Seis de las nueve plantas térmicas de las que depende el ICE para satisfacer el faltante de energía en la época seca y evitar apagones, muestran claras señales de ineficiencia.
De acuerdo con un estudio del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae), en el 2012 esas generadoras tenían costos de producción que superaban hasta 10 veces el promedio de la planta térmica Garabito, considerada la más eficiente del país, que es de ¢100 por kilovatio hora (kWh).
Se trata de las plantas Barranca, San Antonio, Moín, Moín III, Moín Pistón y Colima, cuyo costo por generar cada kWh oscila entre más de ¢200 y ¢1.000.
El año pasado, el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) invirtió ¢38.000 millones en la utilización de esas instalaciones.
Antes de terminar la administración Chinchilla, el entonces ministro de Ambiente, René Castro, calificó esas plantas como “un horror, un desastre financiero fatal, un crimen para la economía y el medio ambiente por ser absolutamente ineficientes”.
Agregó que otros dos proyectos térmicos, Guápiles y Orotina, también operan con costos más altos de lo debido: cada kWh generado ahí cuesta unos ¢200.
La eficiencia de este tipo de plantas se define según su antigüedad: cuanto más vieja, más alto el costo de mantenimiento. Además, influye el tipo de combustible que utilice, su capacidad y las horas de uso.
En tanto, su rendimiento lo marca la cantidad de litros consumidos para generar un kilovatio (kWh/l).
Mientras que Barranca rinde 2,13 kWh/l y genera cada kWh a ¢278, Garabito rinde más del doble (4,59 kWh/l) y produce cada kWh a ¢86; tres veces más barato.
Pero esto es variable. En el 2012, un kWh de Moín costó casi 10 veces más que el kWh de Garabito.
El problema de esas plantas, según Castro, es que la mayoría son muy antiguas y usan combustibles costosos. Cuanto más caro resulte el kWh, más ineficientes son.
Un 20% de la energía térmica se produce con diésel y el resto con búnker. El 80% de la energía térmica del país la suministra Garabito.
Respaldo. Salvador López, director del Centro Nacional de Control de Energía del ICE, no aprueba el término “plantas ineficientes” pues, aunque son más caras, solo están pensadas como respaldo cuando se agotan las energías renovables.
Según López, las más útiles para tal función son las turbinas de gas porque su costo de instalación es el más bajo. El kWh instalado en una hidroeléctrica con embalse cuesta unos ¢2,5 millones, mientras que en una térmica, cerca de ¢400.000.
“No son caras. Al contrario, son baratísimas en costo de instalación, pues se usan poco. No genera ningún gasto tenerlas ahí, aunque claro que serían caras si se usaran siempre”, alegó el funcionario.
El problema es, justamente, que lejos de ser aprovechadas solo para emergencias, en la práctica se están usando para las horas pico y muy cotidianamente, según denunció René Castro.
De hecho, con las plantas cuestionadas, el año pasado el ICE generó 242.246 megavatios (MWh) a partir de la quema de 74 millones de litros de combustible y una inversión de ¢38.000 millones.
Ese año, mediante una inversión de ¢82.000 millones y la quema de 207 millones de litros, Garabito generó casi cuatro veces más energía que la que generaron las otras ocho plantas en conjunto: 953.000 MWh.
Transformarlas. “Hay que sustituir todas las térmicas del ICE por unas modernas de gas natural; yo no dejaría ni una sola de diésel o búnker. Aun a los precios actuales, el gas es más barato, eficiente y menos dañino”, declaró el exministro Castro.
Tanto el Minae como el ICE se plantearon la posibilidad de convertir proyectos viejos, como los de Moín, a gas natural.
En la actualidad, un generador privado vende el kWh de biomasa a ¢37; casi tres veces más barato que el costo promedio del kWh producido en Garabito.
La ventaja es que mucha de la biomasa generada a partir de bagazo, cascarilla de arroz o residuos de piña está disponible en el verano.
Aunque admitió que las térmicas costosas deberían ser transformadas o renovadas, Salvador López, del ICE, indicó que a estas alturas no vale la pena invertir.
En primer lugar, alegó que esas plantas aún no agotan su vida útil; en segundo término, advirtió de que en el 2016 entraría a operar el Proyecto Hidroeléctrico Reventazón, que generaría excedentes y “dejaría rezagadas a las térmicas”.
El exministro Castro refutó tales argumentos pues, según dijo, los sobrantes de Reventazón serían temporales, como los de cualquier otro embalse, y dependientes de un régimen de lluvias típico. Eso no pasó en los últimos dos años.
La energía hídrica –proveniente de los embalses Arenal, Cachí y Pirrís– aporta solo el 25% de lo que requiere el país en la época seca.
Costa Rica tiene hoy una capacidad instalada suficiente para generar 2.732 MWh. La demanda más alta hasta hoy es de 1.604 MWh.
El ICE es el principal productor de energía eléctrica; genera el 74%. El restante 26% lo aportan 28 generadores privados, así como cooperativas eléctricas.
Según el Minae, el costo de últimos kilovatios que el ICE compró a plantas privadas – generados a partir de fuentes limpias, como hídricas o eólicas– rondó los ¢50.
Entre tanto, el kWh de la térmica Barranca, de las plantas más ineficientes del ICE, fue hasta seis veces más caro, según el corte del 2013 de la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep).
Juan Quesada, intendente de Energía de esa institución, sostuvo que para el ICE es posible tomar decisiones mucho más eficientes en cuanto a producción e inversión.