Carlos Cortés no eligió contar la historia de su nueva novela: ella existe porque su momento había llegado. Larga noche hacia mi madre es una expiación y una liberación; sin ser autobiografía, ha tenido, para su autor, el poder de cerrar capítulos de su vida.
“Durante más de 20 años, no quise contar esta historia”, confiesa su autor. Carlos Cortés no ha rehuído de la historia antes : Cruz de olvido (1999) y La última aventura de Batman (2010), cada una a su modo, han indagado la historia política y la historia personal. “Hay un origen autobiográfico; es una mezcla entre realidad y ficción”, dice.
“Cuento la relación de amor y odio que mantiene un hijo con su madre en el momento en el que ella está muriendo”, describe Cortés. La muerte es una de las obsesiones de Cortés, y las visitas de este protagonista a su madre agónica le permiten enfrentarse con el tema nuevamente.
En Larga noche hacia mi madre la puerta que se abre es la del sótano. “Me interesa escarbar en el secreto familiar. Desde que con Cruz de olvido decidí dedicarme a escarbarlo, me interesa lo que no se ha dicho, lo que está en el sótano de la conciencia”, explica el escritor.
La primera versión de esta novela data de 1998. En el 2013, la novela ganó el premio Monteforte Toledo en Guatemala con el título El corazón de la noche , y llega ahora en su forma definitiva.
Dilema. A la vez que Larga noche hacia mi madre coloca al hijo frente a ella, retoma el tema del padre muerto. Como sucedió realmente, el padre muere asesinado unos meses antes del nacimiento del protagonista, en condiciones aún poco claras.
“La verdad no se sabe del todo”, declara Cortés. “El proceso de redacción coincidió con la muerte de una tía, mi madre afectiva, en el 2009. Era mi Biblioteca de Alejandría: sabía todo lo que podía saberse de esa historia y no me la había contado completamente”, cuenta.
En la novela, la noche es un símbolo del fin, de lo que se apaga. “Hay una contraposición entre la noche –que representa la agonía y la muerte– y la historia familiar”. “Cuenta, de manera oblicua, la historia del asesinato del padre y un tejido de cosas que no se saben a partir de ese crimen”, indica Cortés.
Si bien es un relato sobre la búsqueda de la verdad, ello no quiere decir que esta se haya presentado desnuda. “Lo más difícil de escribir, en este proceso narrativo, fue decidir cuánto de la verdad contar”, dice. Después de todo, se trata de una novela, de ficción: lo que hace es ordenar los hechos en una narrativa planificada.
“A mí me interesaba, en primera instancia, la verdad narrativa, y que el universo narrativo fuera verosímil”, indica.
A pesar de tal distancia, arrojarse a la oscuridad provoca daños. ¿Cómo se sintió Cortés al acabar? “Agotado. Liberado cuando lo hice, y agotado. Fue una especie de combate conmigo mismo de aceptación, de expiación, de exorcismo de una serie de fantasmas que tenía; el proceso final me llevó a una liberación”, confiesa el autor.
Fue difícil, pero era un mandato escribir la historia. “Yo pongo a mis fantasmas a trabajar. En este libro, ese fue un proceso complicado porque los fantasmas no se comportan como uno quiere”, considera.
“No le veo sentido a la literatura si no es llegando hasta el fondo, y yo quería hacerlo”, cuenta Cortés. Si lo ha logrado, lo descubrirá el lector al correr las páginas del libro.