Es uno de los sitios más plácidos y frescos de San José; como el resto del barrio, es un nudo de historia, un cruce de cultura y memoria, y una calle en uso. Al lado de la Fundación Teorética, uno de los múltiples espacios culturales de barrio Amón, una callecita flanqueada de verde lleva al centenario Zoológico Simón Bolívar. Por discreta, es fácil perdérsela.
No es sencillo, tampoco, conocer el barrio Amón a fondo. Ubicado al norte de la capital (colinda con el río Torres, límite del centro), resguarda vetustas casas de enrevesados pasillos, centros de estudio, nichos de prostitución, patrimonio derruido, y mucho potencial. Es, en su elegante modo, un microcosmos del resto de la capital. Y así, como esa masa urbana, es un gran desconocido.
Este sábado, más de 50 actividades recreativas, educativas y artísticas lo invitarán a extraviarse en la docena de cuadras con la mayor densidad cultural de la ciudad (casi todas, gratuitas). Pasee por el vecindario y descubra qué puede ofrecerle.
El Festival Amón Cultural saldrá a la calle para invitar a los asistentes a adentrarse en galerías, restaurantes, casas privadas, escenarios improvisados, salas de cine, ateliers, hoteles...
De 9 a. m. en adelante, hasta entrada la noche, podrá disfrutar de un menú que, curiosamente, no se había reunido anteriormente. El barrio, al parecer, también está redescubriéndose.
Impulso. La mañana del martes, Alexandra de Simone me contó del proyecto con emoción febril y ojos verdes encendidos; el barrio, porque es suyo, la apasiona. Coordinadora general del festival y gestora en la Casa de la Cultura Amón del Instituto Tecnológico de Costa Rica –sede josefina–, conoce los túneles y recovecos de las casas antiguas como las ramificaciones familiares del vecindario.
“Este barrio tiene características que lo hacen muy especial en el escenario urbano. Todavía hay algunas manchas de esa arquitectura patrimonial diversísima que subsiste ante la ola de parqueos”, comentó.
La zona empezó a poblarse a fines del siglo XIX, por impulso de Amón Fasileau-Duplantier y su cuñado, el cafetalero Hipólito Tournon, como escribió el arquitecto Andrés Fernández en Áncora . Ese primer suburbio empezó a crecer con casas de comerciantes y otras edificaciones; el terremoto de 1924 obligó a más cambios.
Como pocos barrios, es un muestrario de estilos arquitectónicos (neoclásico, neomudéjar, victoriano). Una buena forma de conocerlos será en un paseo con Fernández, ya conocido como el mejor guía por la zona. El primer paseo del sábado empezará a las 11 a. m. en el Castillo del Moro; el segundo, a las 3 p. m. en el TEC.
Conforme la urbanización discurrió por caminos distintos, y las familias adineradas se mudaron más lejos del centro, se descuidaron las antiguas viviendas. En los últimos años, se han demolido o transformado sin remedio muchas edificaciones, y hoy, algunas permanecen vedadas al gran público, lo cual preocupa a De Simone y al TEC (que lanzó el proyecto Memoria Urbana para recuperar el “alma” del barrio).
“Hay una avanzada de negocios relacionados con el turismo sexual y la explotación de mujeres tanto nacionales como extranjeras, que sí tienen el dinero para adquirir esos inmuebles y montar un negocio de prostitución con cualquiera de sus fachadas”, lamenta la gestora. Por ello, el vecindario sufre aún por prejuicios de algunos visitantes, quienes temen acercarse a sus breves y nutridas calles.
Para entender qué es Amón hoy, los coordinadores del proyecto –De Simone, Julio Solís y Mariela Hernández– se abocaron a trazar un mapa de lo que sucede allí. “El barrio muestra esas contradicciones y ese escenario de pérdida, pero simultáneamente, vive un muy estimulante proceso de recolonización cultural”, comenta De Simone.
En ese sondeo, hallaron más de 20 empresas culturales; algunas ya muy establecidas, como la Alianza Francesa y Teorética; otras, nacientes, como el espacio teatral La Casona Iluminada y la librería Frantz & Sarah. Iniciativas como el Art City Tour, el recorrido cultural creado en el 2010, y las visitas de Fernández, han hecho más notorio este resurgir.
Son proyectos frágiles, claro. Cuando hicieron el primer mapa, en noviembre, contaron dos espacios que hoy ya no existen: Casa de Poesía y Casa Teatro.
Muchos factores inciden en estos cierres, como la ausencia de políticas de estímulo. “Un lugar como Amón Solar (uno de los escenarios artísticos más activos de la capital) tiene exactamente las mismas regulaciones y limitaciones que un bar de karaoke, que no tiene ninguna finalidad de estimular el potencial creativo ni la cultura. Eso es grave, es una extraña omisión”, reclama De Simone.
No existe una política municipal específica para el barrio, a pesar de la concentración de actividad y emprendimientos culturales, ni un programa de incentivos. Para ello, opinan en Amón Cultural, es necesario fortalecer la red de iniciativas locales para visibilizar el valor que tienen, tanto cultural como económico.
A pesar de los obstáculos, siguen naciendo ideas. Esa mañana, visitamos a Ivette Guier, la connotada ceramista, quien pasó la infancia en una casa recién restaurada, con el sueño de convertirla en un centro de creación artística (y su residencia).
En la hermosa y laberíntica casa, con múltiples cuartos adecuados para las extensas familias de antaño, Guier desea exhibir obras en cerámicas propias y ajenas, así como abrir talleres.
Al lado, en la casa de sus abuelos, se celebrarán este sábado un concierto de Mimayato y una performance de Elia Arce. Se llamará Casa Mágica (aunque ya lo es).
“Económicamente, quizá no es rentable, pero emocionalmente sí”, confesó Guier entre piezas que mostrará el sábado. Recorriendo la casa en plena reparación, subrayamos algunos de los problemas que han aquejado al barrio: anticuados acueductos, reconstrucciones con poco tacto, el sobreuso como hoteles...
Pero en la madera pulida y las ventanas limpias brilla la posibilidad de dar una nueva vida a estas construcciones históricas.
Al lado de la sede del TEC, la llamada “casa verde” renació recientemente y albergará una escuela de la universidad. Los viejos mosaicos han vuelto a ver la luz; también las bañeras, los ventanales y un espectacular lucernario de inusual luz azulada.
Desde lo que solía ser un balcón, cuando la casa albergó un hotel, se ven las copas de los árboles de los patios vecinos y la densa vegetación que separa a Amón de barrio Tournón. Pronto, entre ambos se alzará un alto edificio de apartamentos.
Probablemente, arrojará sombra sobre algunas de las bajas casas antiguas. Si estas abriesen todas sus puertas, las historias que brotarían de ellas llenarían una torre de libros más alta. Quizás este sábado, al recorrer Amón, se puedan agregar algunas más.