Yoshua Oviedo
A l conquistar en el 2002 el Oso de Oro en la Berlinale, El viaje de Chihiro (Hayao Miyazaki, 2001) se convirtió en la primera película de animación en ganar el principal galardón de un festival internacional de cine, tras competir con filmes de acción real. Desde entonces se hizo más frecuente seleccionar animaciones en los principales festivales, con lo cual se reconoce la excelencia de este arte.
En Cannes se había premiado la valiosa El planeta salvaje (René Laloux, 1973) y, en años recientes, Persépolis (V. Paronnaud y M. Satrapi, 2007) ganó el premio del jurado. En el 2009, Vals con Bashir (Ari Folman, 2008) ganó el Globo de Oro y el César (Francia) como mejor filme extranjero, y en el 2015, Anomalisa (Charlie Kaufman, 2015) se alzó con el premio especial del jurado en el festival de Venecia.
Esta presencia en festivales visibiliza el cine de animación más allá de la industria de Hollywood y su reducido espacio para la creatividad.
Con variedad de estilos y técnicas, estos filmes plantean historias que en muchos casos no se podrían filmar con actores.
El viaje de la heroína. El sello distintivo de los Estudios Ghibli es mostrar mujeres valerosas, líderes e inteligentes. Ellas son heroínas que no dependen de un hombre; los demás se benefician de su capacidad.
En El viaje de Chihiro , Miyazaki filma una historia mitológica con referencias a la Odisea de Homero, a los cuentos de los hermanos Grimm y la simbología sintoísta. Esta animación tradicional, de dibujos a mano y fondos detallados, es una alegoría del camino de transformación y maduración de la protagonista.
Cuando los padres de Chihiro son convertidos en cerdos, por comer sin reprimir sus instintos como lo hace Circe con los compañeros de Odiseo, el rescate depende de la niña. En su viaje cruza varios puentes, metáfora de las decisiones vitales que toma y que evidencian su proceso de cambio: del miedo a adentrarse en un túnel oscuro para cruzar victoriosa el puente que separa el mundo real del espiritual.
El mayor obstáculo será el no olvidarse de sí misma ni de sus orígenes: la bruja Yubaba arrebata los nombres para controlar a sus empleados. Chihiro pasa a llamarse Sen, pero Haku, dios dragón del río, le advierte de que no olvide su nombre, pues quedaría atrapada como él. Este episodio guarda similitud con el de los lotófagos en la Odisea.
Miyazaki suele dar énfasis a lo ecológico en su cine: en Nausicaä del Valle del Viento (1984), la protagonista salva a su pueblo del caos posapocalíptico y en La princesa Mononoke (1997), se plantea lo que Mark Cousins llama “una lectura mitológica de la naturaleza y un bello relato sobre la estupidez de la furia”. Mientras que el lugar de trabajo de Chihiro es un sitio de descanso para los kamis (dioses) que buscan desprenderse de la suciedad del mundo de los humanos.
El mundo de los sueños. Satoshi Kon (1963-2010) pertenece a otra generación de directores de animé; su cine trata del Japón contemporáneo, con especial atención a la línea que separa lo real de lo fantástico.
Paprika (2005), su cuarto y último largometraje antes de su prematura muerte, es la suma de una destacada carrera. Daniel Josephy, quien realiza una tesis sobre Satoshi Kon en la Universidad de Ottawa, detalla: “Kon es importantísimo porque fue un director feminista que nunca tuvo miedo de criticar a la sociedad japonesa, tratando temas relacionados con grupos marginales y la objetivación de las personas”.
Basada en la novela homónima del escritor Yasutaka Tsutsui, Paprika es descrita por Kon como “una historia que trata de cómo el subconsciente afecta los sueños”.
Adaptar al cine la compleja novela de Tsutsui fue un gran reto; para ello el director se centró en “transformar la obra en una experiencia visual”.
Esa intención se observa desde la primera escena: sin ubicar espacialmente al espectador, se presenta un escenario oscuro, con un centro de luz. De pronto, surge un auto pequeño de juguete y de este sale un payaso proporcionalmente más grande. La oscuridad simboliza el inconsciente del cual emerge algo sin importancia (carro), pero de ese objeto va a surgir algo grande que sí es relevante.
Esa estructura se sigue a lo largo de toda la película, transformando visualmente los conceptos planteados en la novela.
Los personajes se debaten entre la realidad y lo onírico, merced a un dispositivo que hace posible que se unan los sueños de varias personas. La lógica está bajo constante cuestionamiento y se duda de la propia percepción.
Para Kon, la sociedad japonesa es el “resultado de una realidad sobria y sosa”, por lo cual antepone la imaginación y la voluntad de creer en lo anormal como vías de escape. Los contrastes están representados por una cuidadosa paleta de colores: tonos mate y de menor luminosidad para la realidad yuxtapuestos al desborde cromático, de mayor brillo y variedad en las escenas oníricas.
Como parte de la atmósfera lúdica, el director también plantea que el cine es un espacio onírico, ya que soñar es como ver una película y, por ello, Kon perfecciona el montaje continuo que enlaza secuencias mientras permite al espectador tener una experiencia subjetiva para que cuestione la realidad.
Alegoría de paz. En años recientes, la animación brasileña ha dado un salto de calidad, ganando por dos años consecutivos el Festival de Annecy, el más importante de cine de animación. El niño y el mundo (Alê Abreu, 2013) fue uno de ellos.
Con un derroche de creatividad e inundando la pantalla con coloridas secuencias, el filme de Abreu muestra el nostálgico camino de un niño en busca de su padre, atrás dejará el alegre y tranquilo hogar. En su periplo verá a Brasil ser transformado por una maquinaria deshumanizadora. Aunque el hacinamiento y las condiciones laborales degradantes no minarán el entusiasmo de algunos, quienes, por medio de la música, proclaman su libertad frente al fascismo capitalista de la sociedad de consumo.
La película va de lo sencillo a lo complejo, tanto en su argumento como en el diseño visual. Abreu usa tizas pastel, collage , animación por recortes y otras técnicas; y con la música maneja un hermoso relato que no ocupa de diálogos, pues el mundo donde vive ese niño es espejo del nuestro.
Primeros pasos. El cumpleaños esotérico (Guillermo Tovar y Nadia Mendoza, 2015) es el primer filme de animación del país y, aunque no se puede comparar con las películas anteriores, marca un inicio y favorece que se sigan haciendo estos trabajos.
La historia de una logia de brujos intergalácticos que recluta a una niña con bigote vestida como Alicia, gira en torno a la transformación, tanto exterior como interior y está cargada de simbolismos que pueden tener diferentes significados según el espectador.
La animación 2D por computadora es básica y de fondos estáticos, pero la historia y el diseño de los personajes se aleja de lo tradicional. El universo planteado tiene algo de grotesco y es muy colorido, con un marcado estilo que busca inclinar las figuras, forzar la perspectiva y rehuir de las líneas rectas.
Al visibilizar este cine se permite experimentar historias de mayor madurez argumentativa que las típicas películas animadas que llegan a salas comerciales y, con ello, el espectador gana al poder apreciar la riqueza de técnicas, estilos y conceptos que fomentan la imaginación.
Programación
22 de mayo, 4 p. m.: El niño y el mundo
3 de junio 3, 7 p. m.: Paprika
9 de junio, 7 p. m.: El viaje de Chihiro
25 de junio, 4 p. m.: El cumpleaños esotérico
Dónde: Sala Gómez Miralles, Centro de Cine, ubicado detrás del INS, en San José
Entrada: Gratuita