Abangaritos, Puntarenas
El mal olor fue el que atrajo la atención de los habitantes de Abangaritos de Puntarenas apenas se asomó el sol este miércoles, cuando encontraron miles de peces muertos en la costa.
Este poblado porteño, ubicado cerca de playa Ensenada, fue invadido de un fuerte y desagradable hedor.
Al principio pensaron que se trataba de un animal muerto, pero a las 8 a. m. corrió la noticia de que eran muchos, muchos peces anchovetas.
En total, son dos kilómetros de playa afectados por la situación, algo que los vecinos aseguran, nunca habían visto.
"¿Qué se sabe?", murmuraban en la tradicional tertulia de la tarde. Pero las causas aún no están claras y las autoridades afirmaron que será dentro de una semana, aproximadamente, cuando logren determinar qué ocurrió.
Fueron los trabajadores del Hotel Ensenada los que alertaron de la muerte de los peces. Minutos después ya lo sabían autoridades y pobladores de comunidades cercanas como Manzanillo y Punta Morales.
"Las muchachas que trabajan en el hotel pasaron y nos contaron de la muerte de los peces, vimos fotos y es impresionante, no recuerdo algo igual en los 48 años que tengo de vivir aquí (en Abangaritos)", manifestó Nora Díaz.
Hermán Cordero, funcionario del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), dijo que el olor que llenaba la costa era el propio a "pescado podrido".
"Lo preocupante es que ya se están acercando las moscas; o que también haya alguna peste o enfermedad que traiga esto (la muerte de los peces) a la población", expresó Cordero.
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Daniel Salas, director de Vigilancia de la Salud del Ministerio de Salud, explicó que sí deben retirar los peces y ya lo coordinan con el fin de evitar proliferación de moscas y fetidez.
"Tomará tiempo remover esa cantidad de peces. Mientras tanto se recomienda a los bañistas abstenerse de ingresar al agua en zonas afectadas", dijo.
A un lado del templo del pueblo, Alexa Arce afirmó, junto con otros vecinos, que ninguna autoridad les ha consultado sobre la situación, pero espera que se tomen medidas para evitar olores más fuertes.
Un poco más lejos, a unos seis kilómetros del centro, Sabina Molina comentó, en el muelle Ensenada, que espera que el olor se aplaque para que no afecte el turismo en la zona.
El hedor fue cediendo, pero el asombro, incluso de foráneos como Vic y Virgina Llewellym, de Inglaterra, seguía intacto.