Río Cuarto, Alajuela. “Panadería y Repostería La Gatica... El sabor que hace miau”: con esa marca, Vera Alfaro espera ver crecer la venta de pan casero que empezó hace diez años.
Empezó con una canasta de mimbre con la que llevaba su producto a los vecinos del asentamiento El Paraíso, en Río Cuarto de Alajuela.
Hoy, ella contempla con ilusión el taller que construyó con el financiamiento de Puente al Desarrollo. De momento, solo tiene solo una refrigeradora, una batidora sencilla y un hornito, pero en pocas semanas tendrá otros aparatos que le permitirán expandir su negocio.
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Alfaro ideó el proyecto para ayudar en su hogar –ella y tres hijos– con sus habilidades culinarias, pero también solventa una necesidad de la comunidad, pues no hay panaderías.
“La voy a personalizar. Me voy a extender, voy a poner canastas y unas cortinas preciosas, porque también quiero que la gente venga a tomarse una tacita de café”, relató la emprendedora.
La llegada del equipo de cocina marcará una especie de cierre en la participación de Vera y sus tres hijos en el plan Puente, mediante el cual también obtuvieron seguro médico, arreglos a su vivienda, una computadora con Internet, capacitación en cocina y becas para estudiar.
Ella habla con pasión de su emprendimiento. Crearlo fue difícil, y eso la enorgullece.
“He tenido muchos logros sola. No crea, uno se supera. Eso es lo que yo quería, que me costaran las cosas y ver personas que confiaran en mi proyecto”, dijo Alfaro, de 40 años.
El mismo sentimiento embarga a su vecina Blanca Sánchez, a quien solo le hace falta que llegue la máquina fotocopiadora para abrir su librería, con la que se evitaría que la comunidad de El Paraíso deba caminar más de tres kilómetros hasta el centro más cercano.
El local se construyó a finales del 2016, anexo a la casa pintada de color rojo en la que vive con su esposo y sus tres hijos.
“Esta es mi gran ilusión, ver el negocio prosperando (....). Cuando trajeron el material y cuando empezaron la construcción, uno se emociona al ver que está naciendo”, dijo Sánchez.
Al ver su vivienda por primera vez, es casi imposible imaginar que la familia solo tiene cuatro años de residir en un lugar seguro. Detrás del inmueble sigue en pie, aunque a duras penas, el galerón de latas de cinc y troncos que los albergó durante una década.
El bono de vivienda lo gestionaron por cuenta propia, pero hacía falta un impulso más para que su condición realmente variara. Fue entonces cuando llegó la cogestora Karol Rojas, quien los ha acompañado durante su participación en el plan Puente.
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Veintitrés meses más tarde, con seguro social, becas para los muchachos, local y su fotocopiadora en camino, Sánchez –quien también se matriculó en la carrera de Administración de Empresas en la Universidad Estatal a Distancia (UNED)– confía en un futuro próspero.
La librería podría darle a la familia la estabilidad que necesita, pues el esposo de Sánchez trabaja solo por temporadas en las piñeras cercanas.
“Tengo la fe de que todo va a salir bien… Con esto, puedo ganar algo para ellos (sus hijos), para que puedan seguir estudiando”, expresó la jefa de familia, ilusionada.