La primera visita del equipo de salud recibió un rotundo no de una abuela enfurecida porque a las 9 a. m., estos inoportunos visitantes podrían despertar a sus nietos, aún dormidos bajo el calor de infierno que a esa hora transpiraba Los Almendros de Barranca, en Puntarenas.
Sin espacio para negociar, los técnicos responsables de verificar, casa por casa, la presencia de criaderos de zancudos tuvieron que seguir su camino, con la promesa de volver hasta encontrar una mayor disposición para colaborar.
Actitudes como esta y hasta peores, se topan los técnicos y fumigadores del Ministerio de Salud, quienes están en el campo luchando para frenar el avance de las principales enfermedades vectoriales del momento: dengue, chikunguña y zika .
Este distrito del cantón Central de Puntarenas está dentro de la “zona caliente” o “zona roja” identificada por el Ministerio de Salud por la alta presencia de zancudos y de enfermos de dengue y chikunguña.
Otros 23 cantones, como San José, todos los de la provincia de Limón, así como Sarapiquí y Liberia, forman parte de esa lista.
Barranca es un territorio de alto riesgo de cara a la circulación del virus del Zika, una nueva enfermedad transmitida, como las otras dos, por la hembra del zancudo Aedes aegypti .
Ejemplo. Esa comunidad es una muestra representativa de lo que sucede en otras partes del país, donde abunda la indiferencia de la gente, que no colabora con la destrucción de criaderos, además del escaso apoyo municipal en la recolección de los desechos.
Vidal Meza Quirós y otros vecinos de Los Almendros se quejaron ayer porque la Municipalidad de Puntarenas cumplía dos semanas sin recoger la basura. Meza, un pensionado, ha tenido dengue dos veces, la última en mayo.
A tres casas de la suya, Hellen Argüello Zamora padece las secuelas del chikunguña: dolor articular crónico.
Ella vive junto a ocho personas, entre las cuales está un tío en muy malas condiciones (requiere oxígeno), luego de sufrir un atropello.
El que Hellen haya tenido chikunguña significa que hay zancudos infectados que podrían enfermar a su tío y acabar de complicar su estado de salud.
Mireis Solano, de 47 años, cumplía ayer su primer día fuera del hospital. Pasó internada desde el fin de semana en el Monseñor Sanabria, víctima del chikunguña.
Aunque su casa está limpia de criaderos, en el patio tiene un tanque séptico abierto, en donde caen todas las aguas que salen de la pila, el lavatorio y el servicio sanitario. Es una enorme piscina para los huevos de zancudos.
Carlos Calvo Alegría, uno de los inspectores de Salud de este lugar, con más de 30 años de experiencia, asegura que muchos de estos lugareños saben todo sobre dengue y chikunguña, pero hacen muy poco para evitar la formación de criaderos de zancudos.
La médica del Ministerio de Salud, Melissa Ramírez Rojas, responsable de vigilancia epidemiológica en la Región Pacífico Central, puso un ejemplo para intentar explicar una de las razones de esa indiferencia.
“Hace unos años, una señora me dijo que ella prefería que le diera dengue porque así iría a parar al hospital, donde tendría, al menos, algo que comer. La pobreza aquí también es un factor de riesgo importante”, comentó Ramírez.