El Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, veinte años de presente continuo

MADC. El Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de Costa Rica está al día y un poco en el mañana

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En 1995, el MADC ofreció la muestra Mesótica , de 15 artistas, con la curación de Virginia Pérez-Ratton y Carlos Basualdo.

Virginia Pérez-Ratton. Este texto debe comenzar así. Ahora. En el presente absoluto y con un nombre. El de una mujer. Acto seguido, el del MADC (Museo de Arte y Diseño Contemporáneo). Los espacios culturales los construyen y continúan personas y se desarrollan precisamente para más personas. Los mejores momentos de una institución están ligados a la visión de un sujeto que contagia y expande esa mirada, que, además de particular, responde a sus circunstancias históricas.

Somos sujetos de nuestro entorno. Por esto, comienzo con Virginia Pérez-Ratton, propulsora principal de la fundación del MADC y gran protagonista.

Veintiuno de febrero de mil novecientos noventa y cuatro. El MADC está ubicado en el Centro Nacional de la Cultura (CENAC), un edificio patrimonial restaurado, que al este colinda con el parque España y al oeste con la Biblioteca Nacional. Se inauguró cuando en América Central no existía una entidad que reflexionara sobre el presente, y mucho menos lo transformase en algo tangible.

El ojo educado y valiente de Virginia inicia un movimiento para revertir los vacíos teóricos y retrata el movimiento cultural de una región, pero para lograrlo se acompaña de tantas voces y mentes como no se había logrado antes, para que todo sucediera y fuera sucedido.

Sala que albergóla exhibición Cuadrados , de la artista brasileña Malvina Sammarone, ofrecida en 1999 con la curación de Rolando Barahona.

En las décadas de los años 80 y 90, tanto España (posdictadura franquista) como Latinoamérica (no en su totalidad) empiezan un proceso continuo de recuperación y reactivación de la cultura.

Ese crecimiento se resume en inversión de carácter cultural y artístico. Por su parte, Latinoamérica reproduce un patrón similar de aumento en obra cultural, y coincidentemente van surgiendo museos y centros culturales.

Precisamente, dentro de esa coyuntura, en los años 90 arranca el MADC con una programación artística imposible de describir en un artículo y mucho menos de destacar sin dejar nombres excluidos, especialmente si se considera que han pasado cerca de mil artistas, diseñadores, críticos, curadores, y otros agentes culturales a lo largo de los 20 años de su existencia.

En su primera década, pasaron figuras pilares del arte latinoamericano, como José Luis Cuevas, Oswaldo Guayasamín y Luis González Palma. Era aún el periodo de constitución del MADC, y esos nombres dialogaban con nombres nacionales, como los de Rafael Ottón Solís –el primer artista costarricense que mostró su obra–, Joaquín Rodríguez del Paso, Álvaro Gómez, Mario Maffioli y Lola Fernández.

Uno de los ejes principales y el evento que detona la transferencia de conocimientos y posiciones ante el arte, es la muestra colectiva Mesótica. Esta provocó que se pusieran en discusión los lenguajes y las convenciones de ese momento, en una coyuntura en la que la pintura –profetizaban– desaparecería. Mesoamérica fue el punto en el que confluyeron el norte y el sur, y ese no lugar suscitó una polémica que continuó por una década.

La región. En 1998, Virginia Pérez-Ratton consigue que se firme un convenio entre el Instituto de Cooperación Holandesa (HIVOS) y el MADC para apoyar a los artistas centroamericanos. De pronto, el istmo se estrechaba, y el sector se conocía y reconocía. El Museo pasó a multiplicarse, a ser varios museos en uno.

La preocupación por la representación conceptual del sentido de la región tomó la voz de un grupo de naciones en las que el vacío de espacios de encuentro –lejos de ser silencioso– era insoportable.

Desde ese momento, el Museo invita y recibe a números crecientes de artistas centroamericanos, y la colección ha ido incorporando un gran acervo de obras de muchos de ellos, una colección que crece constantemente, y guarda espacio para el futuro.

300% Spanish Design fue una exposición de diseño español del siglo XX ofrecida en el año 2009 y que incluyó carteles y muebles. (unknown)

En el 2000, recientemente incorporados los discursos multimedia como otro motor de combustión, el MADC enciende un segundo ciclo, con más producciones de mujeres, además de artistas muy jóvenes. Se suma a este periodo el Programa de Artistas Emergentes, una invitación para conocer mejor lo que sucedía en las periferias, en los subsuelos, lo que se creía críptico.

Para este segundo momento, el Museo ya era frecuentado por artistas de la región y tomaba el lugar de una nueva meca de la contemporaneidad, en la que –además de arte y diseño– se mostraba pensamiento: un pensamiento plural, que exploraba la historia del presente, sin definirlo; es decir, sin disminuirlo.

Ese mismo cambio de siglo propició que convocatorias –como Inquieta imagen– documentasen una región que, aunque polimórfica y heterodoxa, estaba cosida por hilos más allá de lo geográfico.

El trabajo de Rolando Barahona, Ernesto Calvo y María José Monge, acompañados de múltiples curadurías conjuntas con Virginia Pérez-Ratton, Luis Fernando Quirós, Rosina Cazali y otros, produjeron que se definiera ese ciclo, al hilvanar un catálogo impensable y darle identidad a la colección.

Nombre y obras. El Museo realizó 12 muestras en el año 2000. En su momento, esto ya significaba un crecimiento importante, pero el número subió a 22 en el 2012. Además de seguir la línea evolutiva, esta programación responde a una demanda creciente en el sector tanto nacional como regional para que se reconozcan los verdaderos temas centrales.

En el 2013, la prensa le otorgó un lugar al MADC. Un título del diario La Nación del 12 de agosto decía: “MADC, el museo con mayor crecimiento”. La cantidad de personas que visitan este museo aumentó cuatro veces en relación con el año 2000. Sin embargo, el 2010 es el año en el que empieza el crecimiento más contundente.

300% Spanish Desing mostró cien sillas, cien lámparas, cien carteles otros objetos creados por artistas españoles. Se incluyeron piezas hechas por Pablo Picasso, Antoni Gaudí, Joan Miró, Salvador Dalí y otros creadores. (unknown)

El discurso perspicaz y agudo que ha tenido el Museo es el secreto develado. El MADC ha sido dirigido por intelectuales, artistas y gestores culturales agudos que han golpeado la opinión del país con gran producción de pensamiento.

La articulación del Museo ha recaído sobre figuras como Ana Luisa Piza Carrillo (1994), Virginia Pérez-Ratton (1994-1998), Rolando Barahona (1999-2004), Ernesto Calvo (2005-2008) y María José Monge (2008-2009), y Fiorella Resenterra desde el 2009 hasta hoy.

Por las juntas de curadores, administrativas y de la Fundación Pro MADC han pasado representantes de las diferentes manifestaciones del arte, caracterizados por su participación brillante en el arte, la arquitectura y el diseño, como Dora María Sequeira, Franklin Hernández-Castro, Jaime Rouillon, Ileana Alvarado, Rolando Castellón , Emilio Ramos, Klaus Steinmetz y otros miembros.

La gestión de Fiorella Resenterra y su equipo de trabajo heredan y continúan el recorrido de los directores anteriores, pero instalan conceptualmente al MADC en medio de la ebullición de los diferentes emprendimientos del diseño en el país. Algunas actividades paralelas al Museo permean el camino actual: en concreto, esfuerzos independientes en temas afines.

Activos y colectivos. Una muestra es el reconocimiento al trabajo del diseñador y gestor cultural Henry Bastos por el Art City Tour, un programa que traza un circuito de museos y galerías y al que el MADC se sumó desde su inicio. Este acontecimiento marca un tercer ciclo, que traza un puente para nuevas audiencias y públicos ausentes.

En esa misma dirección se inauguran la alianza y la coproducción con el Festival Internacional de Diseño (FID), que ha llenado las salas del Museo –mejor aún, las ha trascendido– desde su primera edición, en el 2011.

Cuatro ediciones del FID, las ferias de diseño organizadas por el Museo, las muestras en sus salas, publicaciones de catálogos, foros discursivos, convocatorias de reflexión, programas educativos, una curaduría sin estereotipos –a cargo de María José Chavarría–, una estructura de comunicación especializada y una página en Internet representativa contribuyeron a visualizar el diseño, consolidar los pequeños emprendimientos y legitimar un país que se permite producir y competir.

El arte y el diseño finalmente se sincronizan en relevancia y se cimienta el camino para hacerse las preguntas siguientes.

El MADC, como toda institución que se respeta, tiene antagonistas y aliados, y estos ecosistemas lo fortalecen con una crítica inmediata, objetiva, fina, y tan activa que celebra 20 años de construcciones y deconstrucciones.

Cuando el Estado ha avanzado en la ruta de buscar dinámicas menos invasivas y ortodoxas, para encontrar conexiones de convivencia entre lo público y lo privado, es pertinente revisar la estructura del MADC y hasta emularla: un museo en movimiento que reproduce la diversidad del tiempo que vive.

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