterlo como jefe de la delegación nica en la cita privada matutina de presidentes y cancilleres.
Ya Ortega no estaba en el país. Se había marchado después de la discusión con Solís en la plenaria del miércoles por la tarde. Viajó a Managua como también lo hizo el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, para pernoctar, con la diferencia de que este sí regresó por la mañana de ayer, para el cierre de la cumbre de la Celac y, por tanto, del periodo de presidencia pro tempore de Costa Rica.
Ortega no estuvo ayer, pero tampoco fue necesario para hacer que el “intercambio de opiniones” del miércoles pasara a ser una “pequeña polémica”, según Luis Guillermo Solís. Esta fue su manera aún diplomática de referirse a algo que sus colaboradores no dudaron en calificar como “una trastada”.
Solís dijo haberse visto obligado a cancelar la sesión privada de presidentes y cancilleres, en la cual se tratan los temas de manera más sincera, sin transmisión en televisión y sin personal de menor rango. Lo contó el propio Luis Guillermo Solís en conferencia de prensa, después de cerrar la cumbre 90 minutos antes de lo programado, por el desfase provocado al suspenderse la “encerrona” de la mañana.
“La intransigencia de la delegación de Nicaragua fue absoluta; se les explicó que no era procedente; se señaló con todo respeto posibilidades para que él no participara... pero no cambiaron de posición, entendemos que por instrucciones desde Managua”, contó, sin tapujos, Solís.
Acuerpado. La intención de Ortega también molestó a otras delegaciones como la de Brasil, Panamá, Colombia, Argentina y Ecuador, pese a que apoyan la causa de independencia de Puerto Rico en la línea anti-Washington.
Habría sido “un precedente nefasto”, criticó el mandatario ecuatoriano, Rafael Correa, uno de los que acuerpó a “Guillermo”, como le dice a Solís.
Correa dijo que se abriría la posibilidad, por ejemplo, de que Estados Unidos llevara ingleses a la cumbre de las Américas (en abril en Panamá) para hablar de las islas Malvinas.
Con Ortega en Managua y sin disposición a realizar la encerrona con el puertorriqueño presente, Solís vio conveniente cancelar el encuentro privado y abrió entonces la sesión plenaria pública, la de la despedida. La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, una de las que se molestó con la delegación de Nicaragua, se marcharía sin esperar la declaración final.
Así acababa la participación de Daniel Ortega, incluso en su ausencia, y se adicionaba un episodio más a la serie de desencuentros con gobernantes ticos. Ocurrió con Óscar Arias, con Laura Chinchilla y ahora Luis Guillermo Solís, quien dijo que la relación con Managua sigue igual.
En la relación Costa Rica-Nicaragua predominan los desencuentros, en especial después del caso de isla Calero, en espera de un fallo judicial en la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
Pese a ello, Costa Rica hizo gestiones con otros países para intentar que Ortega asistiera a esta cumbre y mostrar el mayor apoyo posible a este encuentro de la Celac en suelo tico, en el cual invirtió $4,3 millones y el esfuerzo de unas 3.000 personas.
Otros apuros. Solís, como moderador de la cita, también debió atender objeciones de última hora de Barbados, pues a la hora de votar los acuerdos ya negociados por los cancilleres, quiso modificar un artículo, para que se leyera “la Celac es un mecanismo” en lugar de “la Celac es el mecanismo”. Era una pequeñez significativa, pero tardía, ante lo que Solís propuso votar por consenso y hacer una anotación especial.
También hubo un malentendido por una propuesta de respaldo al Sistema Interamericano de Derechos Humanos, la cual Solís incluyó como consensuada pero rápido la objetó Correa (crítico de algunas de sus instituciones).
Ese texto había sido retirado antes, pero a Solís le pasaron una lista desactualizada. Él ofreció disculpas. Correa se las aceptaría y después hasta lo felicitaría por el manejo del plenario.