Cabello largo, lacio y negrísimo. Piel morena, labios rosados y una juventud que no se podía disimular ni con maquillaje. Así se veía la chica en una fotografía tomada en el bus que la transportó a su emocionante destino. Allí la esperaban música, muchachos, cervezas y marihuana.
Horas después, el vehículo que la trajo de regreso de aquella fiesta fue una ambulancia. Su cuerpo ya no bailaba, ni siquiera caminaba. Yacía en una camilla “fuera de combate” por una intoxicación.
A esta adolescente le fue bien. Solo se intoxicó. Le pudo ir mucho peor. Cada fin de semana, cientos de jóvenes se exponen a peligros que, hoy en día, van más allá del consumo de alcohol y otras drogas de uso prohibido.
Son adolescentes que asisten a megafiestas, a las que también llegan narcotraficantes y proxenetas que buscan escoger víctimas potenciales, según ha comprobado personal del Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD ) en diversos operativos.
Se les conoce como “barras libres”, celebraciones juveniles en las que participan menores de edad con nula o escasa supervisión de adultos.
“Hemos encontrado narcotraficantes reconocidos apostados en la afueras de estas megafiestas intercolegiales, con autos de lujo, el equipo de sonido a todo volumen, ataviados con cadenas de oro y hasta guardaespaldas”, describió Carlos Alvarado, jerarca del ICD.
El funcionario indicó que estos delincuentes ven a los jóvenes como presas fáciles para extender las redes de su negocio. “Los traficantes andan buscando menores de edad para reclutarlos como vendedores de droga”, apuntó.
Los narcos seducen a los muchachos con la idea de que vender droga deja mucho dinero, e invitan a los que ya son adictos a traficar el producto para mantener su vicio.
Lo mismo, pero diferente. Los adolescentes de todas las generaciones han hecho fiestas, siempre. Estos encuentros no son de ahora.
Lo nuevo es el aumento en la cantidad de riesgos y en el peligro de los mismos. Hoy, las amenazas van más allá de caer intoxicados, morir por el consumo desmedido de drogas y alcohol o tener sexo sin protección.
Un colegial que se aventure en una de estas megafiestas se expone a ser reclutado por narcotraficantes o a ser explotado sexualmente, advirtió Alvarado.
Según el Instituto de Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA), la marihuana y el alcohol son las drogas más comunes que han encontrado cuando participan en estos operativos junto con el ICD.
Sin embargo, los oficiales también se han topado con crack , cocaína y éxtasis.
Estos eventos se organizan a través de las redes sociales como Facebook o Twitter.
Los motivos más comunes para organizarlas son las serenatas de quinto año, despedidas de cuartos a quintos años y las llamadas fiestas intercolegiales.
“Los padres de familia deben tener muy claro que el ambiente que están viviendo ahora los muchachos es cuantitativa y cualitativamente más peligroso que el que a ellos les tocó vivir”, aseveró el funcionario del ICD.
Rocío Solís, contralora de Derechos Estudiantiles del Ministerio de Educación Pública (MEP), aseguró que no tienen injerencia en esas actividades porque se realizan fuera de la sede colegial.
Sin embargo, la funcionaria instó a los padres de familia a estar muy atentos a los festejos a los cuales asisten sus hijos.
Operación peligro. Según adelantó La Nación en un reportaje del pasado 17 de octubre, estas fiestas son organizadas por los mismos colegiales o por muchachos que recién llegaron a la mayoría de edad.
La información policial revela que se pasó de celebrar estos “festejos” en bares a realizarlos en quintas ubicadas en lugares alejados y de muy difícil acceso.
¿Cómo llegan ahí? Hay una red de transporte que los recoge y deja en puntos específicos. Uno de los más populares es Plaza del Sol, en Curridabat.
Desde que entran al bus, los reciben con licor. La Policía ha descubierto que a los más “pendejillos” les ofrecen jelly shots o gelatina con licor para que se desinhiban.
De acuerdo con la información recabada por el ICD y el IAFA, la droga y el licor se transportan en el mismo vehículo en el que viajan la discomóvil. Fotografías que tomaron infiltrados en esas fiestas retratan las escenas de la “diversión”: un muchacho tomando tequila a “pico de botella”; otra que bailaba con su mano en la vagina de su acompañante; otro, de pie, en medio del baile, con los ojos en blanco.
Una foto más muestra a ese muchacho –¿niño?– descompuesto en el bus de regreso.