Su perfil ante los medios ha sido muy bajo. Su nombre solo lo mencionan los pacientes que, 20 años después de la tragedia de sobreirradiación, siguen acudiendo a su consulta en el Hospital San Juan de Dios.
Se llama Roxana Chin y fue la médico residente que, en 1996, formó parte del equipo elegido por la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) para evaluar los expedientes médicos y a los 115 pacientes afectados con la sobreirradiación.
Dos décadas después, Chin conversa por primera vez sobre lo que pasó. Esta es la entrevista con La Nación.
¿Cómo se enteró de la tragedia?
Cuando se dio la noticia, nadie sabía qué era lo que estaba sucediendo. La institución escogió a un grupo de médicos para valorar a todos los afectados porque los pacientes no querían estar en contacto con los médicos involucrados. Fueron escogidos tres asistentes médicos y una residente, que fui yo.
"Fue una valoración durante una semana completa casi 12 horas al día, de resumir absolutamente todo. Se hizo una valoración médica en conjunto con las especialidades y todos los afectados más severamente fueron referidos a los especialistas".
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En ese momento, con esa cantidad de trabajo, ¿pudo asimilar la magnitud de la responsabilidad que le estaban asignando?
El día que me llamaron fue (cuando se dio a conocer la noticia a los pacientes y familias) al auditorio. Eso era como el circo romano. Había pacientes, familiares, médicos, periodistas… yo creo que en ese momento nadie sabía qué era lo que estaba sucediendo.
"Hasta después de revisar los expedientes y revisar a los pacientes vimos la magnitud del problema. Pero yo creo que al principio nadie sabía qué era lo que estábamos haciendo. Era algo nuevo en el país, a nivel internacional y en ninguna parte del mundo habían sido afectados tantos pacientes en un accidente de radiación".
¿Qué fue lo que usted empezó a descubrir en esa revisión de expedientes y exámenes clínicos a pacientes?
Al principio, incluso antes de darse la noticia, como hacíamos guardias en el servicio de emergencias uno comenzó a ver pacientes afectados, pero creíamos que era afectación normal de la radiación. Pero cuando comenzaron a llegar más pacientes y las lesiones eran un poco más severas de lo esperado nos empezamos a preguntar qué es lo que estaba pasando con los pacientes irradiados. En las guardias anteriores no nos llegaban pacientes con este tipo de complicaciones.
¿Quemados?
De todo. Diarreas importantes. Lesiones en piel, lesiones a nivel de cuello.
Desde entonces, ¿usted los tuvo a cargo?
Digamos que hubo un impasse desde octubre. Noviembre, diciembre y enero, los pacientes no sabían adónde acudir. Ahí comenzaron a organizarse y a pedir ser atendidos en forma expedita, y la CCSS totalmente de acuerdo con esto, fue cuando nombró a varios médicos. Por el San Juan de Dios me nombraron a mí.
En lo personal, ¿cuáles fueron sus primeros pensamientos sobre lo que tenía que hacer como médico?
Primero, que tenía que estudiar. Porque de eso nadie sabía absolutamente nada. No les podíamos dar una respuesta a los pacientes porque ni los radioterapeutas nacionales ni los internacionales sabían qué podía pasar con estos pacientes a mediano, a corto o a largo plazo. Entonces, estudiar para por lo menos poder paliar todos los síntomas de los pacientes en forma aguda. En Medicina Interna no tenemos nada que ver con radiación, entonces uno tiene que ir a estudiar sin llegar a ser radioterapeuta, pero sí tenemos la capacidad de ver las complicaciones y poder solucionarlas.
Usted es una de las pocas personas en este país y en el mundo que probablemente sepa más de la atención a personas víctimas de sobreirradiación. ¿Cómo le llegaban estos pacientes?
Este acompañamiento no solo fue médico. Porque médicos hay muchos. Por azares del destino, fue mi persona. Pero estoy segura que otra persona igual hubiera hecho el trabajo. Además, está el acompañamiento de persona a persona. Creo que se creó una confianza suficiente entre pacientes, familiares y mi persona. A veces no solo me contaban las cosas médicas sino las personales, que también es parte de ser médico: no solo curar la enfermedad. También curar el alma.
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"Realmente estaban muy afectados. Todo, absolutamente todo lo que a ellos les pasaba se lo atribuían a la radiación, y probablemente no era así, era el proceso natural de su patología de fondo que era cáncer. Estaban en ese grupo porque tenían cáncer. Quizá eran cosas propias de la enfermedad y no de la sobreirradiación. De los 115 no todos fueron sobreirradiados. Algunos solo agarraron la cola. Esto fue como una bola de nieve, había que parar todos esos comentarios e individualizar a cada uno de los pacientes".
¿Se sintió acompañada en este proceso?
Por supuesto. La CCSS siempre ha estado desde el principio con y para los pacientes. Siempre he estado con grupos médicos y con la parte paramédica: trabajo social, psiquiatría, psicología y todas las especialidades.
¿Síntomas inusuales?
No, porque todo lo que sucedió fue lo que esperábamos pero un poco más exacerbado. Si esperábamos que tuvieran diarreas después de cierta cantidad de radiación, los episodios comenzaban antes. Si se esperaba que la lesión se viera 20 o un mes después, se comenzaron a ver mucho antes. Sí más exacerbado: diarreas, lesiones en piel, lesiones a nivel gastroesofágicas, más rápida caída de piel.
¿Se registrará esta experiencia en artículos científicos?
Se tuvo acompañamiento de exteriores: Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) y Organización Panamericana de la Salud (OPS). Se han tenido tres valoraciones por parte de expertos. Y ya está documentado.
¿Qué pasó con los pacientes que está viendo?
Hay ocho vivos (de 67 que comenzaron con ella en el San Juan de Dios), de los cuales cuatro consultan con nosotros. Y de esos cuatro se presentan procesos diarreicos, procesos neurológicos inespecíficos (dolores de cabeza, cuadro de desorientación, hormigueo en ciertas partes del cuerpo). Están como pacientes dentro de mi consulta normal de Medicina Interna, con la prioridad de que ellos saben que pueden ser atendidos en cualquier momento.
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¿Cómo la ha marcado esto en lo personal?
Como persona, aprendí muchísimo. En el área de la salud, estamos en casa de jabonero: el que no cae resbala. Somos seres humanos y los errores se cometen, pero lo importante es que de ese error aprendamos, porque si no aprendemos es como si no hubiera ocurrido el error.
"Hemos aprendido. Las nuevas generaciones, dicen 'Ah, sí hubo un accidente de sobreirradiación', pero no saben lo doloroso que fue la parte humana y que uno se involucra con los pacientes, quiera o no: Una madre a la que se le muere un niño, los niños del hospital de NIños que fueron sobreirradiados… eso fue muy duro.
"Yo creo que las nuevas generaciones no se acuerdan de esto, pero esto es parte de la historia de Costa Rica, parte de la historia de la Medicina de Costa Rica. Yo creo que cada uno tiene que echar para su saco: como médicos siempre siempre tenemos que tener muchísimo y el doble de cuidado de lo que usualmente tenemos".