Moda, en el contexto de la vida, ¿qué sería del ser humano sin el vestido que usa a diario para proteger su intimidad? La ropa no solo es eso: cada prenda, a fin de cuentas, es un asunto de negocios, de arte, de necesidad.
En Costa Rica, el diseño de modas ha evolucionado y aunque estamos aún muy lejos de ser una capital de la moda internacional, esta industria se abre un espacio para generar empleos y ser parte importante de la economía.
La industria textil en el mundo mueve millones de dólares y Costa Rica no quiere quedarse atrás; sin embargo, la falta de educación, mayor profesionalización y vitrinas de exposición, para que los diseñadores nacionales y otros trabajadores de este gremio logren posicionarse y vender sus productos, según queda en evidencia al consultar a expertos del tema.
El avance ha sido a cuentagotas, pero en años recientes –última década–, la proliferación de diseñadores especializados ha aumentado. Sin duda, un papel fundamental han tenido las casas de enseñanza (la Universidad Creativa, la Universidad Veritas y el Instituto Nacional de Aprendizaje) que han abierto espacios para la formación en este ámbito.
Buen gusto e interés. La historia de la moda no es ajena a nuestro país. Fue en las épocas doradas de los comienzos del siglo XIX que el buen gusto por el vestir forjó lo que se convertiría a la postre en un campo de gran demanda.
El historiador y diseñador José María Milo Junco ha investigado el desarrollo de la moda en el país y asegura que las señoras de la alta sociedad costarricense de aquellos años se interesaron profundamente en la moda que se movía en el mundo y quisieron traer al país los hermosos vestidos que se usaban en Italia y Francia.
“Las señoras de antaño no eran lo dejadas que pensamos. Había una conexión un poco tardía entre Europa y Costa Rica porque las transacciones comerciales se llevaban a cabo en barcos”, explicó Junco.
Especial: A partir de este domingo publicaremos una serie de trabajos inspirados en el diseño de modas costarricense.
De acuerdo con él, los marineros se encargaban de traer al país cualquier cosa que pudieran vender. Entre estos artículos no podían faltar las llamativas telas y hasta los famosos figurines, pequeños folletos llenos de dibujos con atuendos que las señoras de Costa Rica aprovechaban para llevar a sus costureras para que les confeccionaran los vestidos.
“Eran ropas hechas a mano con una belleza sorprendente; de ahí es donde nace la puntada atrás o la trencilla doble”, aseguró el experto. “Los bordados y los abalorios, todo se hacía a mano; eran trabajos realmente suntuosos porque esos vestidos así lo merecían”, agregó.
Otra influencia destacada fue la del cine; para mediados de ese siglo, la pantalla grande hacía su aporte en este campo. “Las señoras le decían a las costureras que querían un vestido como el que salía en tal película y ahí iban las expertas –con libreta y lápiz en mano– a copiar los diseños”, afirmó Junco.
Los oficios de costurera y sastre se fueron profesionalizando con la industrialización. Las máquinas de coser fueron aliadas únicas para los expertos en moda. Fue allá por las décadas de 1920 y 1930 que llegaron al país y mejoraron la producción, aunque el resultado final bajó en calidad, a criterio del experto.
Empresas y maquila. El lento avance continúo y fue en la década de los años 90 que Costa Rica se colocó como un gran competidor en el ámbito internacional en materia textil. Empresas grandes tenían sus maquilas en el país y acá se fabricaban prendas y se exportaban.
No obstante, el final de esos tiempos llegó con la salida de esas empresas. ¿Por qué? Los demás países centroamericanos les ofrecían a los empresarios mejores condiciones con la mano de obra, así como en precios y facilidades para la producción.
Según el periódico El Financiero , la operación de las textileras se concentraba solo en funciones básicas (ensamblaje y confección y no se diseñaba), lo cual prácticamente no dejó espacio para que se desarrollara el diseño.
“A finales de los años 90, Costa Rica sufre una caída impresionante de la industria textil y la confección con la ida de las grandes textileras; en ese entonces el mercado le apostaba a la producción de ropa para consumo interior y de exportación porque había grandes maquilas acá, pero se van por las altísimas cargas sociales que se debían pagar”, dijo Juan José Jiménez, director del Fashion Week Costa Rica .
Coincide María Eugenia Varela, directora de la carrera de Modas de la Creativa. “Hace unos 20 o 30 años, las marcas diseñaban (como la Jockey y Estellina, por ejemplo), aunque no de la manera profesional y artística como lo es ahora, pero lo hacían. Todo iba bien hasta que los otros países del área rápidamente se dieron cuenta de que ofrecían lo mismo que nosotros, pero con un mínimo de inversión”, agregó.
Reencuentro y auge. En la primera década del siglo XXI, los diseñadores ticos se reencontraron con la industria gracias al apoyo de las universidades, los organizadores de eventos de moda y algunas tiendas. La educación y la profesionalización fueron medulares para promover la creatividad en la moda del país.
“El consumidor ahora percibe el diseño nacional como algo de calidad y aspiracional, eso induce al cliente a optar por ese producto y escogerlo”, aseveró Leonora Jiménez, modelo, empresaria y organizadora del Mercedes-Benz Fashion Week San José.
“En los últimos años se ha potenciado el sector, aproximadamente en la última década, y se ha acelerado en cinco años; este aumento tiene que ver con el impulso que han dado las casas de formación. Hay que dar chance a que los alumnos se inserten en el mercado”, aseveró Fiorella Resenterra, directora del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo.
El modelo de negocio es más atractivo por la oportunidad que tienen los creadores de exponer sus productos en diferentes espacios (físicos y virtuales gracias a las páginas web y redes sociales), así como pasarelas de renombre.
Estos mecanismos de mercadeo, unidos con la calidad del talento nacional, han propiciado el crecimiento del sector dentro del país y la exportación de producto nacional.
Según los expertos, los costarricenses tienen mayor gusto e interés por adquirir prendas, accesorios y zapatos con sello nacional; esto ha ayudado a ampliar el negocio.
“En muchos casos responde primero a un mayor interés mundial por estos temas, pero también se debe a un interés en el país por desarrollarse en mercado, que no es de fácil acceso para muchas personas. (...) Tiene que ver con la apertura de carreras y con una facilidad de acceso a la información de temas de moda que el Internet permite”, explicó Ángela Hurtado, historiadora de la moda de la Universidad de Costa Rica.
Debilidades. Todo es positivo, no; barreras también hay. En Costa Rica, el poco apoyo a las pequeñas empresas y la falta de insumos para la confección son problemas a los que se enfrentan los diseñadores locales.
La escasez de materiales primarios (telas, botones, hilos, zíper, etc) encarece la inversión y, por supuesto, aumenta los precios finales al consumidor, por lo cual es más difícil vender.
“Un día hay un zíper, el otro no; no hay telas de calidad y cuesta encontrarlas para mantener el estado del producto. Además, hace falta mejorar el acceso a las tecnologías porque no tenerlas genera el alto costo de las producciones de las prendas o artículos”, explicó Resenterra.
Por su parte, Hurtado agrega que la educación del comprador es de suma importancia. “El cliente debe entender que los costos son altos y eso se refleja en el precio final, pero que la confección se realiza de manera compleja y delicada, y el producto final está hecho a consciencia y con talento”.
A pesar de las grandes carencias, la calidad y el talento de los diseñadores de moda nacionales está, definitivamente, pidiendo más espacio para instaurarse como una industria que genere más ingresos para el país.
A partir de hoy, Viva presenta una serie de trabajos dedicados al diseño de modas nacional.