Mónica Perea se ha empeñado en hacer que suenen la tristeza, la emoción, la desdicha y el amor. Lo hace desde Radio Universidad (de la UCR), poniéndoles micrófono a los poetas y dejando que lean sus textos. Cada palabra, cada pausa, cada silencio tienen intención.
Mónica sabe que la poesía nace del corazón, se manifiesta en la palabra y experimenta su clímax en el oído aunque coquetea con la pupila. Desde el oído, la poesía traza los surcos que la llevan al cerebro, para luego terminar donde todo comenzó. El viaje de la poesía es un eterno regreso al corazón.
La voz de los poetas atrapa y seduce a la audiencia. Puede tomar desprevenido al oyente que maneja hacia su casa después del trabajo, o mientras cena o cuando travesea los botones de la radio buscando algo diferente que valga la pena.
“Con este programa queremos que a alguien se le paren los pelos; que se le salga una lágrima; que sienta algo; que vaya en su vida ordinaria, y que, de pronto, una poesía le cambie la semana”, dice Mónica Perea, la productora del espacio radiofónico Verso y acorde en voz alta, que se transmite todos los miércoles a las 7 p. m. en Radio Universidad (96.7 F. M.).
El bello viaje. Perea es filóloga y docente en la Escuela de Estudios Generales. Hace cuatro años, ella comenzó el programa como un proyecto de acción social, con el objetivo de compartir poesía de la forma más clara. “Este es un programa para todos, no para expertos; es para que la gente lo disfrute, aunque no tenga un gran conocimiento sobre el tema”, dice la productora.
“Llegar hasta allí es tu destino, / pero no apures tu viaje en absoluto. / Mejor, que muchos años dure, / y, viejo ya, ancles en la isla, / rico con cuanto ganaste en el camino, / sin esperar que riquezas te dé Ítaca. / Ítaca te dio el bello viaje” (Fragmento de Ítaca , de Constantino Cavafis).
En el programa no hay discusiones académicas ni análisis de expertos…: solamente poesía y música, que también es poesía en este caso.
Ello explica el nombre con el que fue bautizado el espacio: “verso” porque se declama poesía; “acorde” porque se programan poemas musicalizados o canciones inspiradas en ellos; “en voz alta” porque los mismos poetas tienen la palabra.
“La magia y el sentido surgen de la relación que hay entre la voz poética y el lector: allí nace el diálogo. Yo quería algo así, no explicar qué significa la poesía; simplemente sentir”, dice Perea.
Repertorio. Pablo Neruda, Leonard Cohen, Juan Gelman, Constantino Cavafis, Walt Whitman son parte de los poetas que se han hecho presentes –con su voz y su letra– en Verso y acorde en voz alta. El micrófono también se ha rendido ante los costarricenses Jorge Debravo, Julieta Dobles, Mía Gallegos…
Mónica se encarga de conseguir los audios. Encuentra la mayoría en discos compactos que venden en librerías; baja otros de Internet. No todos son fáciles de hallar, pero allí están, esperando a ser descubiertos.
En ocasiones, cuando la tarea no se logra, Mónica busca una alternativa en la que la esencia del poeta se conserve. Por ejemplo, al no encontrar la voz de Cesar Vallejo, Perea localizó al lector autorizado que el peruano designó. En otra ocasión puso a los nietos de Isaac Felipe Azofeifa a leer escritos por su abuelo.
“Yo soy mi propia palabra. / Yo soy los libros que leo. / Yo soy el pueblo que amo y que / está hecho de miseria y palabras. / Yo soy el mar de palabras y deseos que navego. / ¡Oh savia viva, río de sangre, raíz mía! / Yo soy don Quijote soñador, pero también Justo Sánchez, jornalero” (Fragmento de Ensayo sobre la palabra , de Isaac Felipe Azofeifa).
El sonido. De la música se encarga Leonardo León, coproductor del espacio y especialista en sonido. Él busca los poemas musicalizados más acordes y de mejor calidad técnica. Así, las artes convergen, la música se vuelve poesía, la poesía es música.
León también selecciona la música de fondo que complementa las lecturas, procurando que estas coincidan con el ritmo y que la música dé vitalidad a las palabras.
El tercer elemento del programa es una reseña del autor, que toma siete de los 30 minutos que dura el programa.
Mónica explica que la semblanza no pretende saturar de fechas al oyente; por el contrario, intenta contar elementos curiosos de la vida del autor, así como retratar la percepción que el poeta tiene del mundo, su posición política y finalmente su universo poético: la respuesta a “¿Por qué escribe poesía?”.
“El propósito es ubicar al autor dentro de su habitación, preguntarle para qué sirve la poesía, cuáles elementos componen su estilo y en qué consiste su propuesta”, resalta Mónica.
Mónica procura que los poetas respondan una pregunta muy difícil: “¿Para qué sirve la poesía?”, pero ahora se la formulamos a ella, y nos responde: “Para pensar, para amar, para reflexionar. ¿Para qué sirve el arte? No lo sé; es una relación entre la producción y el ser humano. El arte existe porque debe existir; si no, estaríamos muertos”, responde.
“Hemos ido acumulando corazones en nuestro corazón, / palabras en nuestra voz quebrantada por azadones. / Hemos dejado huellas por todos los caminos / y algunos de nosotros ya no estamos. / Hemos ido de manos con las sombras. / Nuestro andar es un grito estacionado. / Por cada paso, un día que transcurre. / Por cada palabra, mil palabras que vocifera la prole. / ¿Qué será de nosotros después de esta larga travesía?” (Fragmento de Nada permanece tanto como el llanto , VII, de Jacques Viau).
Cambio en la vida. Uno de los objetivos del espacio es exponerles la poesía a los jóvenes y atraparlos, con sus versos, para el mundo de la artes.
Según la “profe” Mónica Perea, la hipótesis “de que los jóvenes de ahora no leen” es una percepción adultocéntrica que ignora otras formas de consumo de la literatura, formas que van más allá de los libros; por ejemplos, la música, los grafitis…
“Debemos mirar de otro modo al arte. No podemos explicar el arte; no hay que definirlo ni encasillarlo, sino sentirlo, verlo, escucharlo”, comenta Mónica Perea. Uno de los más de 100 programas de Verso y acorde en voz alta fue hecho enteramente por sus estudiantes, quienes leyeron sus propias poesías.
Café en mano y en el ocaso de la entrevista, Mónica confiesa que a veces siente lo que sienten los que hacen cosas distintas: que pasan inadvertidos. En su caso: que nadie escucha el programa; pero basta un oyente que haya derramado una lágrima, al que se le hayan parado los pelos, al que un verso le haya cambiado la semana…, para dar por cumplido el propósito.