La mexicana Mónica Mayer no provoca con irreverencia, sino que provoca con ideas, reflexiones y con educación desde el feminismo y acerca del feminismo.
La artista, crítica, docente y activista de 62 años visitó Costa Rica en el marco de la muestra Universos femeninos: Obras maestras del arte feminista en México , que se inauguró el jueves en el Instituto de México (250 metros al sur de Arenas en Los Yoses).
Les ofrecemos la versión completa de una provocadora conversación.
–No hay un solo arte feminista, sino muchos artes feministas…
–Como hay muchos feminismos, hay muchos artes feministas. Es más bien desde un tipo de pensamiento, desde las ideas feministas, que repensamos el arte.
–Usted trabaja desde los años 70. ¿Cómo han ido variando su arte y su abordaje dentro del arte feminista?
–Por ejemplo, en un principio, mi trabajo tenía que ver con representar la lucha feminista. Tengo muchos dibujos muy tempranos en los cuales integraba imágenes de las manifestaciones. Mis trabajos más recientes a veces ni siquiera abordan el tema; tengo una pieza con Víctor Lerna que se llama Yo no celebro ni conmemoro guerras , que no tiene que ver con ese tema y es una crítica a esa manera de enseñarnos, a través de los actos rituales políticos, las celebraciones de las fiestas patrias y cuestionar por qué seguimos celebrando las guerras; cualquier guerra es un fracaso de la humanidad. También reflexionamos sobre cómo seguimos transmitiendo una historia totalmente patriarcal, masculina y que nos enseña a resolver los problemas de manera violenta en los rituales sociales. No tiene que ver directamente con género, pero sí tiene una reflexión feminista sobre la sociedad.
”Además, tenemos un proyecto para el que durante 25 años reunimos todo lo que se publicó de crítica de arte en los periódicos, porque allí estaba la discusión del arte contemporáneo. Son 45.000 textos de crítica. Ni parece arte ni parece feminista, pero para nosotros tiene importancia porque es guardar nuestra historia y eso es muy importante más para mí, como mujer artista. Yo me asumo como artista feminista al darme cuenta de que en la escuela de arte nunca mencionaron a una mujer artista.
Exposiciones como Universos femeninos son importantes porque aunque no por ser mujeres hacemos el mismo tipo de arte, no haya un estilo ni una temática que nos una, sí compartimos una invisibilidad, así que es importante seguir haciendo exposiciones en las cuales se visibilice este trabajo.
–Ha trabajado mucho para combatir la invisibilidad de las mujeres en la historia del arte; algunos le han citado nombres como banderas para probar que sí hay mujeres en la historia. Sin embargo, siempre queda la otra historia que no se cuenta. ¿Cómo visibilizar esa invisibilidad?
–La plática que di en Costa Rica se llama Archiva: obras maestras del arte feminista en México , y es parte de un performance y de un objeto que vengo haciendo desde hace mucho, que es una “archiva” con obras de arte feminista. Estoy jugando con esto de que uno entra a cualquier librería y hay un libro de obras maestras del arte universal y no hay ni mujeres ni latinoamericanos.
Muchas de mis acciones tienen que ver con evidenciar con la falta de presencia de las artistas, que, en México, es evidente. En los museos, los que más tienen es un 15% de artistas; aunque desde que yo estudie somos más mujeres estudiando arte que hombres. No me gustan los números, yo espero llegar al momento en que a las artistas se les reconozca por su talento y no por cuestión de género, pero sigue siendo tan marcada la diferencia que es evidente que es una cuestión de discriminación y no de talento, porque allí está el trabajo.
–Es feminista como tema y como perspectiva; además, feminista es una etiqueta, incluso se les califica despectivamente “feminazis”. ¿Cómo ha hecho para desenvolverse dentro de la etiqueta y cómo lucha desde allí?
– Me sigue gustando porque es un término provocador. Me pongo artista feminista, aunque podría ser muchas cosas: mi trabajo podría ser arte conceptual, arte contemporáneo, arte latinoamericano o muchos otros términos. Prefiero este concepto porque la gente reacciona como almeja viva con limón porque les da un susto espantoso y eso me sirve a mí para entablar un diálogo, y procuro mantener el humor.
”Por ejemplo, lo de ‘feminazi’ es cada vez más común que nos lo digan, y yo me pregunto: ¿a alguien le dicen ‘pobrenazi’ porque es pobre y pretende mejorar su situación en la vida? O, ¿a alguien que sufre discriminación racial le dicen ‘razanazi’ porque está evidenciando que hay un racismo evidente en nuestra sociedad? No encuentro la lógica de ‘feminazi’ cuando una está luchando por una cuestión básica y elemental. Los mismos que te acusan de ‘feminazis’ tienen mamás, esposas, hijas, amigas con quienes podrían hablar y darse cuenta de que no se trata de querer tomar el poder, sino de quitarle lo rígido a los roles sociales de hombres y de mujeres. Porque a los hombres les va igual de mal; el rol que les han impuesto a ellos tampoco está nada agradable, y yo estoy segura de que hay todavía muchos hombres que serían mucho más felices como seres humanos si pudieran disfrutar de su paternidad sin sentirse que les quita hombría o si pudieran ser vulnerables…
–Tantas décadas han pasado y aún hay tanto miedo. ¿Por qué le tenemos miedo al concepto de feminista?
–A los seres humanos nos cuesta trabajo cambiar. Al cuestionar las divisiones de género estamos cuestionando nuestra esencia misma y es difícil entenderlo como sociedad. Desde un principio, el movimiento ha caído en un desprestigio y siempre se nos acusa de no odiar a los hombres. Más bien hay que preguntarles a los que les da miedo.
A mí se me hace de lo más elemental, de la misma manera que quien defiende sus derechos raciales, de clase o estar en contra de la discriminación racial, de clase, por edad y por tantas otras cosas que hay, no hay por qué ridiculizar estas luchas.
–En tantos años de quehacer artístico y de lucha, ¿cuáles han sido los momentos más satisfactorios y también los más duros?
–Satisfactorios, todos. Yo me la he pasado muy bien con el feminismo; es muy divertido. He encontrado mujeres y hombres maravillosos que están tratando de mejorar y cambiar el mundo, con compromiso social. Me entusiasma el trabajo de las mujeres, las luchas que hacemos, cómo creamos estrategias.
Ahora trabajo mucho con las activistas jóvenes y me divierto horrores porque, de repente, me escandalizan; es una generación joven que me enseña a ver el mundo de otra forma el mundo. Yo con eso soy muy feliz; me encanta que me logren hacer cambiar de opinión, que me escandalicen y me hagan ver la vida de otra manera.
¿Momentos difíciles? Quizá lo complicado es ver que es una batalla tan compleja porque son pasitos muy chiquititos. Nos tomó muchos años construir el patriarcado y nos va a tomar muchos años deshacerlo. Quizá lo que es difícil asumir es que esta es una lucha para muy, muy largo tiempo porque cuestiona lo más profundo de nuestra manera de ser como seres humanos. Yo ya quiero en la etapa de los transfeminismos y en la teoría queer en la que ni siquiera tenemos que asumirnos como hombres o mujeres; yo ya quiero que mi pasaporte diga: soy ser humano, no soy hombre o soy mujer.
–Al observar la obra El tendedero (1977-1978), en que mostró cientos de respuestas a la pregunta “¿Como mujer, lo que más detesto de la ciudad es…?”, y un nuevo trabajo este 2016 –Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM– en que recoge comentarios de “¿Cuál fue la primera vez que me acosaron?” parece que no cambiamos tanto como sociedad…
– Cuando planteamos que se iba a hacer de nuevo El tendedero estaba un poco deprimida porque no solo el asunto está igual, sino que está peor. En la Ciudad de México, por ejemplo, el Metrobus y el Metro están divididos en vagones para hombres y para mujeres; puede que sea más cómodo para las mujeres, pero manda un mensaje espantoso.
”Es una política que, si no va acompañada de una campaña educativa y está limitada en el tiempo, les está diciendo a los hombres que son unos monstruos peludos que no se pueden controlar y a las mujeres que somos unas inútiles que no nos podemos defender; lo que tenemos que hacer es poder convivir y detener el acoso.
”Me puse a investigar y lo que sí me di cuenta es que, a diferencia de hace 40 años, hoy hay muchos grupos trabajando el tema del acoso desde el arte, el activismo y el ‘artivismo’. En la instalación, está una computadora donde se pueden subir las respuestas a cuatro preguntas y donde está un archivo con todos los grupos que me encontré que trabajan el tema. Por ejemplo, está la Red No Están Solas, que trabaja dentro de la Universidad Nacional Autónoma de México apoyando a mujeres que han sufrido acoso o violación; son activistas, pero utilizan el performance como herramienta; o está un grupo que es muy conocido ahorita que se llama Hijas de Violencia, que es un colectivo de jovencitas de teatro que salen a la calle con pistolas de confeti y al que las acosa le ‘disparan’ papelitos.
”Hay mucha ebullición y mucho trabajo que está sucediendo. Eso no pasaba hace 40 años. Éramos 30 feministas y era la única que hablaba de acoso porque estábamos muy ocupadas hablando de aborto, violación y otros temas. Yo hice esa pieza porque yo andaba en el transporte público y para mí era muy incómodo estar siempre a la defensiva”.
–Es decir, se ve y se habla más del problema. Sin embargo, ¿esa convivencia aún no es posible?
– Sí. Sin embargo, hay cosas que están cambiando. Una de las preguntas que se hacen en El tendedero es qué has hecho o qué hacés en contra del acoso, y las respuesta son importantes. Este acoso tan exacerbado es porque está naturalizado; toma que alguien acose y otro no haga nada al respecto. Lo que está cambiando muy rápidamente es de más mujeres que se están defendiendo en contra del acoso, que no nada más se hacen a un lado y bajan la mirada, sino que le toman la película (video) al acosador, que se defienden, que le contestan o defienden a otra que está siendo acosada; entonces, tiene que cambiar la cultura e irá disminuyendo el acoso; eso espero yo.
”En El tendedero llevamos más de 7.500 respuestas en el museo; si saliera yo a la calle, sería una locura. Genera mucha identificación. No es una encuesta, sino un acto político”.
–Claro, su arte ha sido sumamente político desde el inicio de su producción...
Todo arte es político. Lo que tendría el arte feminista es que como arte político es que sí pretende llevar a un cambio social, no nada más representarlo o hacer una imagen de lo que sucede; es decir, quiere actuar en la sociedad. Es un arte político que lleva a reflexiones no nada más opresión hombre-mujer, sino de todas las otras porque, a fin de cuentas, lo que está hablando es de las relaciones de poder que existen. En esta vida, a veces nos toca ser oprimidos y opresores simultáneamente; lo que me gustaría es que cuando le caiga a uno el 20 de una opresión entonces entiende una cómo está siendo oprimida por diferentes lugares o siendo opresora sin darse cuenta necesariamente.
–Me hablaba de las nuevas generaciones de artistas que la nutren y la provocan. ¿Qué ve en el variopinto panorama de las nuevas artistas mexicanas?
–Siempre han existido artistas que abordan temáticas de género. Es un época en el país, a raíz de la violencia contra las mujeres, los feminicidios, el acoso, que muchas jovencitas están trabajando desde el feminismo. Hay muchos colectivos trabajando, así como revistas y medios y plataformas para hacerlo. Hay mucha intensidad, mucho trabajo y asumirse como feminista sin miedo.
”Hay momentos de radicalismo. Aunque yo, a lo largo de mi trayectoria, he encontrado otras estrategias que no eran confrontativas; sí las tenía en un principio de mi carrera y hay obras que me censuraron. Posteriormente, he procurado desarrollar estrategias que no confronten, sino que desarticulen a partir de la reflexión, del humor, de otras cosas…
”Entiendo que tengan que confrontar porque cuando denunciás legalmente, denunciás institucional mente y no te hacen caso, no queda más que el escándalo público. Sin embargo, quiero que tengamos otras estrategias, que sea más la educación”.
–¿Por qué se dio ese cambio de estrategia en su arte: de confrontación a más educativas?
– En los años 70, los dibujos que hice hablaban sobre la Virgen. Cuestionaba el rol que tiene esa Virgen sobre las mujeres, ya que se esperaba que las mujeres fuéramos buenas, abnegadas, que no disfrutemos de nuestra sexualidad y otros temas; estaba muy peleada con esto. Presenté los dibujos y me los censuraron. Como yo pensaba que estaba planteando algo sensato, quise hablar con las señoras que los censuraron (las mamás en una escuela de idiomas); ellas me dijeron que se escandalizaron porque usé la imagen de la Virgen.
”Entendí que, como artista, los símbolos religiosos o patrios son, para mí, material de trabajo, pero, debido al pensamiento mágico relacionado, otras personas ven esas imágenes de otra manera. En otros dibujos, empecé a usar mi rostro con rebozo y a mi niño chiquito; todos entendían que hablaba acerca de la Virgen, pero no era la imagen religiosa y no me volvieron a censurar.
”Yo quería que esas mujeres fueran mis aliadas, no quería ofenderlas; entonces, fui encontrando estrategias. Es la educación y este tipo de estrategias las que nos pueden llevar a cambios profundos y alianzas. Admito que confrontar también es necesario y a veces no hay otro camino para destrabar una situación que hacer el escándalo; sin embargo, no quiero que quede solo en el escándalo”.
–Usted es una feminista que también ha sido esposa y mamá, roles muy cuestionados en algún momento en el feminismo. ¿Cómo ha asumido esas etapas de su vida y, a la vez, participado en un feminismo tan activo?
–El momento en el que yo decidí que no iba a dejar que la sociedad me impusiera una sexualidad, me impusiera una manera de vivir, tampoco iba a dejar que el feminismo me lo impusiera. Soy heterosexual, monógama, mamá… Son los roles que yo he escogido, es como soy feliz y afortunadamente tuve la claridad de decir: esto es lo que quiero.
”Así, soy la feminista radical y tengo la vida más convencional: dos hijos, un esposo con el que he estado 21 años y hemos crecido juntos. Cada quien debe buscar y ser lo que quiera sin presiones externas. Soy radical al asumir que uno hace lo que quiere hacer porque eso es lo que decidió realmente, no radical en función de las ideas de otra persona”.