En la tranquilidad de su finca, en Bijagual de Turrubares, María Ethel Trejos Solórzano escapa temporalmente de los virus, bacterias y cuanto agente infeccioso pone en alerta sanitaria al país.
Ahí, en medio de árboles de limón, cas, chirimoya y guanábana recién plantados por sus propias manos y las de su esposo, Juan José Espinoza, esta médica deja que su mirada se pierda entre las montañas, el zumbido de los insectos y el barullo de los pájaros.
Esa tranquilidad solo es comparable a la que le regalan sus dos nietas, Luna Ethel, de 7 años, y Valeria, de año y cuatro meses, cada vez que se encuentran.
Con ellas, María Ethel es otra muy diferente a la que aparece en los medios, apenas se desata un brote de rabia , dengue o se activa una alerta por la amenaza de virus tan complejos como el ébola o la influenza AH1N1.
Cuando está en la ciudad, ella está en otras, ya sea en su oficina como directora de Vigilancia de la Salud, en la sede del Ministerio de Salud, en San José, o en su casa, ubicada en el puro centro de la ciudad de Heredia.
Aquí su concentración se fija en la prevención de epidemias y en acorralarlas apenas aparecen.
María Ethel es médico especialista en salud pública y epidemiología. Dejó el ejercicio clínico para concentrarse en investigar las causas de las enfermedades.
Trabaja en esto desde la década de los ochenta, cuando se incorporó a la planilla del Ministerio de Salud, de donde se jubilará en diciembre de 2015.
Preparados. Esta semana que recién finaliza, le puso otra tarea entre manos: activar la alerta nacional para que todos los centros de salud del país estén atentos por si aparecen casos sospechosos de ébola .
Pero ella está tranquila: “El país tiene un sistema de salud que bien organizado, puede hacer frente a cualquier agente (virus o bacteria) que se introduzca.
”Lo importante es que haya una adecuada organización y que la gente tenga esa malicia de pensar que sí puede llegar algo capaz de generar un mayor impacto”.
Por ahora, ni el ébola la atemoriza. Para ella, es difícil reproducir aquí la precaria situación de las naciones africanas.
Su pesadilla es otra: que al país ingrese algún agente totalmente desconocido, con altísimas tasas de ataque y letalidad y con potencial para matar a miles y poner en jaque a ese sistema de salud que ella tanto defiende.
Esos pensamientos los espanta los fines de semana que invierte entre las montañas de Bijagual, donde ahora tiene una casita que ella misma se ha encargado de arreglar, pues se autodenomina “pintora de brocha gorda”.
También se sostiene en la fe. Su familia, de cepa herediana, le ha dado varios hijos a la Iglesia. Entre ellos, el menor de sus ocho hermanos, quien es sacerdote. También tuvo un tío obispo, monseñor Óscar José Trejos.
Quienes la conocen dan testimonio de eso y afirman que este es uno de los pilares en la vida de una mujer callada y menuda, pero minuciosa y exigente cuando se trata de trabajo. Entre pasillos, la llaman la doctora Trejos.
Roberto Castro Córdoba trabaja junto a ella en Vigilancia de la Salud. Él la conoce hace 30 años: “Es de esas personas buenas. Profesionalmente, es una de las personas mejor formadas en este campo”.
Actualmente, dijo Castro, Trejos dirige la creación del sistema de información para el registro en línea de las enfermedades de reporte obligatorio y el proyecto de formación de recursos humanos futuros.
La doctora Roxana Céspedes tiene 29 años de trabajar junto a Trejos en salud pública y epidemiología. Profesionalmente, la describe responsable, objetiva y leal. Como persona, dice que su colega es ecuánime, afable y espiritual.
Mientras llega el tiempo de pensionarse, la doctora Trejos trabaja ocho horas diarias o más en su oficina, que da al parque frente al Ministerio de Salud.
Desde ahí, ve los árboles y, de vez en cuando, los atardeceres que espera disfrutar pronto en el sueño que plantó en Bijagual.