En hora pico, Tana Salazar, de 27 años, tardaba hasta dos horas desplazándose en carro desde su casa, en El Alto de Guadalupe, hasta su trabajo, en Pavas.
Cansada de conducir más de 12 kilómetros en medio de las presas, probó viajar en bus y tren, pero los tiempos de movilización seguían por encima de hora y media.
Hace seis meses, en una parada de tren, en Pavas, observó a un joven bajarse cargando una bicicleta plegable, y se dijo: “Yo puedo usar una de esas”.
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Ese fue el punto de partida para descubrir un medio de transporte que está ganando adeptos en el intento de muchos por enfrentar el congestionamiento vial del área metropolitana. “En bus y tren duraba hora y media; en carro podía tardar hasta dos horas, y en bici puedo durar media hora.
”Tenía como cinco años de no montarme y me daba un poco de miedo (...), pero ya no se puede con las presas de este país”, comentó Salazar.
La inversión en la bicicleta y los accesorios de seguridad, como casco, chaleco reflectante y luces, fue de unos ¢150.000.
El caos vial también motivó a María José Suárez y a Mariela Solano, microbiólogas de la Universidad de Costa Rica (UCR), a comprar bicicletas.
“Trabajo en un laboratorio de la UCR que queda en el San Juan de Dios y, al quedar el hospital en el centro de San José, todo se complica; hay mucha presa, no hay estacionamientos.
”Tenía una bicicleta guardada y un día me animé, pensé en dejar el carro en la ‘U’ y de ahí, irme al hospital”, relató Suárez.
Desde que viaja en bicicleta, dice, se ahorra más de ¢25.000 en gasolina por mes.
Ellas aseguran que la experiencia vale la pena, aunque ni conductores ni peatones respetan las pocas ciclovías que hay.
La más reciente ciclovía es la que va de San José a Montes de Oca, que mide seis kilómetros. El tramo más céntrico está en medio de bulevares o calles, sin ninguna división que proteja a los pedalistas, mientras que el sector de Montes de Oca es un angosto espacio al margen de la vía.
En Hatillo se habilitó una hace casi siete años, pero apenas mide un kilómetro y es de poco uso.
La Municipalidad de Cartago, con apoyo de otras entidades, habilitó desde el 2013 una ciclovía que mide seis kilómetros. Ahora, también da el servicio de préstamo de bicicletas.
Tales espacios ayudan a disminuir el riesgo para estos usuarios de las vías.
De acuerdo con la Policía de Tránsito, 25 ciclistas han perdido la vida en lo que va del año; en el 2015 fueron 39. La mayoría de los accidentes ocurrieron en zona rural.
Grupos. En el proceso de adaptarse a este medio de transporte, los nuevos usuarios encontraron grupos organizados en las redes sociales.
Ellos les ayudan a definir los trayectos más convenientes con base en criterios de distancia, seguridad y topografía. Además, dan consejos para la conducción.
Por ejemplo, el colectivo BiciBus reúne a 109 ciclistas urbanos que utilizan ese medio para ir a trabajar o a estudiar.
El grupo da asesoría e imparte talleres gratuitos para promover en barrios e instituciones públicas, el uso correcto de estos vehículos. Solo cobran los cursos a las empresas.
Otra agrupación similar es Cleteras de Costa Rica, fundada este año por Brenda Zumbado, estudiante de 24 años. Ella se traslada de barrio México a Montes de Oca en 20 minutos, todos los días.
“Vemos que hay un aumento en el número de ciclistas en la calle, pero vemos pocas mujeres y es por el hecho de que la ciudad les parece insegura. Entonces, mi idea fue agrupar a las pocas que ya utilizan la bicicleta en la ciudad e ir uniendo a más”, dijo.
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El grupo, por ejemplo, capacita en mecánica de bicicletas.
A estas iniciativas ya se unieron algunas empresas y entidades como Hewlett-Packard, Tiendas Universal y el Banco Nacional, las cuales han construido estacionamientos para bicis.
También el parqueo público Tata, en el paseo Colón, ofrece espacios gratuitos en el día.