Puntarenas. Una moto paró frente a la casa, en el barrio Fray Casiano. Era el muchacho del Ebáis y preguntó por Melany Juárez Coronado.
“El examen salió positivo por zika”, le informó sin entrar en mayores detalles. Fue suficiente para soltar el llanto, recordó la madre, de 21 años.
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“Me sentí culpable porque yo no me ponía repelente ni usé todo lo que me regalaron en la clínica para protegerme. Los siguientes cinco meses del embarazo fueron angustiantes, pensando en que mi bebé nacería con microcefalia”.
Valentina duerme entre sus brazos mientras Melany recuerda. La pequeña nació el domingo 19 de febrero, a las 3:42 de la madrugada en el Hospital Monseñor Sanabria, de Puntarenas.
Los médicos le diagnosticaron una microcefalia leve por zika, explicó la pediatra a cargo, Adriana Rojas.
La cabeza con un tamaño menor al normal es una de las complicaciones físicas más evidentes causadas por este virus en los bebés cuyas madres tuvieron la enfermedad en algún momento del embarazo.
Con poco más de cuatro meses, Valentina ya viajó hasta San Jos, el 11 de mayo, a su primera cita de control en la Clínica de Infecciones Congénitas, del Hospital Nacional de Niños.
Unos 60 menores son vigilados ahí por zika; la gran mayoría, por haber dado positivo en las pruebas de sangre y orina para detectar el virus.
Esperanza. La pequeña se esfuerza por incorporarse y tiene dos dientes que quieren salir.
Esto alivia a su mamá y le da esperanza de que, quizá, en los próximos dos años que el protocolo exige como seguimiento, la niña logrará un desarrollo normal para su edad.
Melany tuvo zika a las 17 semanas de embarazo. Ya antes había tenido dengue y chikunguña, las otras dos enfermedades que también transmite el mosquito Aedes aegypti.
“Aquí hay mucho zancudo y mi mamá me lo advertía. Pero no le hice caso. Me daba pereza ponerme repelente... y estas son las consecuencias”, cuenta.
Cuando Valentina nació a las 37 semanas, su mamá no la pudo ver porque le hicieron cesárea y le pusieron anestesia general.
Al despertar, lo primero que hizo fue preguntar por su bebé, angustiada de lo que pudiera ver. “Primero, me fijé en la cabecita, y no la tenía deforme. Le di tantas gracias a Dios porque la vi bien”, contó.
Y es cierto. Cuesta detectar la microcefalia en Valentina. Pero no hay que confiarse de la aparente normalidad, advierte Adriana Rojas. A la niña hay que vigilarla de cerca.
El llamado síndrome de Zika congénito no solo trae el riesgo de la microcefalia. Posterior al nacimiento, el virus puede manifestarse en ceguera, sordera y problemas del desarrollo neurológico y motor del niño.
“Esto apenas está empezando”, reconoció el director de Vigilancia de la Salud, del Ministerio de Salud, Daniel Salas Peraza. Esta enfermedad es nueva en América, y nuestro país no es la excepción.
Aquí se han registrado, del 2016 a la fecha, seis bebés con el síndrome congénito por Zika, y 177 embarazadas con el virus.
“Lo que me pregunto es qué pasará. Pero hay que esperar. Por ahora, estoy tranquila porque la veo bien”, confiesa Melany sin ocultar cierta angustia en su voz.