Tres muchachos con la camisa gris y la corbata negra del Liceo de Costa Rica se asomaron a la cafetería el pasado martes 17 de junio.
—Muchacha, ¿me regala agua?
— Claro, pase.
—Uy, qué rico. ¿Y aquí hacen café? Yo soy adicto al café.
—Sí, ¿querés uno? Tenemos cafés pendientes, le contestó Leda Sánchez, dueña de Viva Café.
Como ninguno de los tres conocía la idea del Café Pendiente, entonces ella les explicó.
En esta iniciativa, una persona entra a una cafetería y pide más tazas de las que va a tomarse. Cancela dos, por ejemplo, pero solo se toma una y después sigue su camino.
La –o las otras, si es el caso– quedan en una especie de crédito colectivo para alguien que no tenga dinero. Entra una persona, pregunta si hay cafés pendientes y el administrador le sirve una taza, cortesía de un desconocido.
En la apretada cafetería de barrio La California, Marco, Moisés y un tercero aceptaron la taza de café con leche y pasaron el día en los sillones. Así, fueron los primeros tres beneficiarios del Café Pendiente en el país, sin tener idea de quién los había invitado a cafetear esa tarde.
El génesis. El café pendiente “a la tica” nació con la primera actividad en el país del Club de los Libros Perdidos, el 21 de marzo. La tarde de la primera liberación de libros, un grupo de amigos se reunió a hablar y entre los temas salió la idea.
Tras semanas de hablar del proyecto entre ellos, la iniciativa tomó vuelo. Se reunieron en el local de la organización Chepecletas –cuyos integrantes dieron inicio al movimiento– junto con miembros de IndignadosCR, 89decibeles.com y personas que no estaban afiliadas a ningún grupo.
Alguien comentó de una panadería que hacía lo mismo con bollos. Otro ofreció contactos en cafeterías y empezaron a salir nombres de personas que podían diseñar un logo. A principios de junio, ya tenían dos cafeterías reclutadas: Viva Café, en barrio La California, y Café.Té.Ría, en barrio Amón. Otras están en lista de espera.
La idea del café pagado a un extraño no es de ellos, sino que fue importada de Nápoles, Italia, donde se conoce como caffé sospeso . Algunos dicen que la tradición tiene 100 años y otros, que se remonta al siglo XVII, pero que viene y va por épocas. La última oleada coincidió con el inicio de la crisis económica europea, en el 2008.
El viernes 14 de junio tuvo lugar la última reunión antes de lanzar el proyecto. El lunes sería el banderazo de salida y acordaron incluir tres cafeterías más: Café del Barista, en barrio Aranjuez; Kassa Café, en Coronado, y EcoMercado, en San Pedro de Montes de Oca. Esos 5 establecimientos se mantienen activos para poder monitorear el proyecto.
Difusión. Alrededor de cada cafetería se ha formado una pequeña comunidad de personas que frecuentan los alrededores y conocen la iniciativa, pero el desafío es otro.
Con más de 50 tazas donadas en dos semanas en los cinco puntos, el reto para los organizadores es difundir la voz entre quienes puedan necesitar un café.
Los organizadores tienen cerca de 30 cafeterías en lista de espera para unirse al programa, pero quieren priorizar el contacto con la población beneficiada. Para eso, la semana siguiente visitarán cuatro comedores sociales.
“Si bien una taza de café no va a curar la pobreza, es una acción solidaria. Queremos hacer conciencia acerca de la necesidad que también pasan estudiantes de coles públicos o universitarios”, explicó Mario Brenes, del grupo organizador.
La tesis de Brenes cobra vida con los tres muchachos del Liceo de Costa Rica, quienes regresaron a Viva Café el día después de haber recibido su café pendiente.
Cada uno pidió una taza de café con leche, pagaron la orden y dejaron tres tiquetes más en el vaso que contabiliza los cafés pendientes. Después, siguieron su camino.