
A partir de esta semana, el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) funciona como una gran vitrina para exhibir el trabajo de dos jóvenes artistas hondureños: Léster Rodríguez y Lucy Argueta.
Él explora el tema del territorio desde varias perspectivas. Ella atesora prendas que resguardan entre sus fibras textiles los recuerdos y vivencias de personas anónimas.
Según explicó la curadora del MADC, María José Chavarría, con ambas exposiciones los artistas buscan promoverse en Costa Rica y dar seguimiento al trabajo de artistas de Centroamérica.
Visión crítica. En su exposición Territorio infinito , Léster Rodríguez traza varias líneas temáticas que confluyen en un gran asunto central: la territorialidad. Para el artista, el territorio va más allá del espacio geográfico definido por unos límites; además, tiene que ver con el sistema político, económico y social de un país sumido en la violencia y la desigualdad, como lo es Honduras.
A pesar de que su obra tiene un punto de partida local, muchas de las cuestiones que plantean las creaciones de este joven artista son comunes a los países de Centroamérica: los traumas de la guerra, la eterna violencia social, la explotación por parte de las grandes potencias y las economías raquíticas.

“En mis obras, juego con la polisemia (pluralidad de significados), la paradoja, la contradicción como una forma de entender el funcionamiento de la sociedad contemporánea”, declaró el artista, de 30 años.
Las obras de Rodríguez están impregnadas de una fuerte carga simbólica, sin importar sus dimensiones.
Así, una pequeña bala de fusil con un número impreso, 112.492, que corresponde a la superficie de Honduras en kilómetros cuadrados es una sacudida mental semejante a la que produce una gran instalación integrada por cientos de barquitos de papel impresos con un estampado de fatiga.
En la exposición Dulce fetiche , Lucy Argueta fija su atención en el significado que guardan las prendas de vestir, especialmente aquellas que ocupan el clóset durante años interminables. “La exposición plantea algunas cuestiones que me dan vueltas en la cabeza: ¿Por qué compramos? ¿De qué dependen nuestras compras, de un estado de ánimo, de un deseo de pertenencia? , comentó Argueta.
La ropa, plantea la artista, es también un signo externo asociado a la clase social. “La sociedad nos califica según el tipo de ropa que usamos. Hay ropa de marca, que es símbolo de estatus, mientras que la ropa de segunda mano claramente implica que es para gente de ‘segunda clase’”, opinó.
Es así como esta exposición tiene como protagonista al submundo del mercado de las imitaciones donde un “Hobo Boss”, “Georgi Amoni” y “Coco Canal” tienen el mismo significado de prestigio para alguien que no puede tener acceso a las marcas originales.
En una de las salas, la artista colocó dos pilas de ropa de esa que se consigue en las apodadas tiendas de American chuicas, tan populares en nuestros países. Ambas muestras se exhiben hasta el 8 de julio.