Lina Rodríguez es artista plástica y diseñadora de modas. Hace aproximadamente 10 años hizo un peluche para regalárselo a quien es hoy su esposo. De ahí nació su pasión y negocio actual: un taller, más de 100 puntos de venta en el país y una o dos generaciones de niños que han crecido con los artículos y monstruos que crea para Nomellamo, su marca.
Esa es, en resumen, la historia de Rodríguez, una talentosa diseñadora que ha estado en constante crecimiento desde que decidió convertir su habilidad de crear muñecos o monstruos —como ella les dice— en una exitosa empresa nacional.
"Al comienzo fue un hobbie. Como estaba estudiando diseño de modas, tenía un taller, que era mi cuarto, lleno de telas y de un montón de cosas. Él es peruano (Javier, su esposo), y estaba de viaje, y quería hacerle un regalo de bienvenida, entonces hice una versión monstruosilla de él", así explica Lina cómo fue que creó su primer peluche.
"Ese fue el primero y por mucho tiempo ese era (un peluche) mi regalo para mis amigos. Hacía una versión de ellos, hasta que… no sé, todo fue súper orgánico".
Lina, quien tiene 37 años de edad y vive en Moravia, admite que al inicio le costó muchísimo darse cuenta de que lo que hacía podía ser un negocio. Los "nomellamo" salieron de su círculo de amigos, otras personas los empezaron a encargar y decidió mantener la creación como un pasatiempo, pues tenía un trabajo de tiempo completo. "Era una especie de hobbie que me daba dinero, hasta que en 2012 (tres años después de haber iniciado) dije: 'esto es un buen proyecto y puedo dedicarme a él'. Desde entonces y hasta ahora estoy a tiempo completo en Nomellamo", afirma la diseñadora.
¿Cómo dio el salto a ver el hobbie como un negocio?
Un día hice como ocho y participé en una feria y me vio Juan Ignacio Salom, quien tiene una tienda de diseño que se llama Kiosko San José y me dijo "yo quiero eso". Ese fue el primer reto que tuve, que fue hacerlos menos personalizados, porque los peluches siempre eran inspirados en alguien. Entonces el primer reto fue pensar en cómo hacerlos si iban a estar en una tienda.
A partir de ese momento, ¿cómo empezó a crecer?
Hubo momentos transformadores que nos han hecho escalar. El primero fue después de un FIA (2012), que nos contactó el Four Seasons, que fue nuestro primer cliente formal. Después de eso empezar con Britt nos transformó. Eso coincidió con una colección que sacamos de animales de Costa Rica. Ellos (Britt) nos dieron mucha estabilidad y nos ayudaron a darnos a conocer.
¿Se puede vivir de esto en Costa Rica?
Es una megabreteada, es una trabajada bien grande y yo todavía para hacerlo bien tengo que ser muy rigurosa conmigo. El problema es siempre la parte administrativa y de estructura empresarial y el plan estratégico y de mercadeo, todas esas cosas que yo evito un montón, pero que son inevitables. Si no se hacen, uno no crece y en 20 años voy a estar aquí, igual, contando la misma historia. Ese ha sido el reto más grande para crecer, cuesta un montón, pero se puede y cada vez hay más gente haciéndolo, viviendo de proyectos personales.
¿Y la incertidumbre o el temor del inicio llega a desaparecer?
Al comienzo hay como una angustia, sobretodo cuando uno está acostumbrado a un salario, porque ya ahora sí me puedo pagar un salario, pero al comienzo no, y esa angustia, de "ay, Dios mío, ¿será que estoy haciendo las cosas bien?, ¿será que así se hace?", ¿a quién le pide uno ayuda? Da mucho susto.
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Los monstruos están hechos de felpa, yute, peluche de pelo corto o largo, también tienen botones y zipper. La mayoría han salido de la cabeza de Lina, aunque el año pasado —cuando nació su primera hija, Julia— tuvo que pedir ayuda a otra diseñadora, pues su día a día ya no podía estar dedicado, solamente, al taller de mostruos y experimentos, como define a Nomellamo.
Pero no solamente otra diseñadora trabaja para esta empresa, conforme empezó a crecer y a tener más clientes, Lina creó un taller en su casa y contrató personal que se encarga de la fabricación. Al menos cinco personas más trabajan en el taller y en servicio al cliente.
Los muñecos están inspirados en personas, porque parte del servicio de Nomellamo es personalizarlos bajo pedido para alguien en particular (o para marcas o empresas). En el sitio web de la empresa se puede llenar un formulario, adjuntar una foto de la persona a quien se quiere sorprender y ahí empieza el proceso (de unas dos semanas) de elaboración de los monstruos especiales. Ese servicio, que fue el primero que Lina ofreció, está acompañado por un montón más.
Cuando la marca entró a tiendas y locales empezó a crear colecciones. Existen las que están inspiradas en leyendas y animales de Costa Rica, una que se llama "De vuelta a clases" (con mochilas, cartucheras y carteras) y Mostrualia, donde hay variedad de tamaños, formas, texturas y colores de peluches. También hay llaveros y estuches o bolsitas para celular.
Los precios varían entre ¢5.000, precio de los llaveros, por ejemplo, y hasta los $200, que puede costar un "nomellamo" gigante de un metro. Esos normalmente los trabaja bajo pedido.
¿Son productos para niños o para adultos?
Ahora yo tengo más claro que Nomellamo es de niños, es que yo antes insistía en que no, que eran peluches para grandes, pero no. Si bien hay mucha gente que le regala peluches a la novia o al novio, los que más consumen Nomellamo son los niños. Y ya hay una generación de niños que crecieron con Nomellamo y eso es súper lindo.
¿De dónde nace la inspiración para crear los productos?
Los productos de Nomellamo al principio eran super sueltos, eran de inspiración divina más o menos, después empezamos a trabajar por colecciones, como por ejemplo la de animales de Costa Rica está inspirada en nuestra biodiversidad.
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Nomellamo pareciera solo un negocio, pero para Lina ha sido una escuela que la ha transformado. Su trabajo diario la ha hecho valorar la producción nacional de tal manera que incluso en el supermercado se lee todas las etiquetas para consumir, preferiblemente, lo hecho en Costa Rica.
"Si yo hubiera seguido en una empresa quizá no valoraría tanto las producciones locales, no consumiría de la manera en la que consumo, como que siento que cuando uno tiene un negocio propio te abre los ojos a una realidad y te transforma. Yo soy una loca en el super viendo dónde están hechas las cosas. Y siempre prefiero, aunque sea más caro, comprar cosas que están hechas acá, hasta en el supermercado".
Y lo de la escuela es porque, entre sus muchos planes, está crear, algún día, un espacio en el que pueda mostrar a niños y grandes el proceso de producción de sus artículos y peluches.
"Yo creo que lo que uno hace tiene mucha enseñanza y es algo que yo quiero compartir, y no tanto como producto final, sino como proceso. Me gustaría un espacio más abierto, tener un espacio para taller (para otros), que es algo que hemos hecho mucho con niños. Ya eso lo probé y sé que es algo que me encanta hacer y que a la gente también le gusta, los adultos también nos han dicho que quisieran", explica.
Un tour guiado por el taller de fabricación de los "nomellamo", un espacio para que niños (o grandes) puedan crear su propio monstruo y transmitir el valor por lo hecho en el país es parte de lo que Lina quisiera.
También quisiera abrir la primera tienda Nomellamo en el país y seguir regalando monstruos a sus amigos sin que estos se aburran. "Porque yo se los sigo dando", dice. Lo primero pasará, y muy pronto, pues es un proyecto en el que ya está trabajando. Lo segundo también. Esa tradición no morirá.
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