Iván Molina Jiménez ivan.molina@ucr.ac.cr
E n los estudios disponibles sobre el escritor Carlos Luis Fallas Sibaja (1909-1966) y su obra, destacan los aportes de Víctor Manuel Arroyo y de Marielos Aguilar Hernández, autores de dos importantes biografías sobre Fallas, publicadas respectivamente en 1973 y 1983.
Después de la muerte de Fallas en 1966, sus novelas, que hasta entonces habían sido ampliamente difundidas en el extranjero, empezaron a ser reimpresas en Costa Rica. Este fenómeno se acentuó luego de 1970, cuando algunas de esas obras fueron incluidas dentro de las lecturas obligatorias de los estudiantes de secundaria (un nivel educativo cuya cobertura pasó de 19 % a 53 % de los jóvenes de 13 a 17 años entre 1960 y 1975).
Correspondientemente, el interés por estudiar las novelas de Fallas en el mundo académico costarricense se expandió en el decenio de 1970 a medida que se fundaban nuevas universidades públicas y se elevaba el número de estudiantes que preparaban tesis de grado en el campo de la literatura nacional.
Antes de que tales procesos se iniciaran, a la canonización literaria de Fallas contribuyó de manera decisiva Rodrigo Solera, un joven académico costarricense que había estudiado en los Estados Unidos y enseñaba en una de las universidades de ese país.
Los Solera. Julio Ceferino Solera Sibaja tuvo una excepcional carrera en el campo de la educación. Después de graduarse de maestro en la sección normal del Liceo de Costa Rica en diciembre de 1913, laboró en varias escuelas de Guanacaste entre 1915 y 1918.
Alrededor de 1920, por circunstancias que aún falta investigar –quizá relacionadas con la dictadura de Federico Tinoco Granados (1917-1919)–, Solera viajó a los Estados Unidos y consiguió un puesto de profesor de español en la Universidad de Kansas.
En octubre de 1923, Solera Sibaja fue nombrado cónsul costarricense en Kansas City. Regresó a su país natal cerca del año 1927, laboró como profesor de inglés en el Liceo de Costa Rica y en la Escuela Normal, y elaboró una obra para la enseñanza de ese idioma en los colegios costarricenses, que fue declarada libro de texto en 1945.
Probablemente motivado por la experiencia de su padre, Rodrigo Solera –nacido en 1928– cursó un bachillerato universitario en el Central Missouri State College, de donde se graduó en 1953.
En 1958 obtuvo una maestría en la Universidad de Kansas con una tesis en la que analizó ampliamente las obras de Fallas, Joaquín Gutiérrez y José Marín Cañas. En esa misma institución de enseñanza superior, Rodrigo Solera alcanzó un doctorado en 1964 con una investigación sobre la novela costarricense, dirigida por Seymour Menton, renombrado estudioso de la literatura hispanoamericana.
Fallas visto desde fuera. En mayo 1944, en la prestigiosa revista Hispania , Martin E. Erickson publicó un balance de la producción literaria centroamericana. En ese artículo, destacó que, “en el campo de la novela […], Costa Rica supera ampliamente a sus repúblicas hermanas”.
De seguido, destacó que “cuatro jóvenes han hecho una labor encomiable en este género: [José] Marín Cañas, cuyo Infierno verde fue recibido con entusiasmo a lo largo de Hispanoamérica; Carlos Luis Fallas, autor de Mamita Yunai , una novela del mundo bananero; Fabián Dobles, representante de la novela social en Costa Rica y autor de Ese que llaman pueblo ; y Adolfo Herrera García, autor de la novela corta Vida y dolores de Juan Valera , un relato de un agricultor desposeído”.
Para Erickson “todos estos cuatro novelistas son bien conocidos en Centro América y el público espera ansiosamente sus contribuciones. Costa Rica puede estar orgullosa de esos escritores, porque son un buen augurio para el futuro”.
Casi una década después, en el número de Hispania correspondiente a diciembre de 1955, Menton cuestionó las novelas de Fallas por formar parte de una corriente centrada en el tema de la explotación extranjera y el antiimperialismo, tratados con tal pasión que disminuían el valor literario de las obras. Dicho comentario fue dado a conocer en el contexto de la Guerra Fría, cuando Mamita Yunai ya había iniciado una exitosa difusión internacional en el resto de América Latina y en el mundo socialista.
Habla popular. Ciertamente, en su tesis doctoral, Solera señaló con respecto a Fallas que “su preparación literaria es sumamente limitada y su mayor preocupación ha sido la política”. Además, fue crítico de ciertos aspectos de sus novelas, en particular lo relacionado con la construcción de las tramas y con el desarrollo psicológico de los personajes.
Igualmente, Solera resaltó el trasfondo ideológico de dichas obras al enfatizar que en sus páginas “se protesta contra la explotación del capital extranjero y contra una organización social que el autor encuentra injusta”.
Pese a lo anterior, Rodrigo Solera también destacó ampliamente los méritos de dicha novelística al indicar que Fallas se mostraba como un consumado maestro en el manejo del habla popular y que se caracterizaba por “un sentido satírico, muy fino, que es herencia preciosa de la mejor tradición costarricense”.
Finalmente, Solera consideró las novelas de Fallas como una “genuina continuación” de la narrativa dada a conocer previamente por Joaquín García Monge, Claudio González Rucavado, Manuel González Zeledón y Jenaro Cardona; pero, agregó, “Fallas los sobrepasa en el interés de sus situaciones, la pintura de tipos característicos y, sobre todo, en el uso del lenguaje popular”.
Estudio sistemático. Al ubicar a Fallas en un contexto literario más amplio, Solera logró observar mejor las especificidades y los aportes de su novelística y, al hacerlo, se apartó decisivamente de las objeciones planteadas por Menton en 1955 y recuperó la línea más favorable de interpretación de sus obras iniciada por Erickson en 1944.
Posteriormente, en septiembre de 1970, de nuevo en la revista Hispania , Solera –profesor en Millersville State College– publicó un artículo fundamental sobre las obras de Fallas, basado en su investigación doctoral. En dicho trabajo, resaltó todavía con más entusiasmo el valor literario de sus novelas al considerarlas en un escenario mucho más amplio que el de Costa Rica o el de Centroamérica:
“[...] en el panorama literario hispanoamericano, Fallas no sólo colocó a su país en el mapa literario de América, sino que, por derecho propio, su obra constituye un jalón importante y valioso de la novela social del continente. El nombre de Fallas tiene derecho a figurar entre los grandes del género en América e ignorarlo sería restarle a la novelística social americana uno de sus valores genuinos”.
Indudablemente, es necesaria una investigación más amplia y profunda para determinar la influencia específica que tuvo el artículo de Solera en los estudios académicos –realizados dentro y fuera de Costa Rica– sobre la obra de Fallas. Por el momento, es claro que su artículo de 1970 contribuyó decisivamente a la canonización de sus novelas, en particular por provenir del medio universitario estadounidense.
Al reconocer ese relevante aporte de Solera, conviene destacar también que su tesis de doctorado fue el primer estudio específico, sistemático, profesional y con un enfoque histórico de la novela costarricense.
Lamentablemente, esa importante tesis nunca se publicó. Desde 1975 estuvo disponible en el sistema de bibliotecas de la Universidad de Costa Rica (agradezco este dato a los funcionarios de dicho sistema), pero no parece haber sido conocida por los principales investigadores de la literatura nacional.
El autor es historiador y miembro del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericana de la UCR. El presente artículo sintetiza aspectos de un libro de próxima publicación sobre Carlos Luis Fallas.