Hellen Juanita Lira Padilla, de 59 años, sobrevive 20 años después de haber sido sobreirradiada con cobalto en la bomba Alcyon II, del Hospital San Juan de Dios.
Vive sola, en la casa que logró levantar con el dinero que recibió como indemnización por el accidente.
Jania Meléndez Solano falleció seis años después de la tragedia en el San Juan.
Su mamá, Zayda Solano Monge, recuerda cada evento de aquel accidente como si hubiera sido ayer. Cada año que pasa tras la muerte de su hija, hace 14 años, aviva la herida de la pérdida.
Estos son sus relatos, 20 años después.
Resiste entre pobreza y música
Hace un mes, unos maleantes se metieron a robar a la casa de Hellen Juanita Lira Padilla.
La casita queda en un bajo, casi colgando de un guindo, rodeada de una enredadera de chayotes, en Los Guido de Desamparados, San José.
Hellen Juanita la construyó con el dinero que recibió cuando la indemnizaron por haber sido de los 115 enfermos de cáncer sobreirradiados con cobalto en 1996. Ya no recuerda cuánto.
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Pero no debió ser mucho. La casa no tiene ni cielo raso ni vidrios en las ventanas. No hay puerta en el baño, ni tampoco en el cuarto. No hay división entre sala, comedor y cocina. La plata no alcanzó para más.
El día que se metieron a robar ella no estaba.
Los ladrones revolcaron todo. No osaron llevarse uno de los mayores tesoros y consuelos que tiene en medio de la soledad en la que viven: un viejo equipo de sonido en donde escucha cantar a sus ídolos mexicanos.
Los maleantes tampoco tocaron sus botellones con aceite mineral y el pastillero que consume, diariamente, para calmar dolores que le quedaron después de haber recibido radiación por un tumor en la hipófisis.
Lira está entre los cuatro pacientes que acuden con cierta periodicidad a la consulta de Roxana Chin, médico internista responsable de dar seguimiento al grupo de sobreirradiados del Hospital San Juan de Dios.
De las 115 víctimas, 67 eran pacientes de la zona de referencia del San Juan. Los demás eran referidos a la bomba por el Calderón Guardia y el Nacional de Niños.
Solo ocho sobreviven 20 años después de la tragedia, y cuatro de ellos son los únicos que continúan yendo al hospital por las secuelas que sufren.
"Quedé sorda y no veo del ojo izquierdo. De vez en cuando, me atacan unas diarreas, pero ya no me dan los temblores que me mandaban a Emergencias a buscar a mi doctora Chin", relata Hellen en la sala de su casa, rodeada de gatos que se logran meter por los huecos de las ventanas.
Hellen recrea con movimientos de su cuerpo aquellas convulsiones y las hemorragias nasales constantes que sufrió los primeros cinco años.
"Caí un montonón de veces en el piso de Emergencias. Eran pocos los médicos que nos hacían caso. Hasta miedo nos tenían", recuerda.
Alguna vez, fue costurera en una fábrica de orientales.
Fueron sus patronos quienes la motivaron a consultar con el médico por los problemas de salud que tenía.
Ahí fue cuando le descubrieron el tumor en la hipófisis (glándula localizada en la base del cráneo), y comenzó su historia con el cobalto. Rondaba los 40 y tenía las energías y la abundancia de carnes que hoy extraña.
No se queja por su destino. Asegura que, 20 años después, no se siente tan mal como al principio y que siempre que puede acude adonde su querida doctora Chin.
Y aunque ha visto morir a muchos de los enfermos que compartieron con ella a lo largo de estos 20 años, sigue mirando la vida con optimismo gracias a la música, a la oración y a la alegría innata que le brota espontáneamente de una fuente que solo puede ser divina.
La CCSS defraudó
Jania Meléndez Solano tenía 23 años cuando los médicos le recomendaron recibir radioterapia para evitar que su linfoma de Hodgkin no reincidiera cuando estuviera adentrada en la edad adulta.
Ella estaba curada y aquel tratamiento le aseguraría más años de vida, recordó su mamá, Zayda Solano Monge. Pero Jania murió como resultado de las secuelas de la sobreirradiación que sufrió en la bomba de cobalto del San Juan de Dios.
La joven, que aspiraba convertirse en administradora y especialista en turismo, sobrevivió seis años.
Durante ese tiempo, fue la cara visible de los sobreirradiados porque se convirtió en su líder.
Meléndez presidió el comité que integraron los afectados para exigir a la Caja una mejor atención tras la tragedia sufrida.
"Jania empezó a llevar la radioterapia y comenzó a decaer y a decaer. Toda la gente que llegaba a esa sala de radioterapia estaba en las mismas condiciones de mi hija. Todos buscaban ahí ayuda para vivir.
"Pero sin darse cuenta, estaba sucediendo el peor accidente médico del país. Han pasado 20 años, ¡mi hija sobrevivió seis años más!, pero la calidad de vida fue terrible. Su esófago fue quemado, su pericardio también. Fue operada de emergencia, quedó en una silla de ruedas.
"Tenía 23 años de vida (cuando fue sobreirradiada), estudiaba Turismo y Hotelería, estaba a punto de graduarse y no pudo tener lo que soñaba, solo una silla de ruedas por seis años", recordó Solano.
En la casa de Zayda, en Paso Ancho, San José, se respira un aire distinto.
Está muy cerca de la popular rotonda de la Guacamaya, por donde pasan miles de vehiculos todos los días, mas ahí se vive como en un pequeño reducto de campo, con veraneras colgando de la tapia.
Zayda rehizo su vida después de la muerte de su hija. Se volvió a casar como su hija se lo pidió, y la recuerda permanentemente: cada vez que cierra los ojos la ve sonriendo, como en la fotografía que guarda entre las memorias más valiosas de la joven que alguna vez fue su confidente y amiga.