Upala y San José.
Kimberly y Liz Tadea nacieron a 1.500 kilómetros del país de sus padres y a 2.500 kilómetros del país donde crecerán. Son hijas de cubanos, vivirán en territorio estadounidense, pero legalmente son costarricenses.
Ellas son las hijas ticas de la oleada migratoria que acogió Costa Rica a finales del año pasado.
Sus padres decidieron migrar a Estados Unidos viajando primero por aire a Ecuador, y luego por tierra a Estados Unidos, pero se quedaron varados en Costa Rica cuando Nicaragua les cerró la frontera el 15 de noviembre del año pasado.
Kimberly Heredia Pérez, de apenas un mes, es hija de Yasniel Heredia y Kenia Pérez, quienes llegaron a suelo tico el 30 de noviembre. Para entonces, 4.000 cubanos se agolpaban en la frontera norte, intentando seguir.
"No salimos (de Cuba) por la situación política. Somos personas graduadas, pero no podemos trabajar en eso porque el salario es muy bajo, buscamos un futuro mejor para la bebé y para nosotros. Allá no hay esperanzas para las personas que estudian", dijo la madre Kenia Pérez, graduada de Trabajo Social, mientras cuenta que su esposo estudió contabilidad en la isla.
Para realizar esta travesía, ella y su compañero abrieron un negocio propio en el que vendían confites, cervezas y jabones. Ahorraron durante ocho años y reunieron el dinero necesario para cruzar desde su hogar en Cienfuegos (a 255 kilómetros de La Habana) hasta suelo norteamericano.
"Esperé mucho tiempo, pensábamos irnos legalmente, pero a mi esposo (Yasniel) lo desaprobaron en dos ocasiones, por lo que no lo intentamos más. Estando embarazada, se presentó la oportunidad de irnos vía terrestre desde Ecuador. Sabíamos que nuestras amistades llegaron en 22 días o un mes, por lo que en diciembre ya esperábamos estar allá", manifestó.
Salieron en noviembre del año pasado de suelo antillano. Con cuatro meses de embarazo, esta mujer y su esposo se arriesgaron a hacer la travesía Ecuador-Colombia-Panamá-Costa Rica. En Puerto Obaldía, Panamá, estuvieron en condiciones insalubres, con mucha gente y sin acceso a servicios básicos como el agua, pero lograron continuar.
Las cosas empezaron a complicarse cuando llegaron a Costa Rica. Nicaragua no les permitía seguir avanzando y el dinero empezó a escasear. La Policía migratoria tica los montó en un autobús desde Paso Canoas, en la frontera con Panamá, y los dejó en un albergue en Santa Rosa de Upala. En esa comunidad han vivido desde hace 4 meses.
En enero, cuando se habilitó el puente aéreo para volar a México o a El Salvador, Kenia ya tenía más de 37 semanas de gestación y no entró en las listas de espera. Por su avanzado estado, ella y su esposo Yasniel abandonaron el albergue y se pasaron a un cuarto que una generosa familia de Upala les prestó para que dejaran de dormir en una colchoneta en el piso.
En esa comunidad remota, tuvo que sufrir 14 horas con la fuente rota. La niña nació el 4 de marzo en Liberia con una bacteria en la sangre, que la mantuvo en el hospital Enrique Baltodano, durante ocho días. Aunque no tenían seguro social, Costa Rica corrió con los gastos.
Hoy, la pequeña Kimberly, blanquita, de pelito rizado y de ojos oscuros, está lista para emprender el viaje a la tierra del Tío Sam. Ya está inscrita como costarricense y tiene un pasaporte nuevo. Sin embargo, su familia sigue a la espera de que Migración les resuelva como saldrán del país.
Kimberly nació en el hospital Edgardo Baltodano, en Liberia. Su mamá, Kenia Pérez, llegó a Costa Rica embarazada. Foto: Rafael Pacheco"Estamos esperando que la situación se resuelva, todo está legal. Tenemos todos los documentos de la niña, que ya está próxima a cumplir 40 días. Cuando retiramos el pasaporte nos dijeron que se iban a reunir con el canciller y que nos comunicarían la decisión, pero todavía estamos esperando respuesta, no hemos podido hablar de nuevo con la encargada de Migración", explicó Kenia Pérez.
La mujer agregó que es probable que viajen en un vuelo comercial, debido a que les comunicaron que el convenio entre México y Costa Rica finalizó semanas atrás. Mientras tanto, Kenia atesora los únicos $1.590 que le quedan para los tiquetes aéreos que la llevarán, por fin, a Norteamérica, donde los espera la familia de su esposo.
"A nosotros nos acogió una familia costarricense, ellos han sido maravillosos, pero hemos ocupado su espacio y nos da pena. Nosotros estamos desesperados, ya son más de cuatro meses y seguimos acá. Mi niña tendrá su familia tica aquí, pero esto ha sido muy doloroso, mis parientes están en Cuba y yo emprendí este viaje sin pensarlo, era muy apegada a ellos", manifestó.
Kathya Rodríguez, directora de Migración y Extranjería, comentó que la situación de esta familia, así como de otra que también se encuentra en Costa Rica se definirá en los próximos días. "Ese será un tema que se verá en la reunión de cancilleres el próximo martes" (12 de abril para los lectores).
Un viaje de casi un año. En el caso de la bebé Liz Tadea Martín Torres, sus padres también salieron de Cuba buscando mejores condiciones para vivir. Ellos ya salieron de Costa Rica y lograron llegar a Estados Unidos a mediados del mes pasado, casi un año después de haber abandonado la isla.Al igual que sus coterráneos que siguen varados en Upala, Lien Torres y Rayko Martín contaron que la situación en Cuba se agravó en los últimos años. Había que trabajar muchas horas para reunir dinero suficiente para comprar ropa, zapatos y hasta artículos de aseo personal.
Así las cosas, el 16 de abril del 2015, la pareja y su primer hija, Lía, de cinco años, salieron de Cuba con destino a Ecuador, donde permanecieron juntos tres semanas. El 8 de mayo, Rayko siguió solo hacia Estados Unidos, creyendo que adquiriría la experiencia suficiente para traer después a su esposa e hija.
"Una semana después de que mi esposo se fue de Ecuador a Estados Unidos, me di cuenta de que estaba embarazada. Buscamos opciones para que fuera más sencillo el viaje para mí y la niña (de 5 años), pero nos robaron el dinero", comentó Lien.
Estando sola, Lien fue víctima de una red de estafadores, que le cobró el dinero de un tiquete aéreo a México, donde supuestamente tendría trabajo.
Cuando quiso volar con su pequeña, el dinero, el tiquete y los estafadores desaparecieron. Ahí empezó la desesperación, que incluso la hizo replantearse volver a Cuba. Sin embargo, cuando faltaban dos meses para el nacimiento de su bebé, ella se sumó a un convoy de isleños y empezó el viaje hacia Centroamérica.
El 17 de noviembre llegó a unas cabinas en Paso Canoas y, un mes después, ya con ocho meses de embarazo, ingresó a un albergue costarricense en Sarchí, Alajuela. Los vecinos le construyeron una cama, para que Lien y la pequeña Lía no tuvieran que dormir en el suelo.
La situación empeoró días antes de dar a luz, cuando le comunicaron que podía tener problemas para sacar a la niña del hospital, por la falta de condiciones sanitarias en el albergue. Ante eso, Torres buscó alternativas: un vecino le prestó una casa y con ayuda de otras personas la amuebló.
A las 10:05 p. m. del 5 de enero, en el Hospital San Francisco de Asís, en Grecia, Liz vino al mundo sin complicaciones y ella y su madre regresaron a Sarchí, pero la incertidumbre persistió por semanas.
Pasaron dos meses más hasta que el puente aéreo se convirtió en la solución para que esta mujer, profesora de Cultura Física y Deportes, completara por fin una travesía de 11 meses.
Ella, Lía y la pequeña Liz viajaron el 11 de marzo en uno de los últimos vuelos habilitados por el Gobierno tico para la evacuación de migrantes. Habían pasado 115 días desde que arribaron a Costa Rica.
En la actualidad viven en Houston, Estados Unidos, donde Rayko ya estaba instalado para recibir a su familia.
"Sacar a la bebé fue todo un proceso. Además de la inscripción del nacimiento, el permiso de salida y el pasaporte, las autoridades ticas se encargaron de tramitar un permiso para que ella entrara y se acogiera a la Ley de Ajuste Cubano, a pesar de ser tica", contó Torres a La Nación.
Aunque está agradecida de haber llegado a Houston, confiesa que tiene contemplado regresar con toda su familia a Costa Rica para vivir acá. Tantos días que tuvo entre los ticos, la hacen querer volver.