"Atrapada en el Zurquí se llama mi odisea de hoy. Proporcional al susto, la mano de Dios protegiéndonos. A la par de esa clase de derrumbe, uno se siente insignificante".
Así describió Heidy Arce las siete horas que vivió junto con los pasajeros dentro del bus de dos pisos en el que viajaba hacia Limón, cuando dos derrumbes en la vía detuvieron su paso en el kilómetro 37 (10 kilómetros después del túnel Zurquí) y en el 51, en el sentido San José-Guápiles. Ella fue una de las 1.200 personas que debieron ser evacuadas.
Arce realiza todos los jueves su viaje hacia la provincia para trabajar como capacitadora en servicio al cliente en la sede del Instituto Tecnológico de Costa Rica. Esta vez su trayecto estuvo acompañado de piedras, palos, barro y árboles que caían encima de los vehículos.
"La intensa lluvia comenzó de un momento a otro alrededor de las 4:30 de la tarde. Como llegando al túnel Zurquí, comencé a ver cómo las cunetas se rebalsaban y de ellas salían piedras hacia la carretera. El autobús pasaba por piedras muy grandes, se sentía muy feo. Tuvimos que hacer dos paradas porque caían árboles en la vía. Estando ahí estacionados, escuché un estruendo y volvimos a ver para atrás y un arból había caído sobre el vehículo en el que estaban dos mujeres. A ellas no les pasó nada, pero el carro quedó muy dañado", narró Arce.
Aparte del miedo que sentían de lo que pudiera suceder en carretera de un momento a otro, la angustia de los pasajeros dentro del bus era cada vez mayor conforme pasaban las horas. No podían salir de la unidad porque había mucha lluvia, barro y material cayendo. El barro que cubría el bus hasta la mitad.
Según Arce, había una señora dentro del bus que estaba recién operada de la vejiga y que necesitaba ir varias veces orinar, entonces, tuvo que improvisar un servicio sanitario con el basurero y unos paños.
"Había señoras muy nerviosas llorando, madres con sus niños pequeños. Después de tantas horas ahí metidos, la gente se quejaba de hambre y de que necesitaban hacer sus necesidades fisiológicas. Entre los pasajeros se compartía algunas comidas que llevaban. Por dicha escampó por unos 20 minutos y la gente pudo salir a orinar ahí donde se pudiera. Por dicha no pasó a más. Por la fe que tengo, creo que fue porque Dios es muy bueno. Ahí era para que pasara una tragedia", manifestó.
Arce estaba muy preocupada porque no hanía podido comunicarse con su esposo debido a que nadie en el lugar tenía señal.
"La opción de hablar por teléfono era muy arriesgada ya que había que caminar hasta un kilómetro para encontrar señal. Pocos tomaron ese riesgo de que les pudiera caer algo encima. Yo hablé con mi esposo después de las 10 p. m. cuando la maquinaria pudo remover el barro en ese sector y el bus logró continuar su camino hasta Limón. Él estaba muy preocupado. Había llamado varias veces al hotel y no tenía infomación sobre mí, apenas tuve señal, lo llamé y le conté lo sucedido", explicó.
Después de esta experiencia, Arce considera necesario que exista un equipo de monitoreo permanente en esa ruta para no exponer a las personas por su alto riesgo de peligrosidad.
Arce celebra que hoy es su último día de dar este servicio de capacitación en el Instituto y no debe volver a la zona.
"Hoy me devolveré a San José por la ruta a Turrialba que, aunque es más largo, es más seguro. Ya no voy a ver la 32 por mucho tiempo", sentenció.