El sol matutino se cuela por el tragaluz e ilumina con sus rayos el espacio donde doña Flory Steinvorth Jiménez se divertía con sus travesuras de niña.
Doña Flory tiene ahora 81 años, pero los recuerdos de sus juegos infantiles en la bodega donde se guardaba la mercadería del almacén Steinvorth brotan con fluidez entre sonrisas.
Del edificio en ladrillo construido en 1907 para albergar un enorme almacén propiedad de su abuelo Otto Steinvorth, solamente queda en pie cerca de un 20%, según estimaciones del Centro de Patrimonio del Ministerio de Cultura. La estructura sobreviviente se levanta hoy en el centro de San José sobre la calle 1.°, entre avenidas 0 y 1, y fue sometida a un proceso de restauración financiado con recursos del Centro de Patrimonio (¢100 millones) y de la familia Steinvorth.
Camellos, conejos, chompipes, flores y mascarones son parte de la “biodiversidad” modernista que habita la fachada recién restaurada para dar la bienvenida al recinto que alguna vez fue bodega.
Después de sus clases en la desaparecida Escuela Alemana –en las cercanías de la antigua Estación del Ferrocarril al Atlántico–, la pequeña Flory caminaba hasta el almacén que administraba su padre, Ricardo Steinvorth, y tres primos de él: Gerardo, Ernesto y Botho.
“Mi prima Elizabeth y yo jugábamos en la bodega y veíamos llegar carretones jalados por caballos y carretas jaladas por bueyes que traían las pacas con mercadería”, recuerda doña Flory.
Y es que en la Costa Rica de principios del siglo XX no había producción local: todo se importaba desde Europa. Los productos llegaban en barco a los puertos de Puntarenas y Limón, y de ahí a San José, en ferrocarril. “ En el almacén encontrabas de todo lo que te podás imaginar: desde un clavo hasta vinos, cervezas, perfumes, ropa, zapatos, sombreros, vajillas, mantelería, alfombras, telas, adornos, joyería de fantasía, muebles, cemento, pianos... En el país no se fabricaba nada”.
Doña Flory recuerda a las damas josefinas que se paseaban bien ataviadas con sombreros, guantes y tacones por los pasillos del almacén. “En aquellos tiempos, nadie salía la calle en fachas. Las señoras se vestían muy elegantes hasta para ir a hacer un mandado”.
Según explicó el arquitecto del Centro de Patrimonio, Miguel Herrera, el edificio de dos plantas fue construido con un sistema de ladrillo con algunos refuerzos metálicos pero, por su antiguedad, no cumplía con los requerimientos del Código Sísmico actual. “Fue necesario un reforzamiento estructural para darle estabilidad”, dijo.
En el rostro de doña Flory se dibuja una sonrisa pícara al recordar las ‘tortas’ que se jalaba con su prima. “Como era un negocio familiar, los empleados nos alcahueteaban. Una vez botamos un barril con tachuelas y tuvieron que correr a recogerlas para que a los clientes no se les clavaran en los zapatos”.
En las obras de restauración se rescató un elemento arquitectónico original de gran belleza que había permanecido oculto después de las múltiples intervenciones inadecuadas que se le hicieron al inmueble: un lucernario o tragaluz.
Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la vida próspera y apacible de los Steinvorth y de muchas familias costarricenses de origen alemán dio un giro radical. Asumiendo que los alemanes y sus descendientes simpatizaban con el régimen de Adolf Hitler el Gobierno costarricense ordenó –entre otras medidas– despojar a estos ciudadanos de todos sus bienes. Ricardo Steinvorth perdió su casa familiar, su finca y el almacén con toda su mercadería, y fue expulsado a Estados Unidos.
A su regreso en 1956 y tras varias gestiones legales, logró recuperar el edificio, pero ya no fue lo mismo.
Actualmente funcionan ahí 13 locales comerciales, entre ellos El Steinvorth , un bar-restaurante muy popular entre los jóvenes capitalinos y que también significó un proceso de restauración de un área en la segunda planta.
Tanto la habilitación de El Steinvorth, como el reforzamiento estructural, la restauración de la fachada y el rescate del lucernario, forman parte de un proyecto diseñado por el arquitecto Julián Mora, que, en el 2008, obtuvo una mención especial en el certamen Salvemos Nuestro Patrimonio .