En un salón de Emergencias del Hospital San Juan de Dios en donde solo deberían estar dos camillas, hay seis.
En estas condiciones, cualquier fluido corporal (llámese sangre, orina, heces, saliva) podría fácilmente pasar de un paciente a otro. Y sucede.
A los encargados de ese servicio no les queda más que acomodar camilla contra camilla para dar abasto con la demanda diaria de 500 enfermos.
Emergencias se encuentra desbordado. Pero también lo están la Unidad de Quemados, Emergencias Quirúrgicas, Consulta Externa, Laboratorio, Farmacia...
Los 170 años del Hospital San Juan de Dios pesan sobre la estructura, cuyos jefes de servicio dan cinco años para que crisis de espacio se extienda a más áreas.
La falta de espacio para atender a más de un millón de personas de población directa adscrita a ese centro de salud, tiene desbordada la mayoría de los 63 servicios del hospital.
Aunque han intentado desahogar esta presión con varias remodelaciones multimillonarias, la apuesta principal está en la construcción de una torre quirúrgica de ocho pisos, cuyo valor se calcula en $125 millones.
Pero no será fácil. El proyecto, incluido en el portafolio de obras de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) en la administración pasada, depende hoy de una nueva priorización de obras que están analizando las actuales autoridades, confirmó el gerente financiero, Gustavo Picado.
Según dijo Picado, se espera que el listado de las obras por financiar por varias fuentes, esté listo a final de este año.
Originalmente, la torre iba a contar con fondos del Banco Mundial, pero el préstamo que actualmente se tramita con esa entidad cambió de enfoque.
Guido Siverio, jefe de la Sección de Cirugía del San Juan, expuso que se definió empezar a construir la obra este año.
“La torre estaba proyectada a 25 años. Los problemas hoy están en hospitalización y emergencias. Viene un programa de (cirugías) vespertinas que no vamos a poder hacer porque no tenemos dónde internar gente”, lamentó.
En criterio del cirujano, la exdirectora del San Juan, Hilda Oreamuno, hizo un pronóstico: “Dijo que, si en cinco años no había torre quirúrgica, el hospital San Juan de Dios colapsa, y esto se está cumpliendo”.
Plan maestro. El jefe del Servicio de Neurocirugía, Rónald Jiménez, está estrenando unidad.
La remodelación costó poco más de ¢1.500 millones y convirtió al servicio en el más moderno de Centroamérica.
“(Antes de la remodelación) teníamos varias órdenes sanitarias por mal manejo de aguas, incumplimiento de la Ley 7600 (para personas con discapacidad)... la verdad, todo había colapsado”, reconoció el especialista.
Neurocirugía es una de las áreas readecuadas por el San Juan de Dios como parte de un plan maestro para modernizar y reforzar viejas secciones de todo el complejo hospitalario, explicó Francisco Sáenz, jefe de Ingeniería y Mantenimiento.
El San Juan tiene un área de 63.000 metros cuadrados, y casi toda data de 1905, aunque el hospital fue abierto en 1845.
Sáenz admitió que se arrastran, al menos, 40 años de rezago.
El detonante de este plan fueron las salas de operaciones, cuya crisis se desencadenó en el 2009, dijo la jefa de Enfermería del hospital, Virian Mejías.
La enfermera de quirófanos, Jenny Porras, recuerda que en las 15 salas abundaban pulgas, cucarachas y hasta gatos caían de los techos. La Caja invirtió aquí ¢12.000 millones.
Fernando Avendaño, coordinador de salas, reconoció que las obras dieron aire y seguridad a funcionarios y pacientes, pero insiste en que la solución definitiva es la torre.
“El primer piso (de la obra), según el diseño, es para emergencias. Esta es un área que ya colapsó, no solo por ortopedia. Se habló de quirófanos nuevos. Los remodelados quedarían como un centro de cirugía ambulatoria y un hospital de día”, agregó.
Este plan maestro es solo de carácter temporal pues todas las jefaturas del San Juan tienen las esperanzas puestas en la torre.
El diseño del proyecto fue trabajado por varios meses de forma intensa por los servicios hospitalarios, detalló Mejías.
Eliécer Jiménez, jefe de la Unidad de Quemados, aseguró que la capacidad para recibir casos graves se ha reducido.
De cinco pacientes electrocutados en Tibás, solo se pudo recibir dos. “Yo me hago chiquitico cuando oigo que se quema una casa en un precario. Una deflagración así sería un desastre. Esa es mi pesadilla”, dijo Jiménez.