La Bienal Centroamericana es un mapa extendido de preocupaciones. El retrato, que conforman las obras de los 58 artistas y 12 colectivos, es el de una región inconforme y provocadora.
Los países de la región protestan con arte contra distintas opresiones: restricciones sexuales y de género, el machismo y las consecuencias humanas del maltrato ecológico.
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Para enumerar los imperdibles de esta Bienal, Viva realizó un recorrido por el Museo Nacional y el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, dos de las sedes en la capital josefina.
Respuesta erótica. En la selección del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) abunda la subversión.
La Sala 3 exhibe trabajos que abordan la sexualidad y el género. En la pared del fondo el collage a gran escala Microcosmos/Macrocosmos , del costarricense Roberto Guerrero, pone a tono el resto de las obras: referencias a la cultura pop y afrentas al erotismo tradicional.
En una de las esquinas, un escritorio de oficina con un televisor repite fragmentos de telenovelas como Café con aroma de mujer y Betty, la fea en los que las secretarias responden obedientes “¡Sí, señor!” .
Para la salvadoreña Abigail Reyes , el mensaje de Secretarias representa el rol tradicional de la secretaria como una confidente –contrario al concepto de asistente ejecutivo– y también la estructura de poder en la que “el hombre es el jefe y las mujeres son las subordinadas”.
La misma sala la complementa Dildorama , una serie de tres obras. La artista salvadoreña Albertine Stahl explicó que cada una de las piezas parodia otras obras de arte contemporáneo.
De esta forma, La mesita más feliz –una naturaleza muerta compuesta por consoladores gris plomizo– es una respuesta a La cajita feliz , de Walterio Iraheta.
Vidas interrumpidas. Por otro lado, en la Sala 1, conviven las obras de la nicaragüense Patricia Belli y la guatemalteca Sandra Monterroso.
Belli creó una instalación sonora sin título con forma de una cabeza volcada; los visitantes pueden oír testimonios de personas que tienen problemas físicos que afectan su equilibrio.
Monterroso ofrece una visión íntima a un problema ecológico: en el video Ofrenda para Chaac , la artista tiñe hilos en su taller como lo habrían hecho los mayas. El resultado, Expoliada III , cuelga teñido de azul en la pared como metáfora del recurso hídrico.
Así, la nostalgia atraviesa muchas de las obras. Artistas como la guatemalteca Lourdes de La Riva y el panameño Oswaldo de León Kantule exponen piezas en las que la humanidad y la naturaleza chocan. Ambos pueden encontrarse en el Museo Nacional.
Las piezas de La Riva forman parte de su serie Los creadores y son instalaciones en las que libros han perdido su propósito después de ser carcomidos por termitas. La artista aprovecha los patrones de los mordiscos para collages , instalaciones y también para crear un visor para proyectar detrás un video, como es el caso de Puntos de inflexión.
De León Kantule tiene dos piezas. En el video interactivo La casa de los Gunas que se hunde , el visitante puede ver videos, fotografías y escuchar los sonidos del archipiélago de Guna Yala: las voces indígenas, el mar, el sonido de las medusas que –como cuenta la narración del artista– se confunde con el plástico que contamina el mar Caribe.
El impacto ecológico también preocupa al guatemalteco Alfredo Ceibal , quien ocupa una habitación del Museo Nacional con Lux-El arte de mejorar: “ Elegí (para trabajar) las preocupaciones históricas de la región. Pienso que los grupos precolombinos estaban más adelantados”, explicó sobre los motivos de esferas que dibujo con grafito sobre las paredes del recinto.
Esas variadas voces reflejan el verdadero tesoro de la Bienal: Centroamérica se mira a sí misma y, con eso, crea.
Además del Museo Nacional y el MADC se puede visitar el Museo Rafael Ángel Calderón Guardia, el Centro Cultural de España, la galería Despacio y espacios públicos como el parque Central y el parque Morazán. Hoy el Museo de Jade ofrecerá actividades gratuitas de 9:30 a. m. y hasta las 7 p. m.