El pasado viernes, varios niños de la comunidad de El Pochote, en barrio Cuba jugaron futbol por primera vez en una cancha “de verdad”.
El lote esquinero situado en la entrada de su vecindario funcionó durante mucho tiempo como basurero al aire libre y “hotel” para indigentes, pero alberga hoy dos canchas: una de zacate sintético y otra de concreto para que los niños y jóvenes de esta comunidad puedan recrearse sanamente.
Ambas canchas son parte de proyecto Paletas Urbanas, que consiste en la construcción de obras arquitectónicas y urbanísticas en espacios públicos claves para las comunidades del distrito Hospital: entre ellas, barrio Cuba.
Este proyecto es financiado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y gestado por la comisión “Sembrando paz en el distrito Hospital”, la cual integra ministerios, instituciones públicas, organizaciones no gubernamentales y asociaciones comunales. “Las ‘paletas’ son intervenciones en espacios públicos; con ellas se pretende mejorar el paisaje urbano, pero también cumplen una una función para sus habitantes”, declaró el arquitecto Luis Diego Barahona, de LDB Arquitectura, empresa que diseñó los proyectos.
Barahona explicó que las canchas están cercadas por una malla metálica para seguridad de los niños; sin embargo, el acceso a ellas es libre. “El propósito de estos espacios urbanos es fomentar la convivencia y la interacción social. Al estar abiertos, las personas se sienten más libres para apropiarse de ellos, pero además, cuidarlos”, añadió.
A Grettel Ramírez, vecina de El Pochote, se le dibuja una sonrisa en la cara cuando ve a sus pequeños vecinos divertirse en la cancha. “Esta es una comunidad muy abandonada. Aquí hay muchos chiquitos, pero no tienen espacios seguros para jugar. Antes de que construyeran esas canchas, eso era un basurero y un criadero de drogadictos. Por dicha, los niños ya podrán ir allí a recrearse y no a aprender malas mañas”, declaró Ramírez.
La segunda “paleta” urbana es un a estructura construida en el exterior del edificio del Centro de Atención Integral (CAI), la que conecta la entrada al inmueble, los árboles aledaños y la parada de buses. “Es un espacio integrado que cumple varias funciones: la gente puede sentarse a esperar el bus resguardada del sol y la lluvia, pero también tiene un fin lúdico que beneficia a cerca de 100 niños usuarios del CAI”, explicó.
La tercera intervención es la construcción de una estructura de acceso a la Escuela Omar Dengo pues la anterior estaba en pésimas condiciones.