En el 2011, cuando apenas estaban empezando a presentarse en público, los nacionales de Infibeat se mostraban como un grupo de "funk con problemas de identidad". El concierto de este viernes 30 en el FIA dejó claro que el problema está resuelto: Infibeat es una descarga incesante de funk, una que logró convocar a unas 2.000 personas en la plaza de la Democracia.
La percusión, la batería y el bajo hicieron que desde el primer tema el público bailará con ellos.
En el tema Claroscuro el ritmo también lo aportó la voz del cantante Fabrizio Walker, quien rapeó una suerte de manifiesto que llamaba a la consciencia sobre los detalles en la vida cotidiana.
Siguió Al son de la contienda, canción dedicada al conservacionista Jairo Mora y luego continuaron con Tantas cosas, canción que evoca a los distintos tipos de sed del ser humano: la social, la espiritual, la romántica. El público nunca dejó de bailar.
Uno de los puntos altos fue el solo de batería de David Vargas, que precedió el tema Muros. En esta, Andrés Cordero, bajista, fue el encargado de rapear de la minería a cielo abierto y la lucha histórica contra Alcoa.
La temática política continuó con una interpretación a modo spoken word de Fabrizio Walker en donde hablaba de la conquista y los procesos de colonización. “De libertadores siempre hablamos, pero yo me quedo con mis hermanos, ¡blanco y negro!”, recitó el cantante con fuerza y el público le aplaudió.
Continuaron con Vela, tema dedicado al esfuerzo matutino de levantarse a trabajar. En este se lució el trombonista Andrés Cervilla, quien también sopló algunos caracoles y tocó sintetizador al final de la canción.
Infibeat se volcó inmediatamente al funk más bailable. Interpretaron Clavo y canela, Cosmonauta y Volar de nuevo y transformaron el primer nivel de la plaza de la Democracia en una pista de baile. La emoción creció durante Volar de nuevo, cuando el saxofonista Federico Granados hizo un extenso solo.
Al terminar ese tema, siguió el turno de Andrés Cordero de hacer un solo en el que le sacó el jugo a las cinco cuerdas de su bajo.
Infibeat es de esos grupos en los que todos los músicos pueden hacer gala de su virtuosismo, pero tienen sabiduría suficiente para repartirlo a cuentagotas en su espectáculo.
El solo de bajo llevó a las primeras notas de Aguacero, la última canción en el repertorio. Antes de iniciar, Fabrizio Walker invitó al público a disfrutar del FIA y les dio un consejo: "Nunca dejen de sentir que las calles les pertenecen", una vez más el público le respondió con gritos de emoción.
El tema fue disfrutado al límite, tanto que una de las asistentes bailó en los hombros de uno de sus amigos. Tras 75 minutos de concierto el grupo se despidió y le dejó a la plaza de la Democracia una sonrisa en el rostro.
El grupo de día Los Kaites tomó el escenario a las 5 p. m. para hacer vibrar a cientos con sus temas de ska y reggae. ¿Lo más importante? Los mensajes venían de diez jóvenes ticos comprometidos con que su público baile y que se lleve un mensaje positivo a casa.
Entre el público había muchas familias sentadas en las gradas y una legión de cuerpos jóvenes dejándolo todo en el mosh: altos, bajos, gruesos, flacos, chicos, chicas... nada de eso importaba.
"No somos más ni somos menos, somos todos iguales", cantó Pedro Gutiérrez y sin querer, resumió todo lo que pasaba frente al escenario. El mosh es el lugar más inclusivo del mundo.
El grupo interpretó durante una hora temas como Malviviendo (donde se critica la obsesión actual con tecnología) y 4:54 a.m. (con mensajes que exigían la conservación del patrimonio natural), todas acompañadas con los coros del público.
"¿Cuanta gente nunca nos había escuchado?", preguntó Gutiérrez y la mayoría del público sentado alzó la mano. Gutiérrez agradeció la oportunidad de darse a conocer en ese espacio y continuó con los mensajes de consciencia.
"Apoyar la música nacional no es solo venir a los chivos gratis, tenemos que recordarle y pagar las entradas, solo así vamos a poder llenar algún estadio con pura música nacional", dijo el cantante.
El último tema interpretado fue My Comanding Wife del grupo panameño Los Rabanes, con el que puso a bailar a todo el grupo que estaba en frente. Los Kaites, de seguro, dejó marca en los que recién conocían.