Limón, Costa Rica
Bien dicen que lo mejor de Limón es su gente, pero la experiencia de estar en tierras caribeñas va más allá de la personalidad acogedora que tienen los limonenses, su carisma y alegría. Caminar en medio del tradicional parade del Día del Negro en el centro de la ciudad conlleva a bailar y sonreír de manera instintiva; aquí todo lo bueno es contagioso.
Hay que comer patí y rice and beans. Dejar que las caderas se muevan al ritmo de la socca, el reggae y el calipso. Tomarse un buen vaso de agua de sapo y, sobre todo, dejarse llevar por el calorcito del ambiente. Oponerse es no ser feliz.
Este jueves 31 de agosto, las principales calles del centro de Limón se vistieron de gala, usaron sus trajes tradicionales, los más hermosos y coloridos que encontraron. La belleza de la mujer negra -con toda su imponencia- fue protagonista, así como la herencia de la elegancia que identifica a sus caballeros.
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"Volvamos a nuestras raíces" fue el lema que se repetía en el paso de cada grupo cultural, educativo y de gobierno que desfiló. Eso es lo que demostraron los limonenses: un orgullo por su cultura y el legado que ha dejado en Costa Rica.
Incluso, muy metidos en la celebración y en lo que significa el orgullo y la felicidad de ser afrodescendiente, hasta el Cuerpo de Bomberos se apuntó a la fiesta. Varios bomberos provocaron gritos y euforia con una sensual coreografía que repitieron en distintos tramos del camino.
El presidente Luis Guillermo Solís encabezó el parade en su inicio, pero tuvo que retirarse muy rápido para atender otros asuntos. Sin embargo, Solís confirmó que se siente orgulloso de sus raíces afro y que siempre estará presente para la provincia caribeña.
La fiesta siguió por más de cuatro horas, el baile no podía parar. Desde niños a adultos mayores mostraban que el sabor se trae en las venas. Con cada nota musical (de cualquiera de los ritmos que se escuchaban en el ambiente), chicos y grandes dejaban que sus caderas se encantaran y se movieran de la manera más natural que pudieran.
Fue una muestra de felicidad. Las bandas a su paso no dejaban que nadie se quedara sentado, la energía se sentía en cada instrumento mientras que los bailarines hacían hasta lo imposible para que el espectáculo callejero fuera de alta calidad.
Limón vibró y se enfiestó en su día, no podía ser de otra manera. El caribe es alegría y sabor, así quedó demostrado.