La respuesta que un especialista en lingüística de la Academia Costarricense de la Lengua ofrecería a la pregunta de si hablamos tico, probablemente sería la misma que cualquier persona lega en cuestiones del lenguaje daría: “Sí, en este país hablamos español tico pues ¿qué otra cosa vamos a estar hablando los hispanohablantes costarricense sino es español de Costa Rica?”.
A pesar de lo dicho, la respuesta a esta pregunta no parece ser tan simple ya que la sola afirmación de que “hablamos tico” muchas veces es empleada con connotaciones muy distintas. Así, cuando yo afirmo que hablo tico, simplemente, hago referencia a que utilizo una variedad del español propia del espacio geográfico que denomino “Costa Rica”.
Por supuesto, cuando digo que hablo tico, o español tico, doy por descontado que, en otros países, se hablará nica o español nica, catracho o español hondureño, panameño o español panameño, y así sucesivamente.
Como ya podrá adivinarse, ese razonamiento lleva finalmente ante una paradoja inevitable: afirmar que en Europa pueda existir una comunidad de hablantes que hable español español, es decir, español de España. En otras palabras, es llegar a sostener que hay un español neutro, sin marcas distintivas, en una zona geográfica del mundo, pero sabemos que no existe tal cosa.
Todos los hablantes de una lengua utilizamos una variedad geográficamente identificable (aunque esto no sea tan claro a los ojos legos); pero, dentro de las fronteras de un mismo país, también podemos encontrar variedades distintas. En Costa Rica, por ejemplo, podemos reconocer un español guanacasteco, un español puntarenen-se, un español vallecentraleño, y estas son también variedades de español costarricense.
El mismo idioma. Por otro lado, también hay que admitir que el español costarricense es una variante del español centroamericano. Actualmente, la mayor parte de los dialectólogos del español aceptan esto. Los especialistas también reconocen la existencia de un español americano, del cual forma parte el español costarricense, por supuesto.
Cuando hablamos de que existe un español americano y un español centroamericano en los que incluimos al español tico, lo que hacemos es aceptar la evidencia de similitudes en la pronunciación, en el léxico e incluso en la gramática que permiten oponer estas variedades a otras.
Por ejemplo, podemos decir que el español caribeño presenta varios rasgos distintos de los que se encuentran en las variedades centroamericanas; pero, como se ha dicho antes, también sucede que podemos reconocer diferencias notables entre variedades de un mismo país, por ejemplo, entre el español guanacasteco y español vallecentraleño, aunque esto sea también una simplificación puesto que hay desigualdades regionales dentro del ámbito del mismo español guanacasteco o del vallecentraleño, como es de esperar.
Podemos concluir que, cuando hablamos del español tico, por un lado, nos referimos a una realidad abstracta, tanto como lo es la misma noción de lo que consideramos ser tico; pero, por otro lado, también apuntamos a una realidad completamente concreta pues se trata del habla de seres humanos específicos que ocupan un espacio geográfico determinado.
De esta forma, cuando yo digo que hablo tico, español tico, quiero decir primeramente que hablo español, la misma lengua que es idioma oficial en 21 países de cuatro continentes y que es utilizada por casi 500 millones de hablantes nativos.
Justa valoración . Sin embargo, cuando digo que hablo español tico, también reconozco que hablo una variedad idiomática del español que presenta particularidades que la diferencian de otras variantes de esta misma lengua.
En ese sentido, creo compartir la visión renovada de las academias de la lengua española que promueven la valoración del español en toda su vastedad, con la perspectiva de aceptar “la unidad de nuestro idioma en su rica variedad”.
Por esa razón, no dejo de sorprenderme cuando, en algunos medios de comunicación, se pretende reducir el español tico (“hablamos tico”) al uso de formas estereotipadas propias de un estilo de habla informal claramente estigmatizadas phttps://www.youtube.com/watch?v=j1bWqViY5F4or nuestra propia comunidad de habla (no por los académicos de la lengua ni por los lingüistas, por cierto).
Querer restringir entonces el español tico a este remedo de registro coloquial es un recurso artificioso que solo contribuye a consolidar estereotipos negativos sobre la propia identidad de los costarricenses.
Esto me recuerda una anécdota que me contó Miguel Ángel Quesada Pacheco, el autor del conocido Nuevo diccionario de costarriqueñismos. Cuando se realizaba la primera edición de este libro, se le presentó una propuesta de portada con una ilustración sobre un fondo blanco. Era un dibujo con la representación una cantina de pueblo aderezada con figuras humanas dedicadas a la conversación y a la bebida.
–¿Una cantina como imagen de los costarriqueñismos? No, muchas gracias.
El autor de la obra rechazó la propuesta y, finalmente, el diccionario apareció con una portada totalmente blanca sin ninguna ilustración en ella.
El autor es secretario de la Academia Costarricense de la Lengua.
Las academias y nuestro idioma
Dice Gabriela Mistral que «la lengua es nuestra segunda posesión después del alma y quizás no tengamos otra sobre la tierra». En efecto, ellenguaje es el medio que hace posibles todos los logros y las conquistas culturales de la humanidad. Sin él, nada de lo que el ser humano ha inventado o pensado podría haberse preservado ni comunicado.
El lenguaje preserva la herencia cultural de la humanidad. Además, la lengua refleja la aventura existencial de una comunidad; toda la historia del grupo hablante va quedando plasmada en ella. Por esto, a la lengua se la ha llamado «biografía de las naciones», «espejo de la civilización», «depósito de la cultura», y, como dice Unamuno, «la lengua es la sangre del espíritu».
En su conservación le cabe gran responsabilidad al hablante. La lengua no es de las academias ni de los poderosos; pertenece a todos, entodos vive y para todos es.
Dice Amado Alonso que «una lengua ha sido lo que sus hablantes hicieron de ella, será lo que hagan de ella».
Es deber ineludible de quienes dirigen una sociedad educar lingüísticamente al individuo, despertar su sensibilidad,persuadirlo de que asumirá más plenamente su calidad de ser humanosi usa con mayor precisión ese valioso instrumento de manifestarseante el mundo; igualmente, es su deber convencerlo de que quien noconoce su lengua vive pobremente, vive a medias.
Es misión sagrada de las academias de la lengua despertar a los dormidos e indiferentes al idioma; persuadirlos y enseñarlos a respetarlo y amarlo, a enamorarse de él. Su función es resguardarla lengua, mantener su unidad y dictar los códigos normativos.
El año pasado se cumplieron noventa años de la fundación de la Academia Costarricense de la Lengua, y durante este período se han experimentado grandes cambios.
Hoy, la Real Academia Española, junto con las veintiuna academias de América y Filipinas, que constituyen la Asociación de Academias de la Lengua Española, trabajan en pie de igualdad y tienen como principal objetivo «velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de los hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico».
En la actualidad, las academias desarrollan una política lingüística panhispánica que implica la colaboración de todas en las obras que sustentan y expresan la unidad de nuestro idioma en su rica variedad.
Entre las obras de la Asociación que materializan dicha concepción están los grandes códigos normativos: el diccionario oficial, el Diccionario panhispánico de dudas, la Nueva gramática, la Ortografía y El buen uso del español, la más reciente, en cuya elaboración desempeñó un papel relevante la Academia Costarricense ya que fue uno de nuestros colaboradores quien coordinó las observaciones formuladas por todas las academias.
Nuestra labor es quijotesca, desinteresada y nos alienta el amor a nuestra lengua y la convicción de estar contribuyendo al desarrollo cultural del país.
Estrella Cartín de Guier,
presidenta de la Academia Costarricense de la Lengua.
edeguier@yahoo.es
DiceGabriela Mistral que «la lengua es nuestra segunda posesión despuésdel alma y quizás no tengamos otra sobre la tierra». En efecto, ellenguaje es el medio que hace posibles todos los logros y lasconquistas culturales de la humanidad. Sin él, nada de lo que el serhumano ha inventado o pensado podría haberse preservado nicomunicado.
Ellenguaje preserva la herencia cultural de la humanidad. Además, lalengua refleja la aventura existencial de una comunidad; toda lahistoria del grupo hablante va quedando plasmada en ella. Por esto, ala lengua se la ha llamado «biografía de las naciones», «espejode la civilización», «depósito de la cultura», y, como diceUnamuno, «la lengua es la sangre del espíritu».
Ensu conservación le cabe gran responsabilidad al hablante. La lenguano es de las academias ni de los poderosos; pertenece a todos, entodos vive y para todos es.
DiceAmado Alonso que «una lengua ha sido lo que sus hablantes hicieronde ella, será lo que hagan de ella».
Esdeber ineludible de quienes dirigen una sociedad educarlingüísticamente al individuo, despertar su sensibilidad,persuadirlo de que asumirá más plenamente su calidad de ser humanosi usa con mayor precisión ese valioso instrumento de manifestarseante el mundo; igualmente, es su deber convencerlo de que quien noconoce su lengua vive pobremente, vive a medias.
Esmisión sagrada de las academias de la lengua despertar a losdormidos e indiferentes al idioma; persuadirlos y enseñarlos arespetarlo y amarlo, a enamorarse de él. Su función es resguardarla lengua, mantener su unidad y dictar los códigos normativos.
Elaño pasado se cumplieron noventa años de la fundación de laAcademia Costarricense de la Lengua, y durante este período se hanexperimentado grandes cambios.
Hoy,la Real Academia Española, junto con las veintiuna academias deAmérica y Filipinas, que constituyen la Asociación de Academias dela Lengua Española, trabajan en pie de igualdad y tienen comoprincipal objetivo «velar por que los cambios que experimente lalengua española en su constante adaptación a las necesidades de loshablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo elámbito hispánico».
Enla actualidad, las academias desarrollan una política lingüísticapanhispánica que implica la colaboración de todas en las obras quesustentan y expresan la unidad de nuestro idioma en su rica variedad.
Entrelas obras de la Asociación que materializan dicha concepción estánlos grandes códigos normativos: el diccionario oficial, el+Diccionario panhispánico de dudas, la +Nueva gramática, la+Ortografía y +El buen uso del español, la más reciente, en cuyaelaboración desempeñó un papel relevante la Academia Costarricenseya que fue uno de nuestros colaboradores quien coordinó lasobservaciones formuladas por todas las academias.
Nuestralabor es quijotesca, desinteresada y nos alienta el amor a nuestralengua y la convicción de estar contribuyendo al desarrollo culturaldel país.