No obstante que, este año, la Real Academia Española cumple trescientos años de vida y la Academia Costarricense de la Lengua está celebrando su nonagésimo aniversario, hay todavía quien se pregunta qué es la Real Academia y a qué se dedica la Academia Costarricense de la Lengua. Me ha ocurrido en más de una ocasión encontrarme en alguna dependencia o entidad bancaria con un empleado que me pregunte lo siguiente: “¿Cuál es el producto que comercializa esa empresa?”.
He debido responder que la nuestra ni es una empresa, ni comercializa producto alguno, ni tiene fines de lucro. Que nuestro “producto” es ese tesoro patrimonial, ese patrimonio intangible que heredamos desde el nacimiento, esa posesión que, según Gabriela Mistral, es “nuestra segunda posesión después del alma y quizás no tengamos otra posesión en este mundo”. Que nuestro “producto” está en la base de todas las realizaciones humanas y hace posibles todos los logros y conquistas culturales del ser humano. Que, cuando la humanidad, en su soberbia, quiso construir una torre que llegara hasta el cielo, Yavé no destruyó su construcción, sino que confundió su lengua. Que en la lengua va quedando plasmada toda la historia del grupo hablante, y por eso se la ha llamado “biografía de las naciones”, “espejo de la civilización”, “depósito de la cultura”, y, como dice Unamuno, “la lengua es la sangre del espíritu”. Que, cuando le enseñamos a hablar a un niño, no le estamos comunicando únicamente sonidos o dándole una herramienta para comunicarse con el mundo, sino que le estamos transmitiendo los conocimientos, las creencias, los valores y los ideales de la comunidad a que pertenece y, más aún, la forma en que el grupo ha percibido, interpretado y concebido el mundo. Que la lengua nos pertenece y somos todos responsables de cuidarla, amarla y respetarla.
Ramas fructíferas. El idioma requiere entes rectores y guardianes, como son las academias de la lengua, cuya misión es resguardarla, mantener su unidad y dictar sus códigos normativos: los diccionarios, la gramática, la ortografía y esas obras que, trabajando al unísono y en forma mancomunada, elaboran dichas instituciones.
Añadí que esa empresa por la que nos preguntan es una corporación docta, sin fines de lucro, que se llama Academia Costarricense de la Lengua y es correspondiente de la Real Academia Española y miembro de la Asociación de Academias de la Lengua Española, integrada esta por veintidós academias: una en cada país de habla española, además de la Academia Filipina y la Norteamericana.
La creación de la Real Academia Española en 1713 obedeció a la preocupación de prudentes letrados por la fijación y el cultivo adecuado de la lengua castellana.
La iniciativa fue del marqués de Villena, don Juan Manuel Fernández Pacheco; a él se debe que se fundase en junio de 1713 y también que el rey don Felipe V expidiera, el 3 de octubre de 1714, la real cédula que ratificó la fundación de la Academia, sus estatutos, empresa y sello.
No es sino ciento cincuenta y ocho años después, en 1871, cuando ese tronco original se ramifica y se crean en los países hispanohablantes las academias correspondientes de la Española. La primera fue la Academia Colombiana.
Hacia el último cuarto del siglo XIX, la Real Academia Española empezó a tomar en cuenta los méritos literarios de intelectuales costarricenses para distinguirlos con el nombramiento de miembros correspondientes suyos. Entre otros se puede mencionar a don José María Castro Madriz, don Manuel María de Peralta, don Cleto González Víquez, don Ricardo Jiménez Oreamuno, don Mauro Fernández y don Julio Acosta.
La fundación. Con los académicos correspondientes que había, desde finales del siglo XIX pudo haberse fundado la Academia Costarricense de la Lengua, pero la idea de esta fundación debió de haber surgido hacia 1920.
Existe una carta con fecha 7 de junio de ese año en la que la Academia Salvadoreña dirige una excitativa a la Real Academia Española para que se digne conceder al académico don Julio Acosta, entonces presidente de la República de Costa Rica, todas las facultades necesarias para fundar en su patria la Academia Costarricense de la Lengua y hacer, como director, los nombramientos de los académicos en el número de reglamento.
El 15 de febrero de 1923, don Alejandro Alvarado reunió a los miembros correspondientes en un salón de la Biblioteca Nacional para acordar la fundación y la inauguración de la Academia Costarricense de la Lengua. En una segunda sesión preliminar, realizada en el bufete del licenciado Alejandro Alvarado Quirós, se discutieron los proyectos de estatutos y el reglamento que había diseñado la comisión redactora en la sesión anterior. Se acordó contribuir con una cuota de diez colones para la inauguración y se dispuso que la sesión inaugural se celebrara el 12 de octubre.
En efecto, el 12 de octubre de 1923, a las cuatro de la tarde, en uno de los salones del Ministerio de Relaciones Exteriores, se celebró la junta inaugural de la Academia Costarricense de la Lengua. Así, en una ceremonia sencilla, espontánea, austera y sin discursos retóricos, se instaló la nueva academia, correspondiente de la Española.
De manera tal que es esta la “empresa” a la que pertenecemos, y el “producto”, ese invaluable tesoro que es la lengua.
La autora es presidenta de la Academia Costarricense de la Lengua.