En el país, Francesco Bracci es reconocido por sus masivas instalaciones itinerantes de material reciclado. Tras ser invitado a participar en la bienal de arte público OpenArt, en junio, Bracci empacó sus diseños para estrenar una nueva creación en las calles de la ciudad sueca de Örebro: Downward Spiral.
La estructura mide 24 metros de largo y utiliza 300 cajas plásticas de cerveza. El artista explicó que el material es resistente y, por ello, el túnel que construyó es un pasadizo que conecta a los transreúntes con un sitio histórico y representativo de la ciudad.
Antes de viajar a Örebro, Bracci realizó una recaudación de fondos para costear su proyecto en la bienal. Tras inaugurarse, a mediados de junio, Downward Spiral estará disponible para visitarse hasta setiembre.
"Nunca me había ido un mes entero fuera del país. Es interesante ver las cosas desde otra perspectiva y ver las posibilidades que tenemos de trabajar en otros entornos. A veces, parecen pegadas al techo. Parece que es muy díficil entrar a trabajar en contextos tan diversos pero, a partir de esta experiencia, uno se da cuenta que con las herramientas que tiene aquí es posible participar y trabajar", aseguró Bracci.
El trabajo de construcción, detalló en entrevista, tardó tres semanas. El artista trabajó dos talleres de ensamblaje: uno para el diseño de los módulos de las cajas y otros para soldar la estructura de metal que funciona como esqueleto de la obra. Según dijo, un grupo de estudiantes de ingeniería suecos colaboró brindando asesoría para que la estructura fuera lo suficientemente resistente.
¿Cuáles fueron los resultado del crowdfunding?
Fueron muy positivos. Faltando un mes y medio para que empezáramos con el proceso de la bienal, yo no estaba seguro de si iba a poder ir. En un principio, los organizadores del OpenArt ofrecen al artista el tiquete aéreo, el hospedaje y colaboran con todo el proceso: mano de obra, la búsqueda del material. Pero, usualmente, el artista tiene que conseguir los fondos para hacer la obra.
Había que conseguir más de 12.000 euros y faltaba un mes. Cuando yo empecé (con la campaña) tenía recaudado como $300 y le escribí al curador para decirle que no iba a ser posible ir. El curador me dijo que le diéramos vuelta al esquema: que yo comprara mi tiquete aéreo y me cubriera parte de los viáticos; y que ellos iban a hacer todo lo posible para conseguir los patrocinios y los contactos necesarios para que el proyecto se llevara a cabo.
La campaña que yo hice en Costa Rica funcionó para conseguir el tiquete y parte de los viáticos para poder estar allá. La organización de la bienal consiguió todo el resto: pago de mano de obra, materiales y grúas, todo lo que se ocupó. A través de la campaña en el país, pude aportarme el tiquete aéreo. Logré recolectar, a través del crowdfunding, $2.500. Fue efectiva porque se hizo en un periodo corto.
¿Cómo fue el proceso de trabajo en Örebro?
Tuvimos, de tiempo para trabajar, tres semanas. Fui de los primeros artistas que llegaron a la bienal porque mi proyecto era de los más grandes. Muchos artistas llevaban su proyecto "prearmado".
En mi caso, tenía que empezar desde cero. Fue muy intensivo. La ventaja de llegar tan temprano es que tuve, a mi disposición, bastante gente que colaboró en mi proyecto. Las últimas dos semanas, la mano de obra se diluyó entre los proyectos que habían pero, la primer semana, pudimos aprovechar ese impulso. En los primeros diez días, logramos armar los elementos compuestos de las cajas, los cuales requerían mucha mano de obra.
Paralelo al armar los módulos, fui trabajando en un taller de metal la parte de la estructura. Fuimos trabajando en dos sitios distintos: el taller en el que todos los artistas armaron sus propuestas y un taller de soldadura, en las afueras de Örebro.
Una vez que estaban todos los módulos, toda la estructura prearmada, llevamos todo eso al sitio y se ensambló en el lugar. Eso fue de locos, la inauguración de OpenArt fue el sábado y nosotros teníamos un día para poner los 24 metros que mide el proyecto en el sitio, dentro del agua. Tuve un equipo muy eficiente y muy buenas herramientas. Las grúas eran de alta tecnología, eso nos facilitó el montaje en el lugar.
¿La estructura es transitable?
Sí, las personas pueden ingresar. Para mí era muy importante que la gente pudiera vivir ese espacio interno y generar esa conexión. La obra conecta a la gente y a la ciudad con el agua: es vital que las personas la puedan transitar. Un día estuvimos 20 personas ahí adentro. Es una estructura muy resistente porque la caja tiene cualidades estructurales muy importantes.
¿Cómo recibió el público la obra?
Tuvo muy buen recibimiento. Está en un punto muy estratégico de la ciudad. Örebro gira en torno al castillo medieval y el castillo está en el centro de la ciudad. Tiene muchísima interacción con la gente y eso es lo que yo andaba buscando. La gente también hace un vínculo con la obra, a partir del uso del material. Cuando uno trabaja materiales de este tipo, tan reconocibles, hay una interacción más directa porque la gente se identifica con el material y con la obra.
¿Cómo fue la experiencia de trabajar junto a otros artistas?
Convivimos 65 artistas. Todos fuimos parte del proceso de los demás, no solamente fue ver las obras terminadas sino ver cómo cada quien visualiza y desarrolla su propio proceso. Yo creo que eso es de lo más interesante; obviamente todos los contactos que se generan y la calidad humana de la gente. Eso es lo que más queda después de una experiencia de este tipo.